viernes, 6 de febrero de 2009

La Pax Romana.


A Jorge le encantaba la historia y solía elegir los viernes por la tarde, para despacharse a gusto con nosotros, en lo que el llamaba: "el recuerdo de los grandes hitos". Y aun siendo consciente de su carácter efectista y a la posibilidad de incurrir en simplificaciones arbitrarias que ningún historiador serio se permitiría, no quiso renunciar a hacer una serie de semblanzas, una especie de repaso de los momentos que le parecían más significativos de la historia de la humanidad.



Después de la victoria de Accio y de la muerte de Antonio, Octavio se encontró solo, al frente del ejército romano. El verdadero poder se asentaba ahora en el ejército; la República cuya vitalidad sometió al mundo durante siglos, estaba ahora muerta y no podía resucitar. Los jefes optimates no sobrevivieron a las guerras civiles y las proscripciones; y el pueblo de Roma tal y como aparecía en la Asamblea, era un mar agitado a capricho de los demagogos, una masa ciega que abandonaba su autoridad a quienes le daban pan y diversiones. El único organismo con significación política era el ejército y desde tiempo atrás este no pertenecía ya a la República, sino a su comandante en jefe. Las Magistraturas de la República no servían ya para el gobierno mundial. El venerable Senado sólo era ya el consejo comunal de la ciudad de Roma. Las fuerzas vivas de Roma estaban en las provincias, en ellas obtenían sus hombres las legiones, de ellas salían sus mejores cuadros de funcionarios, técnicos y militares, no de la decadente aristocracia romana.El Imperio necesitaba un hombre que velara por la prosperidad y por los intereses comunes de la romanidad, un sostén de las únicas estructuras estatales conocidas hasta entonces, y este hombre único, no podía ser otro que Octavio.
El reinado de Octavio Augusto fue el siglo de oro para el Imperio Romano; el siglo de la Paz, se cerraron la puertas del templo de Jano, como símbolo de la paz que reinaba en el mundo conocido bajo la protección de las armas romanas. Las provincias romanas alcanzaron la cima de su desarrollo, cayeron los obstáculos que hasta entonces dificultaban la circulación de bienes e ideas y podría decirse sin temor a exageración que para la mayoría de los hombres que vivían dentro de los límites del Imperio Romano la vida mejoró.
Octavio consiguió constituir un solo imperio homogéneo entre una multitud de razas que hablaban diferentes lenguas y tenían diferentes costumbres. Y su éxito se debió, no tanto a la supremacía militar del ejército romano, ni al castigo de los muchos gobernadores y funcionarios corruptos, sino sobre todo, al papel civilizador que jugaron las legiones en su larga convivencia con las poblaciones autóctonas muy atrasadas culturalmente y a dos maravillosos instrumentos: El latín, una lengua muy superior a las conocidas hasta entonces ( "y quizá aun hoy, la más elegante de todas") y a esa formidable arquitectura, el Derecho Romano, que durante un tiempo logró infundir en estos pueblos atrasados, que en el Estado Romano (representado por las magistraturas locales) se colocaba el interés general del Imperio, -es decir la Ley- por encima de todo lo demás.

3 comentarios:

  1. Creo recordar, que pasó una cosa semejante en la Grecia Helenística de Alejandro Magno, donde el ejercito hizo esa mezcla de culturas, que, tiempo después sirvio para ese gran Imperio Griego. Y esque ya se sabe... de las mezclas, siempre salen cosas buenas...

    Corregidme si me equivoco...(Toni y Teo, si me equivoco... xD)

    Mario

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  2. No te equivocas... la helenización de Asia Menor, la costa Egipcia y la influencia de la cultura griega en Persia y la India se debio en parte a los matrimonios mixtos promocionados por Alejandro. ¡Con gran disgusto en Macedonia, por cierto!.

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  3. Lógico... se considerarían de una casta superior, y no querrían mezclarse con bárbaros... Siempre ha pasado... xD

    Por cierto, el penúltimo post tambien te lo he comentado, a ver q te parece gañaaaaaaaaaan. xD

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