domingo, 10 de mayo de 2009

Reseña de La metamorfosis de Kafka.

"El argumento y el ambiente son lo esencial, no las evoluciones de la fábula, ni la penetración psicológica: De ahí la primacía de sus cuentos sobre sus novelas". Jorge Luis Borges, sobre la obra Kafka.


Las tres primeras lineas de “La Metamorfosis” ponen al lector ante una situación inverosimil y angustiosa: “Cuando una mañana Gregorio Samsa se despertó después de un sueño intranquilo, se encontró en su cama transformado en un espantoso insecto”.
Desde un principio la obra despertó un extraordinario interés y se tradujo a las principales lenguas europeas. El término “ Kafkiano” se acuñó para significar esas situaciones absurdas y terroríficas en las que por desgracia ha sido pródigo el siglo XX. Las dos Guerras Mundiales, el surgimiento de los estados totalitarios, el Holocausto, las devastaciones y exterminios masivos de la primera mitad de siglo, convirtieron “ La Metamorfosis” en un símbolo.
Sobre ella han abundado las interpretaciones políticas, psicológicas y hasta biográficas. Como si ante la quiebra de la racionalidad, el pensamiento alegórico,capaz de enlazar “de un salto” con el sentido y la finalidad de las cosas fuera el único modo posible de expresar lo trágico.
Con independencia de su carácter simbólico, lo primero que llama la atención en “La Metamorfosis” es su condición de pesadilla. La etimología de la palabra pesadilla que en Griego era “Efialtes” y en Latín “Incubus”, alude al “demonio” que oprime al durmiente y le inspira un sueño aflictivo. Cada párrafo de “La Metamorfosis” contiene esa opresión que nos invade cuando sufrimos la desgracia súbita, la pérdida irreparable.
El protagonista no acepta la condición de bicho, que sin advertirlo, se ha apoderado de él. Para tratar de ignorarla intenta instalarse en la única realidad a su alcance, la de lo más inmediato y cotidiano. El arranque del relato que es el fluir mental de Gregorio Samsa, tendido en el lecho, sobre el que planea la terrible extrañeza de no poder despertar, es a mi parecer uno de los pasajes cumbre de la literatura universal.
Este continuo debartirse en la incertidumbre sobre la consistencia de la vigilia y la del sueño que es precisamente el aspecto más aflictivo de las pesadillas, nos plantea un dilema metafísico.
En la vida corriente nos figuramos que el sueño es una continuación de la vigilia. Así parece convenir a la necesidad práctica y a las reglas de la cordura. Los acontecimientos de los sueños no son secuenciales, ni se atienen a la lógica. Por eso aunque los recordemos y nos esforcemos en relatarlos e interpretarlos, tenemos por fuerza que admitir, que no podemos explicarlos; pues en ningún caso se ajustan a las pautas del pensamiento causal.
Sin embargo, ocurre que a veces, la propia realidad se transforma. Se nos hace extraña e incomprensible, los hechos no parecen ajustarse a las leyes de la causa y el efecto. En estas ocasiones, no es infrecuente la figuración opuesta: La realidad es otra, los sueños ya no nos parecen parte de la vigilia, sino como creen los niños y dicen los poetas, toda la vigilia es sueño.
Lo cierto es que la medición de las ondas cerebrales durante la vigilia y el sueño, revela pocas diferencias. Podemos estar despiertos o podemos dormir y soñar, nuestra actividad mental objetivamente es la misma. Recuerdo la famosa frase de Shakespeare: “ Estamos hechos de la misma madera que nuestros sueños”.

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