domingo, 4 de enero de 2009

Ramón. Su ¿Visión de la invisibilidad?.



Los tres primeros días del año fueron lluviosos. María estuvo en casa, como siempre encontró en su correo la felicitación de Montse, que estaba de viaje y la de Ramón que proponía una nueva excursión por la vecina sierra apenas parara de llover. Montse y Ramón, eran dos forofos del montañismo, quizá por no ser todavía una pareja eran inseparables. María pasaba buena parte de sus vacaciones de verano, recorriendo con ellos los Pirineos.
Ramón era un tipo de unos treinta años, pequeño de estatura, su rostro era agraciado, tenía las facciones regulares y los ojos grandes y expresivos. Solía hablar poco y María valoraba que nunca parecía tener prisa y siempre estaba dispuesto a escuchar. Su compañía era agradable, su trato era tan fácil que apenas se notaba. Una mirada atenta, una sonrisa en los labios, un buen carácter, en suma. Y esa forma inocente que tenía de pasarle el brazo, casi con esfuerzo por encima de los hombros. María sospechaba que Montse estaba secretamente enamorada de Ramón, y a veces se sorprendía envidiándola por ello. Ramón no le atraía físicamente, pero en cambio, siempre lo pasaba muy bien con él, era un buen hombre y les unía una gran simpatía.

¡ Pero Ay... no es el amor acaso más auténtico, cuando nace de la simpatía y no del deseo; así desde luego, no deja heridas!.

El cuatro de enero, por fin dejó de llover, y pude salir con Ramón de excursión. Sin decirle nada, lo llevé al soto, al paraje en que unos días antes me había encontrado al caballero. No había ni rastro de él. Me fijé en que sus pisadas, bien marcadas en el barro, conducían a una pequeña cabaña de pastor. Allí quedaban los restos de una hoguera, probablemente había pasado aquí la noche. En el marco de la ventana encontré una guirnalda de rosas silvestres y un sobre con mi nombre.
La nota contenía una enigmática despedida. Agilulfo me decía que sólo era dueño de su voluntad, no de su destino. Que su voluntad habia sido quererme como mujer, pero su destino, que era reservado, se lo vedaba. Que siempre me tendría presente en su corazón y que si yo quería volver a hacerlo presente pensara en él. Su figura sólo podría volver a hacerse explícita a mis sentidos a través de la llama del recuerdo. - "El recuerdo, para un barco perdido en el mar, es como la luz de un faro en la costa; tenlo presente: como la lamparilla de aceite, con la que la amada espera despierta, a que su amado regrese por la noche. ¡No debes dormirte, amor mio!. "


A Ramón le sorprendió mucho de todo esto y tuve que contarle toda la historia con detalle, si bien le hice prometer que no la referiría. Cuando terminé de contársela, reaccionó de una manera extraña, pues estuvo un rato comprobando si habia o no otras huellas de pisadas en el prado, que no fueran las de entrada en dirección a la cabaña. Y no pronunció palabra en todo el camino de regreso a casa.
Para despedirse me dijo: - Has pensado alguna vez en las posibilidades de poder actuar a capricho para un ser que sea invisible. Nunca podría ser reconocido y mucho menos inquietado. En un ser así tiene que haber algo maligno, pues la invisibilidad y la impunidad son dos de las condiciones que inclinan siempre el alma humana hacia el mal.

Version eléctrica de la 1ª parte de la sonata del diablo de Tartini. Shaphira


1 comentario:

  1. Soy invisible para los que más amo. Mi sumisión me ha dado la invisibilidad.

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