Habla Ramón:
Cuando reuní el valor suficiente para decirle a Montse que la quería, también le dije que me había prendado de ella desde la primera vez que la vi.
Después de llevar todo un curso como compañeros de clase, no fue hasta junio, cuando me dijo por primera vez que fuera su casa para preparar juntos un examen. Recuerdo que estaba preciosa y yo me moría de ganas de decírselo. Sin embargo, las horas de la noche fueron pasando y llegó la hora de dormir, sin que me hubiera atrevido a decirle una palabra. Por la mañana Montse abrió la puerta de mi habitación, llevaba un pijama blanco muy escotado . Yo estaba sentado en la cama con las piernas cruzadas una encima de la otra. Se me quedó mirando con curiosidad y me preguntó ¿qué hacía… o si me pasaba algo? . Le dije que sí y le conté "lo que me pasaba". Durante la noche, se me había venido a la cabeza una frase que había leído en alguna parte y que quizá me dio el valor para hacerlo: “ No creo que haya mujer en el mundo que no se sienta halagada, si uno le declara su amor. Eso es lo que hace a las mujeres tan irresistiblemente adorables”.
¡Temí no volver a verla… nunca me sentí digno del amor de una mujer tan alegre y hermosa como ella!. Mi alma temblaba, cuando Montse se acercó y me dio un beso largo en los labios. Luego ambos tratamos de mirar a otro lado... desayunamos en silencio y nos fuimos al examen.
A Montse, según me dijo, lo que le sorprendió de mi torpe declaración fue “lo del amor a primera vista”.
- Uno de nuestros más graves errores, dijo, es pasarnos los días y los años deseando ser amados por lo que somos y por como pensamos –debido a nuestras verrugas y no a pesar de ellas-. Y como la mayoría de las personas, muy sensatamente, somos incapaces de ofrecer este amor incondicional a primera vista, dudamos mucho que tengamos derecho a exigirlo; incluso a esperarlo…
- Todos jugamos un poco con la idea - dije- de que alguien nos conozca e inmediatamente nos acepte y nos quiera tal como somos. "Vivir es esperar y tener esperanza lo más humano".
Cuando reuní el valor suficiente para decirle a Montse que la quería, también le dije que me había prendado de ella desde la primera vez que la vi.
Después de llevar todo un curso como compañeros de clase, no fue hasta junio, cuando me dijo por primera vez que fuera su casa para preparar juntos un examen. Recuerdo que estaba preciosa y yo me moría de ganas de decírselo. Sin embargo, las horas de la noche fueron pasando y llegó la hora de dormir, sin que me hubiera atrevido a decirle una palabra. Por la mañana Montse abrió la puerta de mi habitación, llevaba un pijama blanco muy escotado . Yo estaba sentado en la cama con las piernas cruzadas una encima de la otra. Se me quedó mirando con curiosidad y me preguntó ¿qué hacía… o si me pasaba algo? . Le dije que sí y le conté "lo que me pasaba". Durante la noche, se me había venido a la cabeza una frase que había leído en alguna parte y que quizá me dio el valor para hacerlo: “ No creo que haya mujer en el mundo que no se sienta halagada, si uno le declara su amor. Eso es lo que hace a las mujeres tan irresistiblemente adorables”.
¡Temí no volver a verla… nunca me sentí digno del amor de una mujer tan alegre y hermosa como ella!. Mi alma temblaba, cuando Montse se acercó y me dio un beso largo en los labios. Luego ambos tratamos de mirar a otro lado... desayunamos en silencio y nos fuimos al examen.
A Montse, según me dijo, lo que le sorprendió de mi torpe declaración fue “lo del amor a primera vista”.
- Uno de nuestros más graves errores, dijo, es pasarnos los días y los años deseando ser amados por lo que somos y por como pensamos –debido a nuestras verrugas y no a pesar de ellas-. Y como la mayoría de las personas, muy sensatamente, somos incapaces de ofrecer este amor incondicional a primera vista, dudamos mucho que tengamos derecho a exigirlo; incluso a esperarlo…
- Todos jugamos un poco con la idea - dije- de que alguien nos conozca e inmediatamente nos acepte y nos quiera tal como somos. "Vivir es esperar y tener esperanza lo más humano".
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