martes, 28 de julio de 2009

Los Justos



"Los Justos".

Un hombre que cultiva su jardín como quería Voltaire.
El que agradece que en el mundo haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados, que en un café del Sur, juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita, un color una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia un animal dormido.
El que prefiere que los otros lleven razón.
Esas personas que se ignoran están salvando el mundo.

J.L Borges.

sábado, 25 de julio de 2009

La cruzada de Pedro el Ermitaño

La vida en el siglo XI, para los pueblos de Occidente era corta y muy difícil. Los siervos y la gran masa campesina sufrían la opresión de los grandes terratenientes feudales. Los soberanos se hayaban en perpetuo conflicto con sus vasallos y estos se combatían entre sí, en un estado de guerra de todos contra todos. Los pueblos eran arrasados, las cosechas robadas, la población esclavizada,los campos quedaban abandonados, y el hambre y la peste hacían estragos.
Este es el contexto en el que se produce la predicación de la primera cruzada por el Papa urbano II en el concilio de Clemont Ferrand (1095). “ Los Turcos han invadido Antioquía, Nicea y Jerusalén que ¡guarda el sepulcro de Cristo y otras muchas ciudades y han desplegado sus inmensas fuerzas contra el imperio Bizantino. Quienes lucha entre si en criminales guerras fratricidas, luchen contra los infieles, que quienes hasta hoy fueron bandidos se conviertan en soldados, que quienes han combatido a sus hermanos y parientes, combatan contra los infieles”. ¡ Dios lo quiere!
La sugestiva palabra de los monjes advino en las masas desesperadas como un mensaje de lo Alto, como una invitación a elevar los ojos de la tierra y dirigirlos al lejano Oriente por donde sale el sol. La idea de poder abandonar la miserable vida llena de privaciones y libres de la tiranía del señor feudal, poder acercarse al santo sepulcro, producía entre los desgraciados una suerte de borrachera espiritual, que obraba maravillas de entusiasmo. El misticismo les infundía nuevas ansias de vida, unidas al deseo de morir dignamente como un mártir y no como un perro enfermo de hambre y de miedo. Tan pronto el siervo cosía la cruz roja sobre sus pobres vestidos, se veía libre de su esclavitud y le parecía iniciar una nueva vida plena de hazañas y de aventuras.
La predicación de un tal Pedro de Amiens, un monje ermitaño, que ataviado con un burdo hábito y descalzo, peregrinaba de ciudad en ciudad montado en un asno, constituyó un exaltado grito de libertad, para miles de desgraciados. El lema de la cruzada “Dios lo quiere” prendió como el fuego entre los campesinos de Francia e Italia. Ya en la primavera del 1096, Pedro el Ermitaño, había reunido diez mil cruzados entre hombres mujeres y niños. Todos querían asistir al gran milagro: la liberación de Jerusalén.
En su camino hacía oriente, estas huestes dispersas de indigentes que habían abandonado sus casas, tenían que mantenerse de la caridad pública. Y, cuanto faltó ésta, tuvieron que dedicarse al pillaje, que en la Península Balcánica, se convirtió en una verdadera guerra de exterminio con la población; una auténtica plaga para Bizancio. Es por eso, que al llegar a Constantinopla, el Emperador Alejo Conmeno, se apresuró a poner a sus disposición, los navíos necesarios para que fueran embarcadas de inmediato al Asia Menor. Estas turbas ignorantes, sin armas, ni preparación, fueron una presa fácil para el ejército Selyucida, que las aniquiló sin piedad, en Nicea, al poco de desembarcar.
Quién sabe, acaso cumplieron así el secreto propósito de sus corazones, y aliviándose de la pesada esclavitud de sus vidas, vinieron a morir como mártires convencidos de haber ganado el paraíso?

La fantasía del dinero

La excesiva preocupación por el dinero es uno de los rasgos neuróticos más acentuados en las sociedades opulentas. Hay muchas personas que por sus ingresos, sus bienes o sus ahorros o incluso por su avanzada edad, tienen objetivamente lo suficiente para vivir, y sin embargo, esta inquietud por el dinero, las hace presas de un estado de ansiedad que las agota y les impide el goce de la vida. Estoy convencido de que incluso dentro de nuestra injusta sociedad capitalista, en algún punto entre la pobreza y la opulencia, existe la posibilidad de adquirir una sana perspectiva en nuestra relación con el dinero. Sospecho que dicha perspectiva está mucho más cerca de una vida emocionalmente equilibrada que de una cuenta bancaria equilibrada. Quiero decir, que quien realmente desea hacer algo, se preocupa tan sólo de cuanto necesita para hacerlo. En sentido contrario la gente que no tiene afición por nada suele ser aficionada al dinero.
La más perniciosa fantasía sobre el dinero es la de la “Lotería”. Es decir la creencia en que el dinero "que no se tiene" podría resolver por nosotros nuestros problemas. Esta fantasía es la madre de la indolencia y la pasividad y nos dificulta cualquier empeño que pongamos en averiguar cuales son nuestros verdaderos problemas para resolverlos. Raramente el dinero es el problema y sin embargo cuanto más opulenta y consumista es una sociedad, más suele imputar sus males a la falta de dinero. (Un ejemplo, es achacar el creciente fracaso de los matrimonios a la ausencia de dinero. Cuando debería pensarse más bien en todas las discusiones que se generan acerca de quien gasta más, en qué y por qué etc).
El dinero juega sobre todo, como símbolo de poder, como fantasía de dominio y sumisión, de perniciosas consecuencias prácticas

viernes, 17 de julio de 2009

Constantinopla: "La Ciudad".

Una de las formas de narrar la historia es atendiendo al devenir de las grandes ciudades.


No es descabellado afirmar que la civilización ha brotado siempre en el apogeo de determinados núcleos urbanos: La llamada “historia de las civilizaciones” que nació con la Ilustración, se ha centrado en el particular acontecer de estas paradigmáticas ciudades: Ur, Lagash; Babilonia, Menphis, Tebas, Cnosos; Atenas, Roma. La historia socio-económica del siglo S XIX y los estudios antropológicos y de lo cotidiano en boga, siguen remitiendo a estos antecedentes ciudadanos. En este sentido se puede aventurar que la historia de la civilización es primordialmente urbana.
El paradigma de “La Ciudad” como toda simplificación sintética, puede resultar peligroso. Pero al historiador se le hace intolerable el silencio de esos largos periodos de vacío cultural, donde el caos es el protagonista histórico. Trata de encontrar un principio ordenador que contraponer al absurdo. Así el Renacimiento se elaboró en el reflejo de la Atenas clásica. Nuestra civilización actual sobre el modelo de la megalópolis americana Nueva York.
El referente a una capitalidad cultural no ha dejado de utilizarse con fines provechosos o infames. El hombre anhela localizar, incluso topográficamente- el centro de su universo. “El sueño de La Ciudad” se repite indefinidamente a lo largo de la historia.
Donde más claramente aparece este recurso es en esa concatenación de siglos oscuros que por convención llamamos Edad Media. Una sola ciudad Constantinopla -en el Bósforo- se constituye en el centro político y cultural del mundo civilizado. La “ Nea Roma” más que la heredera de Roma, es la réplica en miniatura de los vastos territorios donde siglos antes fertilizó el helenismo y la romanizad. Constantinopla y el Imperio son las dos hojas de un díptico. Para la mentalidad medieval su inexpugnable perfil amurallado encierra los secretos de dos mil años de civilización.
En repetidas ocasiones durante su larga historia, la ciudad fue por sí sola, todo el Imperio. En tiempos de Romano Lecapeno y de Simeón, era todo lo que quedaba del Imperio en Europa; en tiempos de los Heraclidas y de los Conmenos, todo lo que quedaba en Asia. Y sin embargo, en cada ocasión lo rehizo de la catástrofe en que parecía hundirse. La marejada de pueblos del Medievo hizo asfixiante la contracción territorial del imperio, pero la civilización pervivió porque existía Constantinopla.
La ciudad aprovechaba toda ocasión favorable para reaccionar, acá contra los búlgaros, allá contra los árabes o contra los turcos. El éxito en la recreación del Imperio era consecuencia del acerbo cultural atesorado: el sentido de la función pública, la organización administrativa, la finura de la diplomacia, la superioridad técnica, fueron sus presupuestos. De otra manera, de nada hubieran servido los afortunados lances militares de sus estrategas, insignificantes en el fragor violento de los tiempos.
Ciertamente, Constantinopla era una gran ciudad militar. El emperador Teodosio II a principios del siglo V, había hecho construir, de las orillas del Mar de Mármara, al fondo del Cuerno de Oro, una admirable línea de murallas y su privilegiada situación, había convertido a la ciudad en una fortaleza inexpugnable. Pero la verdadera fuerza de Constantinopla era su protagonismo cultural incontrastable para la época.En su abigarrado perímetro se atesoraban veinte siglos de conocimiento. La ingeniería, la logística, la intendencia, la pericia naval, la técnica armamentística, incluso “el fuego de Calinico”, no son producto casual de una sola generación.
Los propios enemigos soñaban con Constantinopla, como una ciudad de maravilla, entrevista con un resplandor de oro. Mientras esa prodigiosa ciudad, no hubiese sucumbido nada se habría logrado; el Imperio seguiría en pie, el Éufrates y el Danubio podrían volver a ser sus fronteras. Toda la Edad media soñó con Constantinopla. Se soñaba con ella bajo las frías nieblas de Noruega y a lo largo de los ríos rusos por donde descendían los aventureros del norte hacia la incomparable Zarigrado. Se soñaba también en los castillos de Occidente, donde los trovadores cantaban las maravillas del Palacio Imperial y en los bancos de Venecia, calculando las magnificas rentas que los emperadores obtenían anualmente.
Cuando al fin los otomanos lo hubieron tomado todo, Constantinopla constituyó por sí sola, el estado de Bizancio. Sobrevivió más de un siglo al Imperio Bizantino. Ese último día los turcos interrumpieron la misa en el altar mayor de Santa Sofía. Constantinopla seguía siendo una de las más hermosas ciudades del mundo, pero para entonces ya habia dejado de ser “ La Ciudad”.

jueves, 16 de julio de 2009

Daimon

Los seres humanos han necesitado siempre que exista algo superior, más sólido y seguro que su incierta existencia cotidiana, más duradero que su inestable conciencia personal. Al no encontrarlo, han preferido adorar un símbolo, antes que afrontar su perturbador demonio personal.

Greguería con imagen

" El ruido de los pies descalzos de una mujer sobre los baldosines, da una fiebre sensual y cruel" Ramón Gomez de la serna

martes, 14 de julio de 2009

Una etapa del Camino de Santiago.

11ª ETAPA. DÍA 1 DE AGOSTO DEL 2001.DE BELORADO A SAN JUAN DE ORTEGA. 24 KM.


Salimos de Belorado un día nublado y bastante fresco por un hermoso camino vecinal; a la derecha se extiende una hilera interminable de chopos junto a un río, a la izquierda los campos de trigo maduro al amanecer, limitados por un antiguo muro de piedras completamente tapizado de maleza. El camino que es una reliquia, uno de los pocos caminos antiguos que se conservan intactos, conduce hasta Villambista. Atravesamos distintas aldeas de antiguas casas agrícolas, con su patio a la entrada, el portón, y la cuadra, como las de nuestros abuelos, como la de la calle Santa Cecilia, num 7 de Espinosa del Camino, donde ya no vive nadie.
Al atravesar esta localidad, iniciamos el ascenso de una elevada muela, el lugar más alto de la comarca y desde el que se contemplan grandiosas panorámicas. A primera hora de la mañana un viento helado procedente del páramo nos cala por dentro y nos obliga a apretar el paso. Después de un largo rato, comenzamos a divisar al frente las primeras ondulaciones de la sierra, con Villafranca Montes de Oca al pie de las montañas.
Un café con leche bien caliente en el restaurante “El Pájaro” – que está a la entrada- nos devuelve el resuello. Compramos algo de pan de pueblo y salchichón en la tienda y sin detenernos comenzamos la subida de los Montes de Oca. Las rampas parten desde el mismo Villafranca, el camino de herradura cubierto de robles es una delicia. Aparentemente poco ha cambiado desde el Siglo XIV, cuando Aymeric Picaud, extraviado y sin víveres, cuenta que tuvo que mojar el pan duro que le quedaba en una fuente para poderlo comer. Nosotros también hemos querido comer nuestro pan en la “Fuente de Mojapán”, un lugar que impresiona por su belleza.
Desde la fuente tenemos que seguir subiendo todavía un largo trecho, más arriba el viejo camino de herradura se transforma en una pista. Durante más de diez Kilómetros los robles se alternan con los pinos negros en un frondoso bosque por el que caminamos durante más de dos horas. Finalmente allá a lo lejos se divisa en un enorme claro del bosque en forma de círculo una edificación de piedra de aspecto señorial: El Monasterio de San Juan de Ortega. ¡Desde los montes su estampa es una maravilla!. Sin duda esta etapa es una de las más bonitas del camino.

El alojamiento está en el mismo monasterio, los dormitorios son amplias estancias con literas corridas y hay espacio entre una y otra, ¡Todo un lujo!. Los aseos no son peores que los de otros albergues; la única pega es que no tiene previsto donde lavar la ropa y nos vemos obligados a hacer la colada en la hermosa fuente del lugar, que al poco tiempo tiene el agua turbia por el jabón. Las vecinas de un lugar tan apartado, tienen un estricto sentido del decoro y su celo por mantener las “buenas costumbres” ejercido con el recio genio burgalés, provoca cierto alboroto y no poca burla entre los peregrinos; como cuando tratan de impedir que alguien acuda a la fuente a lavar sin vestir la camiseta o cuando la propia hospitalera penetra en el dormitorio para impedir que las parejas se tumben juntos en la cama.

Tomamos un memorable almuerzo en el bar a base del menú único en estos montes: un par de huevos fritos con morcilla de arroz. ¡Gran Señora la morcilla!. ¡ Creo que esta señora es burgalesa!. A continuación procede dedicar un rato a la siesta, y luego queda poco que hacer: una visita a la iglesia y al cenotafio del Santo y otro rato a la terraza del único bar, dedicado a la francachela. Uno tiene la sensación de estar ejecutando acciones mil veces repetidas por los peregrinos que pasan por este mismo lugar. Allí se da cita todo el grupo, que a partir de mañana se disgregará, muchos lo dejarán en Burgos, otros afrontarán etapas más largas etc. Por eso no viene mal un rato de risa a costa de la pobre hospitalera solterona o incluso del cura, que esta noche no nos ofrecerá las tradicionales sopas de ajo (lleva veinte años haciéndolas para los píos peregrinos), ya que ninguno ha querido asistir a misa de 6:30 h a pesar del reiterado reclamo de las campanas de la espadaña.
La mejor despedida suele ser el silencio, por eso sin decir nada Pepe y yo nos hemos levantado de la silla para dar un paseo al atardecer y contemplar la inmensa soledad de este paisaje. El bosque, bastante sombrío a estas horas de la tarde, traza un círculo casi perfecto sobre el monasterio; me pregunto en qué oscuros tiempos medievales se habrá talado este claro. Sin duda su finalidad sería poner en cultivo las tierras aledañas y atender al sustento de la abadía. Pasamos por un lugar que parece el centro de un tremedal, todavía un algive enterrado recoge el agua que escurre de estos montes para garantizar el abastecimiento del monasterio. Son las 8:30 h de la tarde, los colores pardos y amarillos de los trigales alcanzan esa belleza que sólo tienen al final del atardecer. El galgo del cura se ha venido con nosotros; en medio del silencio, a veces se oye el chasquido de una codorniz; el perro se para y enfila el hocico en pintorescas posturas rituales.

domingo, 12 de julio de 2009

Oración




Bien te veo correr, tiempo ligero,
cual por mar ancho despalmada nave,
a mas volar como saeta o ave
que pasa sin dejar rastro o sendero.


Yo dormido en mis daños persevero,
tinto de manchas y de culpas grave;
aunque es forzoso que me limpie y lave
llanto y dolor, aguardo el dia postrero.


Éste no se cuando vendrá; confío
que ha de tardar, y es quizá llegado
y antes será pasado que creído.


Señor, tu soplo aliente mi albedrío
y limpie mi alma, el corazón llagado
cure y ablande el pecho endurecido".


Francisco de Quevedo

sábado, 11 de julio de 2009

La travesía del mar tenebroso

"Cuando el mundo era un milenio más joven todos los sucesos tenían formas más pronunciadas y los hombres parecían aún más desvalidos ante las grandes contingencias de la vida". ( J. Huizinga)


La tierra era un enorme planeta y el océano una inmensidad tenebrosa cuya extensión ninguna nave se atrevía a surcar. En las mitologías antiguas, el negro océano era el arcano que conduce al mundo de los difuntos. Bengalies, fenicios, griegos, ninguno de los primeros pueblos de comerciantes, se arriesgaron nunca a otras rutas distintas del cabotaje en el mar interior.
Un espeso silencio cubrió, hasta bien entrado el siglo XX, cuantas tentativas hicieran los hombres, antes del viaje de Colon para surcar lo ancho del desconocido océano.
Pero es cierto que la audacia humana es hija de la necesidad; y en el siglo IX ya era un hecho incuestionable que los vikingos, pese a su pobreza, disponían de embarcaciones superiores a la de “los pueblos civilizados". Pareció verosimil la narración aparecida en una saga islandesa del siglo XIII, sobre el primer descrubrimento de América por los escandinavos en los albores del primer milenio. En ella se canta la epopeya del caudillo Erico el Rojo, "llamado el sanguinario" que huyendo de Groenlandia para evitar el castigo de sus muchos asesinatos, topó con la costa de los Estados Unidos. Y la su hijo Leif Ericson, que en un viaje a Noruega, también fue desviado miles de millas hacia el oeste, hasta llegar a una tierra fértil a la que llamo "Vinlandia" ( país de las vides ) *
La dureza del clima, el exceso de población, debieron determinar en el siglo IX, unas espantosas condiciones de vida en la Península Escandinava. En el transcurso de los años, fue configurándose en la montañosa península, una sociedad igualitaria y guerrera, que en su contacto con las poblaciones del sur, adquirió hábitos de arrojo y temeridad no igualados hasta entonces. Las temibles expediciones de saqueo y destrucción formaban parte del adiestramiento de la juventud y con frecuencia la base de su futura suerte La historia medieval europea confirma el escaso dominio que sus reyes y jefes tenían sobre los jóvenes guerreros que organizaban las expediciones de merodeo. Grande debió ser la necesidad de un pueblo al que sus creencias religiosas infundían el arrojo para improvisar sus propias tumbas, en la proa de las naves que pilotaban, hacia donde nadie se había atrevido hasta entonces.
Según la saga mencionada, tres años después del regreso de Leif Ericsson, el islandés, Torfinn Karlsevni, zarpó de Groenlandia con tres navíos, para ir en busca de nuevos territorios, y pasó tres años en Vinlandia. La saga ofrece datos confusos sobre como los vikingos hubieron de defenderse en diversas ocasiones de los ataques de un pueblo aborigen. Lo cierto, es que las investigaciones realizadas han sido incapaces de determinar el lugar concreto de este asentamiento. Una densa oscuridad prevalece sobre el establecimiento groenlandés en América del Norte. Aunque no se ha probado, la existencia de una colonia permanente, hay motivos para creer, que hasta el año 1347, se dirigían navíos de Groenelandia Occidental hasta el Sur del Labrador en busca de madera para la construcción naval. En las excavaciones groenlandesas se han hallado ataúdes de madera de alerce, una especie autóctona de América del norte.
La colonia groenlandesa de Erico el Rojo y el descubrimiento de América de su hijo Leif Ericsson, parecen haber sido curiosos callejones sin salida. Y es que aunque centenares de colonos estuvieron dispuestos, hace mil años, a abandonar Islandia por las tierras mucho más inhóspitas de Groenlandia, y sólo había un paso más, para llegar a la mucho más abundante Vinlandia; sin embargo, no llegó a fundarse allí una colonia permanente. Hoy resulta casi imposible, aclarar las causas.
El asentamiento groenlandés prosperó y durante siglos consiguió valerse por si mismo. El propio Leif Ericsson fue bautizado con ocasión de un viaje a Noruega. Y el cristianismo fue introduciéndose entre sus moradores, acabando por vencer a los terribles dioses escandinavos. Según los archivos del Vaticano, estas parroquias quedaron adscritas al lejano obispado de Hamburgo-Bremen. Existen referencias de que los Groenlandeses solían clavar una estaca en el pecho de los difuntos hasta la llegada del sacerdote al entierro con la cruz y el agua bendecidas. En el año 1126 se envió a Groenlandia un obispo propio, Arnaldo, quien enseñó a los groenlandeses a hacer vino sacramental con hinojos marinos que crecían entre los brezos de la costa. La pesca, la leche y la carne de sus animales domésticos, las hortalizas que podían cultivar en su corta estación agrícola, hicieron prosperar la colonia: El comercio de pieles, de colmillos de morsa, el de los paños de frisa, hechos con la espesa lana de las velludas ovejas del extremo Norte, llegó a ser intenso, durante los siglos XII y XIII. La colonia pudo haber llegado a los tres mil habitantes.
Una población de este tamaño tuvo que haberse extendido hasta agotar los escasos rincones de la isla que ofrecían posibilidades de subsistencia. Y acaso más allá hacia el lejano poniente…
En el siglo XV el mercado del marfil africano, los paños ingleses y flamencos, fueron desplazando las exportaciones de Groenlandia: Decreció el comercio y la comunicación con el mundo exterior, se fue haciendo menos frecuente. En 1492 una carta pontificia enviada a al remota diócesis de Groenlandia, no tuvo otro destino que ser venerada en el altar de la única iglesia subsistente, ya que no había sacerdote que pudiera leerla. En este año ceso toda comunicación entre Groenlandia y Europa Occidental.¡No deja de ser paradójico que el mismo año que los europeos descubrían América, Groenlandia se perdiera en el olvido!.
¿ Qué le había ocurrido a esta comunidad tan sólidamente establecida durante quinientos años para llegar a su total extinción?.
Las sagas islandesas hablan de cruentas guerras con los cazadores nómadas del remoto norte. Según las leyendas del pueblo Inuit, los esquimales conquistaron hacia 1360 la región más occidental de Groenlandia. Era de los asentamientos de esta zona más inhóspita y fría de la isla, de donde trescientos años antes, habrían partido los viajeros hacia poniente. Pocos años más tarde, los esquimales acabaron destruyendo también los establecimientos más orientales. Los últimos colonos groenlandeses fueron quemados en sus iglesias y se llevaron a la tumba el secreto de Vinlandia, que para ellos, pudo no haber sido, sino una de tantas islas.


*El nombre de Vinlandia pudiera responder a una manifiesta intención propagandística. Es conocido el amor que los vikingos profesaban por el jugo de la uva, que en ocasiones motivaba que se desviaran decenas de millas en sus incursiones.

jueves, 9 de julio de 2009

La astrología

"La astrología nos ofrece una prueba grandiossa de la mísera subjetividad de las personas, que hace que refieran todo a sí y que de todo pensamiento regresen enseguida en linea recta a sí mismos. La astrología refiere al mezquino "yo" el curso de los grandes cuerpos celestes y pone en relación los cometas del cielo con las disputas e imbecilidades terrenales". Arthur Schopenhauer

martes, 7 de julio de 2009

Convivir en pareja

"No extremes nunca las cosas esto es lo primero en el matrimonio". F. Dostoievski

La convivencia matrimonial se sostiene sobre la base de un buen equilibrio psicológico personal. No es creíble que alguien pueda estar a gusto con otro, si antes no es capaz de estar a gusto consigo mismo.
Tener una personalidad bien estructurada es una operación laboriosa, lenta de artesanía, en la que uno va talando y podando lo que no es útil y añadiendo elementos positivos que la irán haciendo más madura.La capacidad para controlar y dominar los sentimientos y las pasiones es un signo de madurez. Esta facultad consiste en esencia en el continuo ejercicio de “aplazar recompensas” y de “ampliar la visión”, lo que sin duda resulta difícil en una sociedad como la nuestra, donde todo tiene que ser rápido y hacerse sobre la marcha.
La convivencia es un arte que necesita dedicación y orden mental. Se sostiene sobre distintos elementos que conviene cuidar: el lenguaje verbal y el no verbal ( los gestos, el contacto ocular, el tono y el timbre de la voz, la expresión facial, la postura), el contenido de la comunicación ( lo que se dice, la expresión de los sentimientos positivos o negativos, el saber pedir ayuda, disculparse, iniciar y sugerir relaciones sexuales), el aprendizaje del diálogo ( saber escuchar y decir de forma clara y concreta lo que se quiere decir, ser positivo y flexible, no confundir la sinceridad con las expresiones duras y descalificadoras...). Las técnicas para adquirir las habilidades de la comunicación conyugal persiguen “la asertividad” – el decir y hacer lo más conveniente para eludir el enfrentamiento en cada caso y constituyen un inmenso campo de aprendizaje.
La convivencia en armonía precisa una atenta observación de los fallos, los defectos y los errores que se van produciendo y la búsqueda de soluciones para los conflictos. No hay que perder de vista que sus grandes enemigos son el cansancio del día a día, la falta de novedades de una vida monótona, lánguida e insulsa, y el hecho de no compartir cosas, ni intercambiar conductas gratificantes.

sábado, 4 de julio de 2009

Un cuento genial: Los desterrados de Poker -Flat

"Ni el enfermo pregunta si la mano que arregla su almohada es pura, ni al moribundo le importa si los labios que tocan su frente han conocido el beso del pecado" Oscar wilde


Este celebrado cuento de Francis Bret Harte, fue calificado, por Borges, de "joya de la narración épica"; es uno de mis cuentos preferidos.

Cuando Mr John Ohakhurst, jugador profesional, puso el pie en la calle Mayor de Poker-Flat, en la mañana del día 22 de noviembre de 1850, tuvo el presentimiento de que desde la noche anterior, se había efectuado un cambio en la atmósfera moral. Dos o tres hombres que conversaban entre si gravemente, callaron cuando se acercó, al tiempo que cambiaron miradas significativas. Reinaba en el aire una tranquilidad dominguera, y esto en un campamento poco acostumbrado a la influencia del domingo, parecía de mal agüero. Sin embargo, la cara tranquila y hermosa de Oakhurst no reveló el menor interés por estos síntomas. ¿Tenía conciencia acaso de alguna causa que lo determinaba? Esa ya era era otra cuestión.
—Deduzco que van tras de alguno—pensó;—tal vez tras de mí.
metió en su bolsillo el pañuelo con que había sacudido de sus botas el rojizo polvo de Poker-Flat, y con entera calma desechó de su mente toda conjetura.
Y es cierto que Poker-Flat andaba tras de alguno.Recientemente había sufrido la pérdida de algunos miles de pesos, de dos caballos de valor y de un ciudadano preeminente, y en la actualidad pasaba por una crisis de virtuosa reacción, tan ilegal y violenta como cualquiera de los actos que la provocaron. El comité secreto había resuelto liberar a la ciudad de todas las personas indeseables. esto se hizo de un modo irrevocable , respecto a dos hombres que colgaban ya de las ramas de un sicomoro, en la hondonada, y de un modo temporal con el destierro de otras varias personas poco gratas. Siento tener que decir que algunas de éstas eran señoras; pero en descargo del sexo, debo advertir que su inmoralidad era profesional y que sólo ante un vicio tal y tan patente se atrevía Poker-Flat a erigirse en juez.
Razón tenia Oakhurst al suponer que estaba él incluido en la sentencia. Algunos miembros del comité había insinuado la idea de ahorcarlo, como medida ejemplar y procedimiento seguro de reembolsarse, a costa de su bolsillo, de las sumas que les había ganado.
—No es justo —decía Sim Wheeler— dejar que ese joven de Roaring Camp, extranjero por sus cuatro costados, se lleve nuestros ahorros.
Pero un imperfecto sentimiento de equidad, emanado de los que habían tenido la buena suerte de limpiar en el juego a Oakhurst , acalló las mezquinas preocupaciones locales.
Mr Oakhurts recibió el fallo con filosófica calma, tanto más meritorio por cuanto sospechaba de las vacilaciones de sus jueces. Era demasiado buen jugador para no someterse a la fatalidad. para él , la vida era un juego de azar y reconocía el tanto por ciento en favor del que daba las cartas.


Una piquete de hombres armados acompañó a la deportada maldad de Poker-Flat hasta las afueras del campamento. Además de Mr Oakhurst, reconocido como hombre decididamente resuelto, y para intimidar al cual se había tenido cuidado de armar el la escolta, formaban la partida de los expulsados una joven conocida familiarmente por "la Duquesa", otra mujer que se había ganado el título de "madre Shipton", y el tío Billy, sospechoso de robar filones y borracho empedernido. La cabalgata no motivó comentario alguno de los espectadores, ni la escolta dijo la menor palabra. Sólo cuando alcanzaron la hondonada que marcaba el último límite de Poker-Flat, el jefe habló brevemente en relación con el caso: quedaba prohibido el regreso a los expulsados bajo pena de muerte.

Después cuando ya se alejaba la escolta, los sentimientos reprimidos se manifestaron en algunas lágrimas histéricas por parte de la Duquesa, en injurias por la de la "madre Shipton" y en blasfemias que, como dardos envenenados, lanzaba el tío Billy. Tan sólo el filosófico Oakhurst permanecía silencioso. oyo con tranquilidad los deseos de la madre Shipton de sacar el corazón a alguien, las repetidas afirmaciones de la Duquesa de que se moriría en el camino, y también las alarmantes blasfemias que al tío Billy parecían arrancarle las sacudidas de su cabalgadura. Con la obligada galantería de los de su clase, insistió en trocar su propio caballo, llamado El Cinco, por la mala mula que montaba la Duquesa; pero ni aun esta acción despertó simpatía alguna entre los de la partida. La joven arregló sus ajadas plumas con cansada coquetería; la madre Shipton miró de reojo con malevolencia a la posesora de "El Cinco", y el tío Billy no perdonó a ninguno de la partida con sus diatribas.
El camino de Sandy-Bar, campamento que en razón de no haber experimentado aún la regeneradora influencia de Poker-Flat, parecía ofrecer algún aliciente a los emigrantes, atravesaba una escarpada cadena de montañas, y exigía a los viajeros una larga jornada. En aquella avanzada estación, la partida pronto salió de las regiones húmedas y templadas de las colinas, al aire seco, frío y vigoroso de las sierras. la senda era estrecha y dificultosa; hacia el mediodía, la Duquesa, dejándose caer de la silla de su caballo al suelo, manifestó su resolución de no continuar más allá y la partida hizo un alto.
El lugar era singularmente salvaje e imponente. Un anfiteatro poblado de bosques, cerrado en tres de sus lados por rocas cortadas a pico en el desnudo granito, se inclinaba suavemente sobre la cresta de otro precipicio que dominaba la llanura. Sin duda alguna, era el punto más a propósito para un campamento, si hubiera sido prudente el acampar. Pero Mr Oakhurst, sabía que apenas habían hecho la mitad del viaje a Sandy-Bar, y la partida no estaba equipada ni aprovisonada para detenerse. Recordó esta circunstancia a sus compañeros acompañándola de un comentario filosófico sobre la locura de tirar las cartas antes de acabar el juego. Pero estaban provistos de licores, que en esta contingencia suplieron la comida y todo lo que les faltaba. A pesar de su protesta, no tardaron en caer en mayor o menor grado bajo la influencia de la bebida.

La madre Shipton se echó a roncar; el tío Billy pasó rápidamente del estado belicoso al de estupor y la Duquesa quedó como aletargada. Sólo Mr Ohakhurst permaneció en pie, apoyado contra una roca, contemplándolos con tranquilidad. Mr. Oakhurst no bebía; esto hubiera perjudicado a una profesión que requiere cálculo, impasibilidad y sangre fría; en fin, para valernos de su propia frase, no «podía permitirse este lujo».
Mientras contemplaba sus compañeros de destierro ,el aislamiento nacido de su oficio, y de las costumbres de su vida y sobre sus mismos vicios, le oprimió profundamente por vez primera . Se apresuró a quitar el polvo de su traje negro, a lavarse las manos y cara y a practicar otros actos característicos de sus hábitos de extremada limpieza, y por un momento olvidó su situación. Ni por un instante se le ocurrió la idea de abandonar a sus compañeros, más débiles y dignos de lástima; pero, sin embargo, echaba de menos aquella excitación que, extraño es decirlo, era el la que determinaba la tranquila impasibilidad por la que era conocido. Contemplaba las tristes murallas que se elevaban a mil pies de altura, cortadas a pico, por encima de los pinos que lo rodeaban; el cielo cubierto de amenazadoras nubes, y más abajo el valle que se hundía ya en la sombra, cuando oyó de repente que lo llamaban por su propio nombre.

Un jinete ascendía poco a poco por la senda. No tardó mucho en reconocer en la franca y animada cara del recién venido reconoció a Tom Simson, llamado el Inocente de Sandy-Bar. Lo había encontrado hacía algunos meses en una partidita, donde con la mayor legalidad ganó al cándido joven toda su fortuna, que ascendía a unos cuarenta dólares. Después que hubo terminado la partida, Mr Oakhurst se retiró con el joven especulador detrás de la puerta, y allí le dijo la palabra

—Tom, eres un buen muchacho, pero no sabes jugar ni por valor de un centavo; no lo pruebes otra vez.
Le devolvió su dinero, lo empujó suavemente fuera de la sala de juego, y así hizo de Tom, un amigo incondicional.

El entusiasta saludo que Tom dirigió a Mr Oakhurst, recordaba esta acción. Según dijo, iba a tentar fortuna en Poker-Flat.
—¿Solo?
—Completamente solo, no: a decir verdad (aquí se rió), se había escapado con Piney Woodds. ¿No recordaba ya don Jorge a Piney Woods , la que servía la mesa en el Hotel de la Templanza? Hacía tiempo que tenía en relaciones con ella, pero el padre, Jake Woods, se opuso; de manera que se escaparon e iban a Poker-Flat a casarse, ¡y aquí estaban! ¡Qué fortuna la suya en encontrar un sitio donde acampar en tan grata compañía .


Mientras dijo todo esto El Inocente, Piney woods muchacha de quince años, rolliza y de buena presencia; salía de entre los pinos, donde se ocultaba ruborizándose y adelantó su caballo hasta ponerse al lado de su novio.
Poco solía preocuparse Mr Oakhurst de las cuestiones sentimentales y aún menos de las de conveniencia social, pero instintivamente comprendió las dificultades de la situación. Tuvo suficiente aplomo para largar un puntapié al tío Billy que ya iba a soltar una de las suyas, y el tío Billy estaba bastante sereno para reconocer en el puntapié de don Jorge un poder superior que no toleraría bromas. Después se esforzó en disuadir a Tom de que acampara allí; pero fue inútil. Le objetó que no tenían provisiones ni medios para establecer un campamento; pero, por desgracia, el Inocente desechó estas razones asegurando a la partida que iba provisto de un mulo cargado de víveres, y descubriendo además una tosca imitación de choza abierta al lado de la senda.
—Piney podrá ocuparla con Mrs Oakhurst—dijo el Inocente, señalando a la Duquesa.
—Yo ya me las compondré.
Pronunciadas estas palabras, le fue preciso a Mr Oakhurst toda su energía para impedir que estallase la risa del tío Billy, que aún así hubo de retirarse a la hondonada para recobrar la seriedad. Allí confió el chiste a los altos pinos, golpeándose repetidas veces los muslos con las manos, entre las muecas, contorsiones y blasfemias que le eran propias. A su regreso encontró a sus compañeros sentados en amistosa conversación alrededor del fuego, pues el aire había refrescado en extremo y el cielo se encapotaba. Piney estaba hablando animadamente con la Duquesa, que la escuchaba con un interés y una atención que desde hacía mucho tiempo no había mostrado.
El Inocente discurría con igual éxito junto a Mr Oakhurst y a la madre Shipton, que se mostraba amable.
—¿Acaso es esto una estúpida excursión al campo? —dijo el tío Billy para sus adentros con desprecio, contemplando el silvestre grupo, las oscilaciones de la llama y las caballerías atadas.
De pronto, una idea se mezcló con los vapores alcohólicos que enturbiaban su cabeza. La idea sería seguramente chistosa, pues se golpeó otra vez los muslos y se metió un puño en la boca para contener la risa.
poco a poco las sombras se deslizaron por la montaña arriba, una ligera brisa cimbreó las copas de los pinos y aulló a través de sus largas y tristes avenidas. La cabaña en ruinas, toscamente reparada y cubierta con ramas de pino, fue cedida a las señoras. Al separarse, los novios, cambiaron un beso tan puro y apasionado, que el eco pudo repetirlo por encima de los oscilantes pinos. La frágil Duquesa y la cínica madre Shipton estaban, probablemente, demasiado asombradas para burlarse de esta última prueba de candor, y se dirigieron sin decir palabra hacia la choza. Avivaron otra vez el fuego; los hombres se tendieron delante de la puerta, y pocos momentos después dormían todos.

Mr. Ohakhurst tenía el sueño ligero; antes de apuntar el día, despertó aterido de frío. Mientras removía con un tizón el moribundo fuego, el viento que soplaba entonces con fuerza, llevó a sus mejillas algo que le heló la sangre: la nieve. Se dirigió sobresaltado a los que dormían con intención de despertarlos, pues no había tiempo que perder; pero al volverse hacia donde debía estar tendido el tío Billy, vio que éste había desaparecido.
Cruzó rápidamente por su mente una idea desagradable, y una maldición salió de sus labios. Voló hacia donde habían atado a los mulos: ya no estaban allí.
Las sendas desaparecían rápidamente bajo la nieve .
Por un momentoMr Oakhurst quedó aterrado , pero pronto se volvió hacia el fuego, con su serenidad habitual. No despertó a los dormidos. El Inocente descansaba tranquilamente, con una apacible sonrisa en su rostro cubierto de pecas, y la virginal Piney dormía entre sus frágiles hermanas, como custodiada por guardianes celestes. Mr Oakhurst, echándose la manta sobre los hombros, se atusó el bigote y esperó la luz de la mañana.Vino ésta poco a poco, envuelta en neblina y en un torbellino de copos de nieve que cegaba y confundía. Lo poco que podía ver del paisaje parecía transformado como por encanto. Tendió la vista por el valle y resumió el presente y el porvenir en cuatro palabras: "Atrapados por la nieve".
El detenido examen de las provisiones, que, afortunadamente para la partida estaban almacenadas en la choza, por lo que escaparon a la rapacidad del tío Billy, les dio a conocer que, con cuidado y prudencia, podían sostenerse aún diez días más.
—Eso —dijo Mrs Oakhurst sotto voce al Inocente, —con tal que nos quiera usted tomar a pupilaje; si no (y tal vez hará usted mejor en ello), esperaremos que el tío Billy regrese con las nuevas provisones.
Por algún motivo desconocido Mr Oakhurst no dio a conocer la infamia del tío Billy, y expuso la hipótesis de que éste se había extraviado del campamento, cuando salio en busca de los animales que se habían escapado sin duda.
Echó una indirecta acerca de lo mismo a la Duquesa y a la madre Shipton, que, como es natural, comprendieron la defección de su asociado
—Dándoles el más pequeño indicio, descubrirán también la verdad respecto de todos nosotros —añadió con intención, —y no conviene asustarles por ahora.
Tom Simson no sólo puso a disposición de Mr Oakhurst todo lo que llevaba, sino que parecía disfrutar ante la perspectiva de una obligada reclusión.
—Habremos pasado una semana de campamento, después se derretirá la nieve, y partiremos cada cual por su lado.
El franco optimismo del joven y la serenidad de don Jorge, se comunicó a los demás. El Inocente, por medio de ramas de pino, improvisó un techo para la choza, que no lo tenía, y la Duquesa contribuyó al arreglo del interior con un gusto y tacto que hicieron abrir grandes ojos de asombro a la joven provinciana.
—Ya se conoce que está acostumbrada a casas hermosas en Poker-Flat —dijo piney.

La Duquesa dio media vuelta rápidamente, para ocultar el rubor que teñía sus mejillas, aun a través del colorido postizo de las de su profesión, y la madre Shipton rogó a Piney que no dijese aquellas cosas. Al regresar Mr Oakhurst de su penosa e inútil exploración en busca del camino, oyó el sonido de una alegre risa que el eco repitió varias veces. Algo alarmado, se paró pensando en el aguardiente que había escondido prudentemente.
—Esto no suena a aguardiente —dijo el jugador.
Pero hasta que a través del temporal vio la fogata y en torno de ella el grupo, no se convenció de que todo ello era una broma de buen género. Yo no sé si Mr Oakhurst había ocultado su baraja con el aguardiente como objeto prohibido a la comunidad, lo cierto es que, valiéndome de las propias palabras de la madre Shipton, «no se habló una sola vez de cartas» durante aquella noche. Menos mal que pudo matarse el tiempo con un acordeón que Tom Simson sacó solemnemente de su equipaje.
A pesar de algunas dificultades en el manejo de este instrumento, piney logró arrancarle una melodía recalcitrante, acompañándola el Inocente con unas castañuelas. Pero la pieza que coronó la velada fue un rudo himno de misa campestre que los novios, entrelazadas las manos, cantaron con gran entusiasmo y vehemencia. Creo que el tono de desafío, del coro y aire del Covenanter y no motivos religiosos que pudiera encerrar, fueron la causa de que acabaran todos por tomar parte en el estribillo:

Estoy orgulloso de servir al Señor,
y me obligo a morir en su ejército.

Los pinos crujían, la tempestad se desencadenaba sobre el miserable grupo y las llamas de la hoguera se lanzaban hacia el cielo como testimonio del voto.
A medianoche calmó la tempestad; los grandes nubarrones se corrieron y las estrellas brillaron centelleando sobre el dormido campamento. Mr Oakhurst, a quien sus costumbres profesionales permitían vivir, durmiendo lo menos posible, compartió la guardia con Tom Simson de modo tan desigual, que cumplió casi por sí solo esta obligación. Se disculpó con el Inocente, diciendo que muy a menudo se había pasado sin dormir una semana entera.
—¿Pero haciendo qué?—preguntó Tomás.
—El poker —contestó Mr Oakhurst, gravemente.
- Cuando un hombre llega a tener una suerte loca, antes se cansa la suerte que uno. No hay cosa más extraña que la suerte. Todo lo que se sabe de ella es que forzosamente debe cambiar. Y el descubrir cuándo va a cambiar, es lo que nos forma. Desde que salimos de Poker-Flat hemos dado con una vena de mala suerte. os reunís con nosotros y os pilla también de lleno. El que tiene ánimo para conservar los naipes hasta el fin, puede que se salve.


llegó el tercer día y el sol, a través de las blancas colgaduras del valle, vio a los desterrados repartirse las reducidas provisiones para el desayuno. Por una singularidad de aquel montañoso clima, los rayos del sol difundían benigno calor sobre el paisaje de invierno, como compadeciéndose de lo pasado; pero, al mismo tiempo, descubrían la nieve apilada en grandes montones alrededor de la cabaña. Un mar de blancura, sin confines, desconocido, sin senda,tendíase al pie del peñasco en que se acogían estos náufragos de nueva especie. y A través de un aire maravillosamente claro, se elevaba el humo de la rústica aldea de Poker-Flat ,a muchas millas de distancia. Lo observó la madre Shipton, y desde lo más alto de la torre de su fortaleza de granito lanzó hacia aquella una maldición. Fue su última blasfemia y tal vez por aquel motivo revestía cierto carácter sublime.
—Me siento mejor—dijo confidencialmente a la Duquesa. Prueba a salir allí y maldecirlos, y te convencerás.
Después se impuso la tarea de distraer a la criatura, como ella y la Duquesa tuvieron a bien llamar a Piney ; la novia del Inocente no era una polluela, pero las dos mujeres se explicaban de esta manera consoladora y original que no blasfemara y fuese honesta.
Otra vez vino la noche a cubrir el valle con sus sombras.

Las quejumbrosas notas del acordeón se elevaban y descendían junto a la vacilante fogata del campamento con prolongados gemidos y frecuentes intermitencias. Pero como la música no alcanzaba a llenar el penoso vacío que dejaba la insuficiencia de alimento, Piney propuso una nueva distracción: contar cuentos. No tenían ganas Mr Oakhurst ni sus compañeras de relatar las aventuras personales, y el plan hubiera fracasado también a no ser por el Inocente. Algunos meses antes había encontrado por casualidad un tomo desparejado de la ingeniosa traducción de la Ilíada, por Mr. Pope. propuso la tarea de relatar en el lenguaje corriente de Sandy-Bar, los principales incidentes de aquel poema, cuyo argumento dominaba, aunque con olvido de los versos. Aquella noche los semidioses de Homero volvieron a pisar la tierra. El pendenciero troyano y el astuto griego lucharon entre el viento, y los inmensos pinos del cañón y parecían inclinarse ante la cólera del hijo de Peleo. Mr Oakhurst escuchaba con apacible fruición; pero se interesó especialmente por la suerte de As-quiles, como el Inocente persistía en denominar a Aquiles, el de los pies ligeros.
De este modo, con poca comida, mucho Homero y el acordeón, transcurrió una semana sobrelas cabezas de los desterrados.Otra vez les abandonó el sol, y otra vez los copos de nieve de un cielo plomizo, cubrieron la tierra. dia tras dia les estrechó cada vez más el círculo de nieves, hasta que los muros deslumbrantes de blancura se levantaron a veinte pies por encima de la cabaña. El fuego fue cada vez más difícil de alimentar; los árboles caídos a su alcance, estaban sepultados ya por la nieve. Y no obstante, nadie se quejaba. Los novios, olvidando tan triste perspectiva, se miraban en los ojos uno de otro, y eran felices, y Mr Oakhurst se resignó tranquilamente al mal juego que se le presentaba ya como perdido. La Duquesa, más alegre que de costumbre, se dedicó a cuidar a piney; sólo la madre Shipton, antes la más fuerte de la caravana, parecía enfermar y acabarse poco a poco. A media noche del décimo día, llamó a Oakhurst a su lado :
—Me voy—dijo con voz de quejumbrosa debilidad- Pero no digais nada a los corderitos; tome el lío que está bajo mi cabeza y ábralo.
Oalhurst vio que contenían intactas las raciones recibidas por la madre Shipton durante los últimos ocho días.
—Delas a la criatura —dijo, señalando a la dormida Flora.
— ¡Se ha dejado morir de hambre! —dijo el jugador con sorpresa.
—Así se llama esto—repuso la mujer con voz apagada.
Se acostó de nuevo, y volviendo la cara hacia la pared, entró en una rápida agonía.
Aquel día enmudecieron el acordeón y las castañuelas, y se olvidó a Homero.
Al ser entregado el cuerpo de la madre Shipton a la nieve, Mr Oakhurst llamó aparte al Inocente y le mostró un par de zuecos para nieve, que había fabricado con los fragmentos de una vieja albarda.
—Hay todavía una probabilidad contra ciento de salvarla; pero es hacia allí —añadió señalando a Poker-Flat.
—Si puedes llegar en dos días, cantaremos victoria.
—¿Y usted?—preguntó Tomás.
—Yo me quedo—contestó secamente.
Los novios se despidieron con un largo abrazo.

-¿También se va usted?—preguntó la Duquesa cuando vio a Mr Oakhurst que parecía aguadar a Tom para acompañarle.
—Hasta el cañón —contestó.
Y, diciendo esto, besó a la Duquesa, dejando encendida su blanca cara y rígidos de asombro sus entumecidos nervios.
Volvió la noche pero no Mr Oakhurst. Trajo otra vez la tempestad y la nieve arremolinada. Avivando el expirante fuego, vio la Duquesa que alguien había apilado silenciosamente contra la choza, leña para algunos días más. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero las ocultó a Piney.
las mujeres durmieron poco aquella noche. Al amanecer, al contemplarse cara a cara comprendieron su común destino.No hablaron pero Piney, sintiéndose la más fuerte, se acercó a la Duquesa y la enlazó con su brazo, en cuya disposición se mantuvieron todo el resto de la jornada. La tempestad llegó aquella noche a su mayor furia, destrozó los pinos protectores e invadió la misma cabaña.
Hacia el amanecer no pudieron ya avivar el fuego, que se extinguió lentamente.
A medida que las cenizas se fueron apagando, la Duquesa se acurrucó junto a Piney, y por fin rompió aquel silencio que parecía eterno:
—piney; ¿puedes rezar aún?
—No, hermana... —respondió Piney dulcemente.
La Duquesa, sin saber por qué, se sintió aliviada, y apoyando su cabeza sobre el hombro de Piney no dijo más. Y así, reclinadas, prestando la más joven y pura su pecho como apoyo a su pecadora hermana, quedaron dormidas. El viento, como si temiera despertarlas, cesó. Copos de nieve, arrancados a las largas ramas de los pinos, volaron como pájaros de blancas alas y se posaron sobre ellas que ya dormian su sueño eterno. La luna a través de las desgarradas nubes contempló lo que hasta entonces habia sido un campamento humano. Toda impureza humana, todo rastro de dolor terreno habia desaparecido bajo el inmaculado manto tendido misericordiosamente desde lo alto.
Durmieron todo aquel día su apacible sueño, y al siguiente ya no despertaron, cuando voces y pasos humanos rompieron el silencio de aquella soledad. Y cuando una manos piadosa separó la nieve de sus marchitas caras, apenas podía decirse, por la paz igual que ambas traslucian cuál fuera la que se había pecado. La misma ley de Poker-Flat lo reconoció así y se retiró, dejándolas todavía enlazadas una en brazos de otra.
En la entrada de la garganta , sobre uno de los mayores pinos, se encontró un dos de bastos clavado en la corteza, con un cuchillo de monte. Contenía la siguiente inscripción, hecha con vigorosos trazos de lápiz:


AL PIE DE ESTE ÁRBOL YACE EL CUERPO DE
JOHN OAKHURST
QUE DIO CON UNA VENA DE MALA SUERTE
EL 23 DE NOVIEMBRE 1850
Y ENTREGÓ SUS FICHAS EL 7 DE DICIEMBRE 1850.

Y, frío y sin pulso, con un revólver a su lado y una bala en el corazón,todavía tranquilo como había sido en vida, yacía bajo la nieve el que a la vez había sido el más fuerte y el más débil de los expulsados de Poker-Flat.

miércoles, 1 de julio de 2009

Sobre la vanidad.

Echo y Narcissus. W. Waterhause
" ¡Oh fuerza de la adulación, a cuanto te extiendes y cuan dilatados límites, son los de tu jurisdicción agradable!" Miguel de Cervantes

La vanidad no es "un defecto", sino un aspecto constitutivo de la naturaleza humana. No es un simple vicio al que podamos contraponer, en régimen de igualdad, una virtud. La fuerza de la vanidad humana es tal , que si no derrumba todas las virtudes, ante los ojos de los demás, siempre las quebranta . Porque, ¡ Ay! lo que hace insoportable nuestra vanidad a los demás es sobre todo, que hiere la suya. Desde que nacemos, todos traemos una demasía de amor propio. Decía Oscar Wilde que si uno, no se tomase , un interés tan exagerado en si mismo, la vida sería tan tediosa que nadie aguantaría en ella.
Nos suele dar vergüenza afirmar en público, generalizando que carecemos de defectos, y que nuestros enemigos carecen de virtudes; pero particularizando, acaso no estemos muy lejos de creerlo. Y es que solo por vanidad confesamos nuestros defectos, dando a entender que carecen de importancia, para así, poder jactarnos de nuestras virtudes, comparándolas con aquellos. ¿ No será la modestia con la que parece que rechazamos los elogios, en el fondo, un deseo de que nos elogien de un modo más sutil?.
Nuestro amor propio es tan intenso que sólo la confianza que tenemos en nosotros mismos, es capaz de engendrar la que logramos poner en los demás. Paradójicamente, es esta aprobación que se da al ingenio, a la belleza y al valor de los demás, la que los acrecienta, los perfecciona y los hace conseguir resultados mayores de los que hubieran sido capaces de obtener por si mismos.