El sábado por la tarde un viento huracanado convirtió las calles en un infierno. Sólo en España, la caída de árboles, y los derrumbamientos han causado 11 muertos. ¡Poco menos que un ciclón en el trópico!. Resulta un alivio saberse a resguardo, junto al samovar de Jorge, con una taza de té en la mano, mientras ahí fuera el viento enviste todo a su paso y continúa bramando como si se hubieran desatado todos los diablos. Contemplamos la vacilante llama en la chimenea, por la que se cuela, de vez en cuando alguna ráfaga, y se nos hace patente nuestra pequeñez ante la fuerza desatada de la naturaleza.
Posiblemnete fue esta sensación, lo que llevó Jorge a seleccionar la lectura que sigue; sin duda, muy apropiada para una tarde como la de hoy.
* "Hubo un tiempo cuando el mundo era un milenio más joven en que todos los sucesos tenían formas mucho más pronunciadas. La tierra era un enorme planeta y los hombres parecían aun mas desvalidos ante las grandes contingencias de la vida. El frío cortante y las pavorosas noches de invierno eran un mal mucho más grave y apenas había lenitivos para la miseria y la necesidad.El nacimiento, el emparejamiento, la enfermedad, los largos viajes tomaban el brillo de lo misterioso. El mundo estaba lleno de Dioses implacables y la naturaleza era cruel e inquietante".
A este tiempo corresponde una mentalidad dominada por el pensamiento simbólico. Una forma de pensar arcaica, trabada por el miedo y la superstición, que no se atiene a la causalidad, que en nuestro tiempo, nos resulta chocante y ajena.
Pero en definitiva, una mentalidad que en absoluto está erradicada entre nosotros. Ya que por un lado, la composición emocional de nuestra inteligencia produce en nuestro pensamiento, frecuentes aboliciones en el orden mental lógico, que a duras penas nos atrevemos a reconocer. Y por otro, la miseria, la carencia de educación y el estado de precariedad de más de la mitad de la población mundial, que aún vive en los países pobres, aproxima al Medievo o incluso a la Prehistoria, la mentalidad de estos millones de necesitados.
Como escribió Johan Huizinga: “Nunca ha llegado a olvidarse que sería absurda cualquier cosa, si su significación se agotase en su función inmediata y en su forma de manifestarse; nunca se ha olvidado que todas las cosas penetran un buen pedazo en el mundo del más allá. Este saber nos es familiar como sentimiento no formulado que tenemos por momentos. Así por ejemplo cuando el rumor de la lluvia en las hojas de los árboles, o el resplandor de la lámpara sobre la mesa, en una hora de paz, se alarga a una percepción más profunda que la percepción habitual, que sirve al pensamiento práctico y a la acción.
Esta percepción puede aparecer en la forma de una obsesión morbosa, a la que las cosas le parecen preñadas de una amenazadora intención personal o de un enigma que sería indispensable conocer y sin embargo, resulta imposible descifrar. Pero más frecuentemente nos llena de la certeza serena y confortante de que también nuestra propia vida está entretejida en ese sentido misterioso del mundo”.
* El texto entrecomillado se corresponde con el comienzo y el capítulo correspondiente, del estupendo libro - hoy ya un clásico- del historiador holandés Johan Huizinga, titulado: " El Otoño de la Edad Media".
A este tiempo corresponde una mentalidad dominada por el pensamiento simbólico. Una forma de pensar arcaica, trabada por el miedo y la superstición, que no se atiene a la causalidad, que en nuestro tiempo, nos resulta chocante y ajena.
Pero en definitiva, una mentalidad que en absoluto está erradicada entre nosotros. Ya que por un lado, la composición emocional de nuestra inteligencia produce en nuestro pensamiento, frecuentes aboliciones en el orden mental lógico, que a duras penas nos atrevemos a reconocer. Y por otro, la miseria, la carencia de educación y el estado de precariedad de más de la mitad de la población mundial, que aún vive en los países pobres, aproxima al Medievo o incluso a la Prehistoria, la mentalidad de estos millones de necesitados.
Como escribió Johan Huizinga: “Nunca ha llegado a olvidarse que sería absurda cualquier cosa, si su significación se agotase en su función inmediata y en su forma de manifestarse; nunca se ha olvidado que todas las cosas penetran un buen pedazo en el mundo del más allá. Este saber nos es familiar como sentimiento no formulado que tenemos por momentos. Así por ejemplo cuando el rumor de la lluvia en las hojas de los árboles, o el resplandor de la lámpara sobre la mesa, en una hora de paz, se alarga a una percepción más profunda que la percepción habitual, que sirve al pensamiento práctico y a la acción.
Esta percepción puede aparecer en la forma de una obsesión morbosa, a la que las cosas le parecen preñadas de una amenazadora intención personal o de un enigma que sería indispensable conocer y sin embargo, resulta imposible descifrar. Pero más frecuentemente nos llena de la certeza serena y confortante de que también nuestra propia vida está entretejida en ese sentido misterioso del mundo”.
* El texto entrecomillado se corresponde con el comienzo y el capítulo correspondiente, del estupendo libro - hoy ya un clásico- del historiador holandés Johan Huizinga, titulado: " El Otoño de la Edad Media".
Yo leí ese libro hace tiempo y me gustó muchísimo...
ResponderEliminarPau