Hoy sopla un fuerte viento de poniente, es seco y cálido y ha hecho subir la temperatura 10 grados.
Al salir del gimnasio, Carlota tenía ganas de hablar. Carlota es rubia, alta, de aspecto nórdico- su padre es noruego- y si no una belleza, aquí en el Mediterráneo, resulta una mujer bastante llamativa. No suele hablar mucho de sí misma y para quien no la conoce, quizá por su aspecto aguerrido -y cuando ejerce de médico, por su pose profesional - puede parecer un tanto reservada, incluso, arrogante. Entre sus amigas en cambio, goza de gran simpatía. Sabe mediar entre ellas y jamás se jacta de ningún triunfo ya sea profesional o personal.
Carlota es un alma cándida, de esas que se esfuerzan más en hacer creer a los demás que son felices y menos en ser felices de veras. Nunca se queja, ni cuenta sus males y muy raramente quiere hablar de lo que le pasa. ¡Por eso sé, que esta tarde es importante que la escuche!.
Nos hemos instalado tras la cristalera de una solitaria cafetería del centro, y mientras nos sirven, vemos pasar los remolinos de polvo, papeles y bolsas de plástico por las aceras.
Conociendo lo que ella llama "mis veleidades literarias", Carlota inició la conversación con una cita, que le permitía ir directa al grano
- Dicen que "los males comunicados, sino alcanzan sanidad causan alivio". Y sin embargo, a mi me cuesta mucho hablar de lo que siento. Tú eres mi mejor amiga, por eso acudo a ti y te pido de antemano un poco de paciencia.
- ¡Paciencia nos hace falta a todos!, dije- Y ya sabes, también lo que suele decirse, que : " Los males que no tienen fuerza para acabar la vida, tampoco han de tenerla para acabar la paciencia".
Carlota sonrío ante mi salida, y dijo:- Vaya parece que te inspira, la brisa favorable de tu quijotesco caballero.
- Ambas citas son del Quijote, dije, -algo picada y con expresión que pretendía ser cortante.
- Sí pero mi muchachote, quizá se un buen hombre, pero nada tiene de caballero andante.
- ¿ Qué quieres decir?.
- Me ha dicho que no se puede tomar en serio ninguna relación de pareja.
- ¿Y tú lo querías?.
- ¡Temo que sí, aunque a cualquier otra persona le juraría que con él, no pretendía sino un buen entretenimiento!.
- ¿ Y qué busca nuestro apuesto galán en esta vida?.
- No quiere compromisos y según dice "lo que más ama después de la libertad, es la serenidad".
Carlota no dijo nada más. ¿Acaso hay en la sangre escandinava una cierta propensión al laconismo?. Lo cierto, es que calló durante un largo rato, dando sorbitos al té y mirando de hito en hito a María, como esperando su veredicto.
María, se conocía y aunque trataba de evitarlo (se resistió sus buenos 5 minutos, hasta que su té se le enfrió) al final, fiel a su profesión, acabó por emitirlo:
- ¡Olvídalo eso es lo que puedo decirte !. ¡En este mundo hay dos tragedias dolorosas, la primera es no conseguir lo que se desea, la segunda es conseguirlo. Esta última es la peor!.
Estoy de acuerdo con La Rochefoucauld, pero no con María. Si no tuviéramos deseos, seríamos estatuas muertas. Así que simplemente hay que relativizar la importancia de nuestros deseos y de su cumplimiento o no. En mi opinión, la vida no es una tragedia, sino un regalo para disfrutarlo.
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