Desde que regresó del Carnaval María no había tenido noticias de Agilulfo, que no habia cumplido su promesa de venir a reunirse con ella. Se la veía triste y algo disgustada y éste fue el motivo de que le enviara por correo a Casa Contarini, la nota que sigue a continuacion:
Querido A.
La creencia en el destino como una losa que pesa sobre el mundo y sobre nosotros oculta una perniciosa actitud, la de tratar de eludir todo tipo de compromiso y de responsabilidad por nuestros actos. Ni admitiendo en un sentido amplio que no somos responsables de cuanto nos sucede en la vida, podemos evitar creer que no lo somos de las respuestas que damos a lo que nos sucede. Y en cualquier caso, siempre somos nuestras decisiones, más que como está al uso fingir producto de las de nuestros padres, nuestra religión, nuestro sexo o nuestro grupos racial o social.
Queramos admitirlo o no todos colocamos un modelo sobre nuestras “ingobernables emociones” que nos permite conducirnos adecuadamente y dar confianza a los demás de que hasta cierto punto somos fiables y coherentes. Este modelo es la actitud.
Quizá no podamos cambiar el mundo pero sí nuestra actitud. Cambiando de actitud podemos modificar nuestro rincón del mundo y acaso ya no tengamos porqué lamentarnos como víctimas de otras personas Oode nuestro triste destino.
Tuya, M.
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