lunes, 12 de enero de 2009

La alegría.


María trabajaba en el gabinete psicológico de los servicios sociales del Ayuntamiento. Sabía guardarse para sí, sus devaneos pesimistas y " siendo de hermosura espléndida e índole suave" alcanzaba logros de integración social que a otros les hubieran supuesto mayor tiempo y esfuerzo. La fortaleza de una mujer juiciosa, se decía para sí misma, no es más que el arte de encerrar el propio desasosiego dentro del corazón. Y escuchaba... con paciencia afable lo que el paciente maltratado por la vida tenía a bien contarle. ¡María sabía escuchar...!
Era plenamente consciente de que no dependía de ella la solución de la mayoría de los problemas económicos, culturales o de salud de sus pacientes. Pero ejercía su labor psicológica atendiendo a un principio ético inquebrantable. La sabiduría que quería transmitir tenia que ser "práctica". Es decir un saber que se practica por medio de la alegría y el amor. La alegría vendría así, a ser el medio por el que realizar este tipo de “ saber “ y el objetivo y fin de toda sabiduría. Spinoziana sin saberlo, trataba de trasmitir a sus pacientes esta alegría. La alegría les decía, “es sin porqué". Esa capacidad inexplicable para obtener de la vida una especie de suplemento subjetivo que la hace notoriamente deseable, no puede ser buscada, sobreviene o no. Nada en la vida es causa necesaria de alegría para nadie, nada en la vida, ni en la muerte es obstáculo definitivo para la alegría. Y ciertamente quizá no podamos cambiar el mundo, les decía, pero si podemos cambiar de actitud, y una actitud adecuada es la base para preparar la alegría.

4 comentarios:

  1. En mi opinión, la felicidad y la alegría no nos sobrevienen por sí solas como la lluvia, sino que son el resultado de nuestra elección. No podemos elegir nuestras circunstancias externas, pero sí podemos elegir nuestras actitudes con respecto a ellas, y por tanto podemos elegir ser felices y alegres o desdichados y tristes. Evidentemente, unas circunstancias nos lo pondrán fácil y otras difícil, pero nunca imposible.

    ResponderEliminar
  2. Por tanto, creo que esa capacidad de encontrar alegría puede ser buscada y aprendida. Y no es inexplicable: he leído libros que la explican en sus diversos aspectos: el neurológico, el psicológico y el práctico.

    ResponderEliminar
  3. Entonces Pau, tu no opinas como D. Arturo (schopenhauer) que "uno puede elegir lo que quiere,pero no puede elegir querer lo que quiere o no querer lo que no quiere". La actitud es muy importante, pero mucho me temo que la alegría, ese estado de gracia, tan parecido a la fe, es sin porqué, es un don.

    ResponderEliminar
  4. Efectivamente, no estoy de acuerdo con Schopenhauer: creo que la actitud consciente sí puede hacer un trabajo que acaba conduciendo a la recuperación de la alegría innata que todos llevamos dentro y que perdimos junto con la niñez. Cuando veo a mi hijo de casi tres años, que todos los días se levanta con gran alegría y que se entusiasma con cualquier cosa, por cotidiana que a nosotros nos parezca, me doy cuenta de que la alegría es innata, es el estado natural del ser humano como lo es la salud. Lo que pasa es que llevamos todos una vida tan malsana, tan alejada de la naturaleza y de lo que de verdad nos conviene, que al final lo antinatural es lo más frecuente y creemos que es lo normal.

    ResponderEliminar