Ramón se levantó algo más tarde la mañana del domingo, seguía lloviendo y el día no estaba para salir de excursión. Por eso se alegró cuando en el buzón de correos, encontró la siguiente adivinanza.El sobre no traía remite, pero sin duda alguna,la paradoja obedecía al estilo antiguo e inconfundible de Jorge: Se titulaba: LA ELECCIÓN DEL VISIR, y comenzaba, ¡como no!, con una cita:
"Un egoísta es aquel que no piensa en mi” ( Boris Vian)
Esta fría mañana de enero quiero que cerréis los ojos, y os olvidéis del presente y como el vagabundo de Jack London, vengáis conmigo a Bagdad. No al Bagdad actual, sino al del Siglo X, al Bagdad eterno de las Mil y Una Noches. Llegamos en buena hora, acaba de atardecer y se ofrece una agradable y perfumada noche de primavera (Aprovechemos que nadie nos ve y entremos en el dormitorio de la princesa. Justo a tiempo… la hermosa Zubayda, acaba de salir del baño, la piel morena y reluciente de esencias de aceite perfumado, el pelo mojado y suelto le cae sobre una fina bata de seda, que resalta las redondeadas formas de su cuerpo joven y esbelto. La custodia un hercúleo eunuco negro como el ébano, que le calza dos chapines de terciopelo verde.
Llaman a la puerta y aparece su padre el Sultán acompañado de la guardia abisinia.
-Querida hija, hoy se cumple el mes desde que hicimos la proclama. Tal como dijiste, publicamos que los pretendientes tendrían que afrontar una prueba, cuyo éxito les concedería tu mano y su fracaso la decapitación en el acto. Pese a que no les sirve de mucho, mis súbditos cada vez aprecian más su cabeza; quieres creer que sólo tres pretendientes se han presentado en palacio.
- Hazlos pasar padre. Quiero que sepas que estos tres voluntarios, son perfectamente admisibles, pues sin duda poseen la primera virtud que debe adornar al Califa de los Creyentes: la valentía.
Entran tres varones de mediana edad y parecida apariencia, la princesa a primera vista, los juzga capaces de procrear hijos y de desenvainar la cimitarra si es preciso, para vender cara su vida.
La suave voz de Zubayda, los cautiva de inmediato: -Quiero que confiéis en mí. Voy a vendaros los ojos un momento, mientras pongo en un pañuelo y prendidas sobre vuestras cabezas una bola de las de este collar que llevo sobre mi pecho. Como veis son cinco esferas, dos maravillosas perlas blancas que extrajo Simbad de las profundidades del Mar Rojo, y tres preciadas esferas de azabache que trajo de su viaje a los confines del océano. Cada uno portará sobre su cabeza una bola, las otras se quedarán en esta bolsa de cuero de gacela. Quien manifieste acertadamente el color de la que porta, se quedará con la gema para el anillo de compromiso. Quien por hablar, se equivoque, será decapitado en el acto. El silencio, no otorga, premio ni castigo.
La hermosa Zubayda, mujer al cabo y cuyo caprichoso corazón, ya había elegido en secreto, dispuso las gemas de tal modo que correspondió a uno, una perla blanca y a los otros una negra. Cuando la princesa les retiró la venda de los ojos un silencio espeso se hizo en la habitación.
Al cabo de unos instantes en los que ninguno se atrevía a hablar, pensando en la terrible suerte de quien incurriera en una equivocación - como ella esperaba -habló el elegido. Mi señora, la gema que llevo sobre la cabeza es negra, de eso estoy completamente seguro.
La princesa Zubayda y “su mozo” contrajeron de inmediato matrimonio y el reinado del Califa de Bagdad fue un periodo de dicha para su pueblo, pues el califa poseía dos de las más extrañas y desconocidas virtudes en la raza humana: *la de ponerse en el lugar de los demás antes de formular un juicio y la defender este juicio con valentía, incluso frente a lo desconocido.
(Nota: La solución del enigma está en la frase subrayada).
"Un egoísta es aquel que no piensa en mi” ( Boris Vian)
Esta fría mañana de enero quiero que cerréis los ojos, y os olvidéis del presente y como el vagabundo de Jack London, vengáis conmigo a Bagdad. No al Bagdad actual, sino al del Siglo X, al Bagdad eterno de las Mil y Una Noches. Llegamos en buena hora, acaba de atardecer y se ofrece una agradable y perfumada noche de primavera (Aprovechemos que nadie nos ve y entremos en el dormitorio de la princesa. Justo a tiempo… la hermosa Zubayda, acaba de salir del baño, la piel morena y reluciente de esencias de aceite perfumado, el pelo mojado y suelto le cae sobre una fina bata de seda, que resalta las redondeadas formas de su cuerpo joven y esbelto. La custodia un hercúleo eunuco negro como el ébano, que le calza dos chapines de terciopelo verde.
Llaman a la puerta y aparece su padre el Sultán acompañado de la guardia abisinia.
-Querida hija, hoy se cumple el mes desde que hicimos la proclama. Tal como dijiste, publicamos que los pretendientes tendrían que afrontar una prueba, cuyo éxito les concedería tu mano y su fracaso la decapitación en el acto. Pese a que no les sirve de mucho, mis súbditos cada vez aprecian más su cabeza; quieres creer que sólo tres pretendientes se han presentado en palacio.
- Hazlos pasar padre. Quiero que sepas que estos tres voluntarios, son perfectamente admisibles, pues sin duda poseen la primera virtud que debe adornar al Califa de los Creyentes: la valentía.
Entran tres varones de mediana edad y parecida apariencia, la princesa a primera vista, los juzga capaces de procrear hijos y de desenvainar la cimitarra si es preciso, para vender cara su vida.
La suave voz de Zubayda, los cautiva de inmediato: -Quiero que confiéis en mí. Voy a vendaros los ojos un momento, mientras pongo en un pañuelo y prendidas sobre vuestras cabezas una bola de las de este collar que llevo sobre mi pecho. Como veis son cinco esferas, dos maravillosas perlas blancas que extrajo Simbad de las profundidades del Mar Rojo, y tres preciadas esferas de azabache que trajo de su viaje a los confines del océano. Cada uno portará sobre su cabeza una bola, las otras se quedarán en esta bolsa de cuero de gacela. Quien manifieste acertadamente el color de la que porta, se quedará con la gema para el anillo de compromiso. Quien por hablar, se equivoque, será decapitado en el acto. El silencio, no otorga, premio ni castigo.
La hermosa Zubayda, mujer al cabo y cuyo caprichoso corazón, ya había elegido en secreto, dispuso las gemas de tal modo que correspondió a uno, una perla blanca y a los otros una negra. Cuando la princesa les retiró la venda de los ojos un silencio espeso se hizo en la habitación.
Al cabo de unos instantes en los que ninguno se atrevía a hablar, pensando en la terrible suerte de quien incurriera en una equivocación - como ella esperaba -habló el elegido. Mi señora, la gema que llevo sobre la cabeza es negra, de eso estoy completamente seguro.
La princesa Zubayda y “su mozo” contrajeron de inmediato matrimonio y el reinado del Califa de Bagdad fue un periodo de dicha para su pueblo, pues el califa poseía dos de las más extrañas y desconocidas virtudes en la raza humana: *la de ponerse en el lugar de los demás antes de formular un juicio y la defender este juicio con valentía, incluso frente a lo desconocido.
(Nota: La solución del enigma está en la frase subrayada).
La verdad es que no sé la solución del enigma. Supongo que la princesa esperaba que su elegido la amase tanto y fuese tan valiente como para arriesgar su vida para asegurarse el matrimonio con ella. El elegido seguro que percibió esto, y además notó que ella lo había elegido a él, así que tomó la palabra. ¡Pero no sé cómo supo que su bola era negra! Quizá en la cultura de entonces las perlas no eran valiosas, o el azabache lo era mucho más, y por tanto solo el negro era apto como gema para el anillo nupcial.
ResponderEliminarAlabo tus imaginativas conjeturas; pero es mucho más simple. Si el otro con la piedra negra, viera dos perlas blancas, le hubiera faltado tiempo para decir que la suya es negra; como no lo dice; la mia, sin ninguna duda es negra. Hoy lo llaman empatía, colocarse en el lugar del otro y debería ser requisito acreditado para jueces y gobernantes.
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