"El amor, esa grandiosa pasión capaz de resistir todas las pruebas, es incapaz de sobrevivir a la más anodina de todas: la convivencia diaria".
Habla Montse:
Ramón y yo, decidimos no convivir bajo un mismo techo. Seguimos siendo vecinos y nos visitamos a menudo, quedamos para comer, para salir...y hasta puede que nos vayamos a la cama de un modo furtivo, como piensa María; pero a nadie le hemos dado nunca a entender que somos una pareja.
Nos horroriza lo que conlleva la convivencia diaria:La rutina, el cansancio, la pesadumbre de tener que envejecer a la vista del otro, compartiendo las pequeñas miserias en el trato, el mal olor de la boca al despertar, el tedio de las tardes de domingo y los achaques de la edad.
Ese pasar los años, en una convivencia seca desatenta, que se manifiesta por lo general como un rechazo a toda conversación.Ese silencio en compañía, demasiado ostensible para pasar desapercibido, tan denso y opresivo como una afrenta. Nada tiene de sutil ese agrio mutismo, de soledades baldías como campos de espinas.
Añoramos el silencio de otras tardes, la tristeza interior de la persona solitaria, que invita a la reflexión, al extravío del espíritu, al temblor del alma, o cuando menos... a la rancia compasión por uno mismo.
¡Brindemos por las ligeras distracciones!. ¡Yo os invoco: El sueño, el ejercicio, la lectura, la música, la poesía. Que vuestro poder alado, haga más leve la vida!. ¡Para que cada vez que nos encontremos, tengamos siempre presente, las pautas de la buena conversación, las reglas de la afabilidad en el trato diario!. Ninguna convivencia íntima puede sobrellevarse si no está dulcificada por la cortesía.
La convivencia diaria es dura, desde luego. Pero no tiene por qué hacer fracasar una relación. Eso sí, es imprescindible que haya respeto.
ResponderEliminarPau