lunes, 30 de marzo de 2009

Don Benito Pérez Galdós.

Nuestras virtudes morales favorecen principalmente a otros, las intelectuales por el contrario ante todo a nosotros. Por eso aquéllas nos hacen queridos de todos, y éstas odiados” Arthur Schopenhauer.


Como siempre Jorge aprovechó el fin de semana para leernos una semblanza de "sus predilectos" y hacer una reseña de sus lecturas preferidas.

Marianela 1878. Miau 1888. Misericordia 1897.Estas tres novelas escritas con un intervalo de diez años son buena muestra de la evolución intelectual y estilística de uno de los grandes escritores españoles contemporáneos. Cien años después la ingente obra de Galdós se ha convertido en la memoria colectiva en un verdadero compendio de la historia y de la sociedad española del siglo XIX. En las cuatro series de “Los Episodios Nacionales”, las más de treinta y cinco novelas y otras tantas obras de teatro, cobra vida una muchedumbre humana, sólo comparable por su intensidad con las genialidades de la pintura de Goya.
Como Lópe, Galdós es un gran improvisador, su curiosidad todo lo abarca, su atrevimiento temático es mayor que su profundidad teórica, apenas investiga, le basta con saberse entendido por la gente del pueblo. La rapidez con que traza sus novelas le impide pulir, la pobreza en la forma y la simplicidad argumental, a veces algo ramplona, llevó a los entonces jóvenes escritores del 98 a acusarle de falta de consistencia intelectual. Pero a D. Benito jamás le interesó la profundidad teórica de sus tesis, sino más bien aplicar sus extraordinarias dotes para la observación y descripción de tipos humanos y su asombrosa capacidad de síntesis, a procurar un clima emocional y espiritual que le permita vincularse con el lector.

En “ Marianela “ (1878) expresa sus ideas regeneracionistas encarnándolas un poco “a la buena de Dios” en la figura ideal de un científico, el oftalmólogo Teodoro Golfín, al que se contrapone el oscurantismo y la miseria moral y el desvalimiento de los demás personajes. La novela se construye a la manera de las de Dickens, con las que guarda relación, y contiene un regusto romántico de fuerte carga emocional.


En “Miau” (1888)- a mi juicio una de las mejores novelas del siglo XIX- Galdós que ha alcanzado la absoluta maestría en la descripción de tipos humanos, construye una obra coral, en torno a la despiadada familia y los compañeros de oficina de un funcionario cesante,(figura trágica de grandeza clásica ) cuyas tribulaciones le llevan al suicidio. La obra , sin concesiones al sentimentalismo, es una contundente crítica política de “La Restauración” y de la esterilidad de la clase media española.

En la década de los 90, inicia las llamadas “novelas espirituales” de justa fama, entre las que se encuentran “Nazarín” (1895), “Misericordia” y “El abuelo” (1898). Con los años sus ideas liberales y regeneracionistas se han contagiado de un cierto escepticismo ante la tozudez de la sombría realidad social y política española. El viejo escritor anticlerical, se refugia ahora en un cristianismo amable, sin luchas teóricas, apenas adivinado, en el que sólo cuenta la pura caridad y la acción para mejorar la sociedad.

En “Misericordia” es patente su interés por narrar las deplorables condiciones de vida de la inmensa mayoría silenciosa , la triste existencia de las clases humildes y desfavorecidas, por denunciar la falsedad de la estabilidad política y de la paz social. Sin embargo, la descripción de los barrios bajos del sur de Madrid, la de los tipos populares y mendigos va más allá de la mera exposición de los problemas de la época y de la miseria de la vida cotidiana. Como si el alma del autor, presente incluso con su propia voz en la novela, infundiera a los personajes ese rasgo de buen humor necesario para continuar viviendo. Como si a pesar del dolor y de la injusticia, siempre brillara una estrellita por encima de la humanidad y le sirviese de guía, reconfortándola, y arrancándola de cuando en cuando del sufrimiento y las miserias.

La parquedad argumental, la falta de elaboración formal, la inconsistencia teórica de las tesis, - su confesada repugnancia por la oratoria y la teoría- se ven sobradamente compensadas por la honda emoción que todo lo transfigura y contagia de la belleza purificadora de la creación artística. Un arte superior capaz de llevar la caridad cristiana a los más sombríos recovecos del corazón humano en este valle de lágrimas.

sábado, 28 de marzo de 2009

El teatro de las sábanas blancas

"El sueño
autor de
representaciones,
En su teatro,
sobre el viento armado,
Sombras suele vestir
de bulto bello".
Luis de Góngora.

Cuando soñamos el pensamiento toma formas dramáticas. De noche, durante los sueños somos el actor, el autor, el espectador y el teatro. ¡Somos todo!.

viernes, 27 de marzo de 2009

La Verdad.

“ La Verdad es la Verdad, dígala Agamenón o su porquero”
Agamenón ( el Rey de Mecenas)
"Conforme"
Su porquero- "No estoy de acuerdo".
( A. Machado)


Como todos los viernes a media tarde, el pequeño grupo de amigos, volvió a reunirse en casa de Jorge.Ya apuntaba la primavera y por esos sacaron el viejo samovar con el té, a una mesita que habían dispuesto en el jardín. La tertulia comenzó esta vez con la lectura de la carta del Caballero Inexistente, que había dejado perpleja a María, quien dio esta contundente réplica a "La Verdad" que proclamaba Agilulfo en "la triste reseña sobre Vidriera".

Para la mayor parte de las actividades y relaciones cotidianas el criterio filosófico de verdad tiene poca relevancia. No quiero decir que no exista un criterio de objetividad científica o filosófica, sólo digo que tratar de descubrirlo y guiarnos por él, no es lo que suele plantearnos conflictos con los demás. Más bien resulta pasmoso el vacío de opiniones en este terreno.
En cambio, en cuanto manifestamos una opinión u observamos una conducta que ataña a nuestros sentimientos o intereses, caemos en la cuenta de que nuestra verdad personal, está muy lejos de coincidir con la de los demás. Curiosamente cuanto más emocional es el tema más seguros estamos de tener razón, y más seguros parecen los demás de que no la tenemos.
Hacer de nuestra verdad personal, que no pasa de ser una mera creencia, una Verdad con mayúscula de la que debemos convencer a los demás es una actitud pretenciosa, absurda y peligrosa.
El hermoso “intelectualismo moral” que predicaba Sócrates, es completamente inapropiado en las cuestiones de la vida ordinaria. La idea de que si puedes explicar “tu lógica” a alguien estará de acuerdo contigo, se basa en la suposición de que la única cosa que impide que la gente esté de acuerdo contigo de todo corazón es su ignorancia. Esto es con demasiada frecuencia inexacto y pretencioso. Las creencias de cada cual cuadran con su personalidad, o con sus circunstancias, antes que con la lógica de la situación y todos somos reacios a que otra persona nos indique lo que debemos creer
.

jueves, 26 de marzo de 2009

Las palabras

¡ Dichoso quien habita el mundo desde dentro hacia fuera y sólo en contadas ocasiones rompe el cofre del silencio para dispensar las palabras, cual monedas de plata, porque hallará la paz !.


Las palabras desenvuelven el mundo, lo constituyen y lo complican. Nos muestran una realidad superlativa desmesurada y patética.
Me pregunto si la parquedad en el hablar, por el contrario, derivaría en un mundo somero, mucho más sobrio y fácil de asimilar.
Resulta muy atractiva esa realidad plegada y enigmática que nos ofrece la mente cuando acabamos de despertar. Entonces parece, que nuestro deambular por la vida, lo es entre un pequeño grupo de personas, de cosas, a los que nos une una indefinida afinidad. Actuar resulta más fácil, no se precisan costosas explicaciones y la benevolencia de nuestros actos parece aflorar todo el tiempo por la mansa superficie de la realidad.
Todo resulta explícito en este “pequeño mundo”, porque está hecho de afecto, no de palabras. La palabra es el exceso, el pecado de soberbia que lo despliega fatalmente hasta el infinito. (El infinito por definición, es un laberinto).
Pero “este mundo” es muy frágil, esta hecho en parte de pequeñas renuncias y en parte de la materia del último sueño. Se rompe en un instante, como una pompa de jabón al roce del primer sonido articulado y al avanzar el día, apenas queda un vago recuerdo.
Sin embargo, algunas noches, este recuerdo, se convierte en un anhelo: ¡Si el mundo fuera más sobrio, más ingenuo, sería más fácil obrar bien!.


lunes, 23 de marzo de 2009

La dignidad.

La libertad de mi albedrío es tal vez ilusoria pero puedo dar o soñar que doy. Puedo dar el coraje que no tengo, puedo dar la esperanza que no está en mí, puedo enseñar la voluntad de aprender lo que apenas sé o entreveo.
J.L. Borges


La belleza perfecta, la bondad en estado puro no existen en este mundo, sino más bien sus limitaciones. Precisamente porque existen esos límites tienen sentido para nosotros la grandeza moral y la belleza estética. Examinando estos límites y la voluntad que alguien pone en traspasarlos, es la única manera que tenemos de llegar a apreciarlos.La dignidad humana se sustenta en la posibilidad de traspasarlos por decisión propia.

sábado, 21 de marzo de 2009

Reseña triste del Licenciado Vidriera.


Agilulfo, recibió la reprimenda de María, y aunque deseaba ardientemente regresar junto a ella, su alma estaba invadida por la duda y esto le producia una gran desazón. Comprendía que su actitud era dificil de explicar y prefirió justificar "sus temores", dejando en su buzón, esta particular reseña, de "un personaje bastante afín".

Tomás de Rodaja, es uno más de esos miles de niños abandonados a su suerte, que pueblan las calles españolas durante el siglo XVI. Un niño de ocho años mendiga por las riberas del Tormes y se ofrece como criado a dos estudiantes de holgada posición económica, a cambio de que le costeen los estudios. Emprende con ahinco el aprendizaje de la letras que continúa durante ocho años, hasta que los estudiantes a los que sirve, terminada su licenciatura, regresan a sus casas. El joven se ha ganado su amistad y ahora los acompaña, en calidad huésped hasta Málaga, su tierra natal, donde le ofrecen un medio de vida. Pero Tomás, incapaz de renunciar a la vocación de su vida que es estudiar, prefiere regresar a Salamanca. En el camino traba amistad con un capitán de infantería, que lo convence para que ingrese en el ejército, donde sirve ocho años en Italia primero y luego en Flandes. Reunidos por fin, los medios económicos, decide volver a Salamanca para poder terminar sus estudios. A ello se dedica, con una aplicación absoluta. Completamente absorto en el estudio, es incapaz de advertir el amor que su juvenil figura, inspira en una orgullosa dama sin entrañas, que despechada decide a modo de filtro amoroso, envenenarlo con un membrillo.
Tomás enferma gravemente y a punto está de morir; sólo a duras penas, después de largos meses de convalecencia, puede recobrar la salud. Pero en cambio, ahora aparece poseído por una extraña locura: la de creerse de vidrio. No deja que nadie se le acerque, y está convencido de que es tan frágil que en cualquier momento puede romperse como el cristal. Despues de unos años, toda Salamanca conoce la suerte del "licenciado vidriera", que pasa el día en las calles y plazas contestando de muy juiciosa manera a cuantas preguntas pedía que le formularan, componiendo con sus respuestas una crítica muy amarga de la sociedad y de la misma condición humana.
-Querida María, acaso no ves, en la extraña locura de Tomás, una metáfora de la precaria situación de la verdad en este mundo. El vidrio es transparente a la luz de la verdad, y refleja la virtud, que Tomás persigue desde niño. Pero también es el símbolo de la frágil materia que constituye el alma humana; cuya delicada inocencia se puede quebrar por la mentira, el orgullo o el despecho del amor mal entendido. ¡La aprensión de Tomás es la del hombre puro que quiere siempre ser fiel a sí mismo, que sufre ante los constantes peligros que le amenazan y tiene miedo a la vida!.
Cuenta Cervantes, que después de mucho tiempo, la asistencia caritativa de un sacerdote, logró que Tomás olvidara la extraña obsesión por la que se hizo famoso en Salamanca. Por fin, dejó de dormir en la calle y en los pajares, para convertirse en el licenciado Tomas de Rueda. Un joven de notable cultura y discreción, que sin embargo, fue incapaz de volver a encontrar motivo de alegría en este mundo. Y es por eso, que al poco tiempo, decidió regresar a Flandes como soldado. Allí luchó con arrojo y generosidad, exponiendo su vida en todas las acciones de peligro. "Hasta que por fin, la muerte, como un consuelo, vino a buscar a este infeliz, que nada supo del amor porque le fue arrebatado para siempre, con un membrillo envenenado".

jueves, 19 de marzo de 2009

La actitud

Desde que regresó del Carnaval María no había tenido noticias de Agilulfo, que no habia cumplido su promesa de venir a reunirse con ella. Se la veía triste y algo disgustada y éste fue el motivo de que le enviara por correo a Casa Contarini, la nota que sigue a continuacion:
Querido A.
La creencia en el destino como una losa que pesa sobre el mundo y sobre nosotros oculta una perniciosa actitud, la de tratar de eludir todo tipo de compromiso y de responsabilidad por nuestros actos. Ni admitiendo en un sentido amplio que no somos responsables de cuanto nos sucede en la vida, podemos evitar creer que no lo somos de las respuestas que damos a lo que nos sucede. Y en cualquier caso, siempre somos nuestras decisiones, más que como está al uso fingir producto de las de nuestros padres, nuestra religión, nuestro sexo o nuestro grupos racial o social.
Queramos admitirlo o no todos colocamos un modelo sobre nuestras “ingobernables emociones” que nos permite conducirnos adecuadamente y dar confianza a los demás de que hasta cierto punto somos fiables y coherentes. Este modelo es la actitud.
Quizá no podamos cambiar el mundo pero sí nuestra actitud. Cambiando de actitud podemos modificar nuestro rincón del mundo y acaso ya no tengamos porqué lamentarnos como víctimas de otras personas Oode nuestro triste destino.

Tuya, M.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Realismo versus Idealismo.


La tarde de primavera, invitaba al paseo y Jorge aprovechó para proponernos una visita al vecino Monasterio de la M. Dimos un buen paseo y nos sentamos a la vera de una alberca con peces de colores, a degustar el excelente chocolate que había preparado, mientras dábamos buena cuenta de una docena de buñuelos de calabaza. Después de la merienda Jorge se puso a leer en uno de sus libros.

Para la filosofía realista (la griega y su continuación tomista) la relación en que cada uno de nosotros nos hallamos con el mundo de las cosas, es una relación de conocimiento, puesto que las cosas están impregnadas de inteligibilidad. Conocemos las cosas y para hacerlo comenzamos por formar conceptos de ellas, nociones que reproducen las esencias de las cosas y una vez formadas en nuestra mente, podemos entonces formular juicios. El conocimiento pues, refleja en la mente la mismísima realidad. El pensamiento es verdadero si entre él y la cosa existe una perfecta adecuación, para ello, basta que los conceptos estén bien formados y si no lo están, entonces hay que corregirlos.

Precisamente la evolución, el proceso mismo del pensamiento realista es una corrección continua de conceptos, desde la primera metafísica de Parménides. Esta primera tentativa es luego perfeccionada por Platón y a su vez, el sistema de conceptos de Platón, es perfeccionado por Aristóteles. Así la “dialéctica” la discusión entre conceptos mal formados y conceptos mejor formados, es el método de la metafísica realista. En la base de este proceso evolutivo que dura más de veinte siglos, siempre está el mismo postulado fundamental: la inteligibilidad de las cosas.

Habiendo llegado ya en Aristóteles el realismo a esa forma flexible, ramificada, capaz de dar explicaciones individualizadas sobre cada una de las cosas, en esa catalogación de lo existente como si de una gran ciencia natural se tratara, el realismo se adueña de la conciencia cultural humana. Se convierte en una creencia, máxime si se tiene en cuenta que la propensión natural del hombre ante la pregunta fundamental de la metafísica “¿Qué existe?” es contestar existen las cosas individuales. Así pues, si el hombre de forma espontánea y natural contesta a la manera aristotélica, no es extraño que esta concepción aristotélica del mundo haya ido arraigando cada vez más en los espíritus, hasta convertirse en una creencia. Una creencia que llega al fondo mismo del intelecto, con la afirmación de la existencia del alma individual.

Pero llega un momento, a partir del siglo XV en que esta creencia sufre menoscabo. Se produce una crisis en el pensamiento humano, motivada por hechos históricos: la quiebra de la unidad religiosa con la aparición del protestantismo y las guerras de religión; el nacimiento de la Astronomía con Copérnico, Kepler y Galileo, por cuyas teorías la tierra deja de ser el centro del universo y sobre todo la transformación política y económica enorme que implica para las naciones europeas la conquista y colonización de los otros continentes.


El pensamiento, como todo lo humano es de carácter temporal y cambiante, radicalmente condicionado por el acontecer histórico. A partir de la crítica nominalista y con la aparición de la nueva teoría científica de explicación de la naturaleza durante el siglo XVI, el desconcierto filosófico llega a tales términos, que hace preciso replantear de nuevo los principales problemas de la filosofía. Pero precisamente por consecuencia de su carácter histórico, el pensamiento que lo replantea no está ya en las mismas condiciones que estaba Parménides. Han pasado veinte siglos y el pensamiento moderno es todo menos espontáneo. El nuevo pensamiento empieza a surgir ya con la idea de precaución y precisamente esa misma idea de precaución, de no reincidir en los errores del pasado, de evitar esos errores, es lo que va a imprimir una dirección al curso de su desenvolvimiento.

De manera que la característica primera y fundamental del pensamiento moderno es que antes de plantearse el problema de qué existe, se plantea otro problema previo: el problema de cómo evitar el error, el problema del método.
¿Tiene el pensamiento humano capacidad para descubrir la verdad?. En suma toda una serie de cuestiones filosóficas conocidas como teoría del conocimiento.

Suele reconocerse a Descartes (1596-1650) como el pionero en esta nueva manera de pensar. Ya desde sus primeras obras de juventud “Reglas para la Dirección del espíritu” de 1628 manifiesta esta preocupación por buscar una verdad primera que no pueda ser puesta en duda. Su verdadera originalidad sin embargo, está en haber convertido la propia duda en método. Este importante paso de la función negativa y crítica de la duda, que ha derrumbado el pensamiento aristotélico, a una función positiva, como criba intelectual de todo aquello que por ser dudoso debe quedar eliminado de las bases de la filosofía adquiere en el pensamiento moderno y contemporáneo una importancia extraordinaria; es por ello que suele considerarse a Descartes como el precursor de esta nueva forma de pensar.

En el sistema aristotélico nuestra relación con las cosas es una relación mediata, puesto que se funda en un intermediario “el concepto”, que media entre nuestra mente y las cosas. Por eso, el conocimiento en el sistema aristotélico es siempre discutible, porque siempre cabe discutir si el concepto se ajustaba o no se ajustaba a la cosa. La verdad del concepto consiste en ajustarse a la cosa. Es decir, que el conocimiento ofrece siempre y sin remedio el flanco a la duda. El cambio de orientación propiciado por Descartes es que el pensamiento moderno busca un proyecto metodológico- en su caso de carácter matemático- para buscar un conocimiento que no ofrezca el flanco a la duda.

El origen histórico de esta nueva posición intelectual ante el mundo, es fruto del estupor producido ante la quiebra del sistema finalista de explicación del universo y de su incapacidad para satisfacer las nuevas necesidades, de una sociedad europea desarrollada, las de explorar el mundo para dominarlo.


Sin embargo, este intento por explicar el incesante cambio representado por el mundo de lo sensible, mediante el sistema de reducirlo a un método matemático, no termina con esa especial dificultad humana para asumir dicho cambio. Un cambio permanente y vertiginoso, que culmina nada menos, que con nuestro propio deterioro físico y desaparición individual.

A esta falacia de la duda metodológica debía referirse Antonio Machado, cuando al compararla con la duda existencial que nos persigue toda la vida escribió: “ La duda no puede ser metodológica porque entonces no es duda”.
Me pregunto si el fracasado modo realista de explicar los fenómenos del mundo externo, no es un método más rico y elocuente para explicar lo que nos pasa interiormente y lo que hacemos con lo que nos rodea. Si atender los antiguos criterios aristotélicos de finalidad esencial, no constituye un modo de comprensión más apropiado para muchas de las preguntas que en verdad nos resultan importantes, que la explicación usual que apela únicamente a la causalidad científica.

lunes, 16 de marzo de 2009

El misterio.

“ Hay tantas cosas en el mundo. Un instante cualquiera es más profundo que el mar. La vida es corta y aunque las horas son tan largas, una oscura maravilla nos acecha ”.
J. L. Borges

domingo, 15 de marzo de 2009

Sobre el escribir.

"Lo que se sabe decir, se sabe sentir". Miguel de Cervantes

La escritura periódica y personal permite aprender y reflexionar sobre los hechos para comprenderlos mejor. Además se convierte en un registro de ideas y sentimientos, donde uno siempre puede acudir a buscar orientación.

Conviene enfrentarse a la escritura con estas convicciones:
1-No tiene la menor importancia quien escribe. Así como el lenguaje es un hecho social propiedad común de todos los hablantes, lo que ya se ha escrito, no es del escritor, sino que pertenece a la interpretación del lector.
2- Dado que las tramas están limitadas por la capacidad humana de contar, sólo existen unas pocas metáforas, que se van repitiendo a través del tiempo con infinidad de matices y de tonos. Para escribir es indispensable que observemos las ya existentes en novelas y cuentos. A fin de cuentas, como lectores todas nos pertenecen.
3-Sentir el gusto por el juego de hilar palabras y frases y tener el humor de hacerlo a menudo, son las únicas maneras de romper el estereotipo pesimista para empezar a escribir.



sábado, 14 de marzo de 2009

Razones para escribir.



"Escribir es que le dejen a uno llorar y reir a solas". Ramón Gómez de la Serna.



Mientras que para hablar puede haber muchas razones, la única buena razón para escribir es recordar. Recordar para uno mismo, para alimentar y dar sentido al presente. Lo que sentimos y lo que nos preocupa ese es el objeto de nuestra escritura, un intento de esclarecimiento personal desde nuestra incertidumbre, desde nuestro miedo, que implica hablar en primera persona de nuestra experiencia.


(Del diario de María).

viernes, 13 de marzo de 2009

Sentido del humor


Lo que nos convierte en personajes ridículos es la seriedad con que tratamos el presente de cada momento: lo que hacemos, lo que sentimos, lo que decimos, lo que escribimos. El presente siempre lleva consigo una necesaria apariencia de importancia. Son pocas las personas que han superado eso y han pasado de ser personajes risibles a ser personajes que se ríen.
La risa no resuelve nada, pero disuelve algo, desata un nudo que si no se aflojara de vez en cuando terminaría por asfixiarnos.

jueves, 12 de marzo de 2009

¡Creíamos, lo que queríamos creer!.

Nos pasa a todos, prestamos atención a las informaciones compatibles con nuestras tesis y nuestros supuestos intereses. Pensamos que nosotros, nuestras parejas o nuestros amigos somos excepcionalmente listos, guapos o divertidos. Alguien, - aunque sea uno mismo - tiene que creer en esa autobiografía que diariamente elaboramos, como si con patrañas más o menos inocentes, fuéramos acomodando nuestras ideas de cómo deberían o nos gustaría, que fueran las cosas, a una realidad diversa, compleja y muy alejada de nuestros anhelos y aspiraciones. Precisamente porque, no nos gusta lo que vemos y porque no somos máquinas, nos vemos obligados a contarnos cuentos, historias personales en las que echan el ancla, la religión, el arte y el amor.

Estas ficciones, aunque en cierta forma, nos ayudan a vivir, cuando contradicen la verdad y la justicia, entrañan graves peligros. Uno de ellos, es su aprovechamiento político por la propaganda y los grandes medios de comunicación.
Vemos que lo políticos, los hombres de negocios fingen creer tesis que chocan frontalmente con la realidad y cómo, la repetición mediática de proclamas absurdas, acaba por dotarlas de sentido. Leímos en el 2007, que el 39 por cien de los norteamericanos se consideraban parte del 1 por cien más rico de EEUU. Ciertamente es sabido que no existen los círculos cuadrados y no todos pueden ser a la vez más ricos que los demás. Una cosa es no estar informados y otra creer cosas que no pueden ser. Sin embargo, me parece que la razón que lleva a los norteamericanos a creerse más ricos es la misma que nos lleva a todos a mentirnos. Una razón impuesta por el negocio de la felicidad: los que disponen de mayor renta experimentan un mayor nivel de bienestar que los pobres. No es que el dinero de la felicidad, - esto siempre es discutible- la creencia es mucho más perniciosa: “la felicidad la da tener más dinero que los demás”. Se trata de la idolatría social del dinero y de hecho funciona como una moderna fe religiosa. Aunque no podamos tener más dinero que los demás, mejor creer que lo tenemos. Si no podemos ser mejores, más puros y virtuosos, más fuertes que los demás, mejor pensar que lo somos. ( Es obvio, que siempre resulta más fácil creerlo que llegar a serlo) La conclusión que se impone es perturbadora: como no podemos cambiar las cosas mejor no enterarnos.
Así lo han interpretado durante las últimas décadas los poderes fácticos, los gobiernos de los estados más poderosos, las grandes corporaciones y los bancos, las más importantes agencias informativas: “mientras el bienestar social tenga que ver con creer estar mejor que los demás, a la gente hay que hacerla creer que esta mejor que los demás”. Sirvámosle truculencia sin porqué, desastres que afectan al prójimo. Ni una palabra sobre las causas de la profunda desigualdad en la que viven. Ningún interés por conocer la vida de otras sociedades más justas, más equilibradas. Nada sobre los riesgos de la especulación financiera, ni sobre los límites de un desarrollismo basado en el consumo. Nada sobre el deterioro ecológico de la vida en el planeta. ¡Si para el bienestar de las gentes, resulta más sencillo, creerse más rico, más seguro, más sano, que serlo; mejor que vivan engañados!.

Hace unos 2500 años los filósofos griegos, Socrates, Platón, Aristóteles, reflexionando sobre este asunto, pusieron muy en entredicho que realmente se pudiera ser feliz, cuando la vida se edifica sobre una ficción o una mentira.

Pero quién quería acordarse de los filósofos griegos. ¿Para qué?; si una montaña de negocios florecientes se apoyaba en la misma ficción: la felicidad aumenta al sentirnos más ricos que los demás. ¿Para qué? si la maquinaria social seguía funcionando con este combustible inflamable y escaso del “y yo más que tu”. De igual forma, la economía global se ha asentado sobre la peligrosa ficción de un petróleo interminable y barato para todos, y sobre la hipótesis insostenible del consumo y del crecimiento demográfico y económico, sin limites. Y la política, lo ha hecho sobre la falacia de tratar de globalizar la democracia formal occidental, sin considerar los continuos desementidos que suponen las guerras por los recursos naturales, las “grandes bolsas” de desesperados, y los millones de hambrientos en el mundo.

Pero llegó el día en que la ficción se derrumbó, las mentiras siempre acaban por descubrirse... Llegó la gran crisis económica y de repente, hemos descubierto, que no hay recursos financieros ilimitados, que la economía sólo puede sustentarse en el trabajo paciente y productivo, que no hay inversión sin ahorro, que el consumo está limitado por la sostenibilidad de los recursos de nuestro planeta. Hemos reparado, a nuestro pesar, en que no hay círculos cuadrados, en que no somos especiales y nuestro destino está dramáticamente entremezclado con el de esos millones de parados. ¡Ay! todo esto nos produce un estado de frustración y decaimiento...

martes, 10 de marzo de 2009

Los monasterios.


"Como una espada sacada de la vaina estas hordas salvajes se abalanzaron sobre nosotros y por doquier caían hombres como espigas segadas. Las ciudades quedaron despobladas, las fortalezas destruidas, las iglesias incendiadas, los monasterios arrasados. Los campos fueron asolados y las tierras lloran su soledad, pues no queda nadie que pueda cultivarlas". Gregorio Magno.

La invasión de las grandes migraciones de los pueblos germánicos a su vez presionados por los Hunos que empujaban desde los grandes páramos asiáticos. Los estragos y matanzas, la destrucción de las ciudades, sumió a la civilización en un notable retroceso técnico y cultural. A partir del siglo VII, tras la invasión musulmana el comercio cesó en el Mediterráneo, las ciudades se despoblaron y la principal unidad de existencia para las personas fue el poblado o la hacienda auto-suficiente.

Ante un panorama tan desolador, la población se agrupó en fortalezas y monasterios con recintos inaccesibles fuertemente amurallados. Fue una época turbulenta, dominada por los señores feudales de los castillos, un estado de guerra permanente, en la que la población quedó sometida a vasallaje. La expediciones de rapiña desde los castillos, los asaltos de los bandidos, las razzias de los vándalos, de los hunos, de los árabes, eran un constante peligro que se cernía sobre todos y les hacia unirse para aprestarse a la defensa del recinto amurallado de sus bienes, de su familia y de la común cultura y religión.

A este mundo corresponden los monasterios que eran entidades de economía cerrada, casi autónoma, donde sus habitantes cultivaban los alimentos, criaban animales domésticos y practicaban todos los oficios. Sus muros eran refugio de cuantos deseaban huir de aquella época de conmociones y peligros. Allí los viajeros estaban a salvo de los ladrones de caminos, los enfermos eran atendidos con caridad, pues entre los monjes se encontraban los pocos hombres con conocimientos sanitarios de la época.


En este espacio cerrado, los monjes viven, rezan, estudian y trabajan en sus cobertizos y huertos, ajenos a cualquier contacto con la vida exterior. En la biblioteca común los monjes copiaban manuscritos, gracias a su labor tenemos testimonio de aquellos tiempos, desde el Siglo V toda la vida intelectual de Occidente se refugió en la Iglesia.
En una época impregnada de un fuerte sentimiento de lo divino, la sencilla vida monacal es el paradigma del ideal teocéntrico. Bajo la sencillez de la regla monástica, la vida aparece misteriosa y esquiva, como la existencia de Dios a quien estaba consagrada.
La riqueza de la vida medieval se nos oculta tras los silenciosos muros de los monasterios, se disuelve hasta apenas sentirse en la cotidianidad laboriosa de cada día.

lunes, 9 de marzo de 2009

Sobre la levedad


Pasaje del cuaderno de María, después de su viaje a Venecia:

En el trabajo, el punto más delicado es el trato con los compañeros. Hasta cabe pensar que de la buena o mala calidad de este trato, más que de la facilidad o dificultad del trabajo depende nuestra satisfacción.
Es por eso que con independencia de cual sea su grado de dedicación y esfuerzo, apreciamos por encima de todos a quienes cumpliendo en lo esencial con sus obligaciones, saben mantener el trato en los términos adecuados.
Y en el trato humano, nada gusta tanto como la calma, la receptividad (que apenas se insinúa), el humor (mejor si es banal)… en una palabra: la sensación de levedad.

jueves, 5 de marzo de 2009

Los bienes de Schopenhauer


Ya metidos en harina Jorge tomó uno de sus libros gemelos y leyó lo siguiente:
"Los bienes subjetivos, como un carácter noble, una cabeza capaz, un temperamento feliz, un ánimo jovial y un cuerpo bien constituido, completamente sano, ( osea, "mens sana in corpore sano") son los bienes primeros y más importantes para nuestra felicidad. Por lo que deberíamos pensar mucho más en fomentarlos y conservarlos que no en poseer bienes y honores externos.
Por otro lado, todo lo que existe y sucede para las personas, existe directamente sólo para su consciencia y sucede para ella. Resulta evidente, que lo más esencial es la calidad de la consciencia misma y que en la mayor parte de los casos importa más esa calidad que no las figuras que en ella se representan". Reflejadas en la obtusa consciencia de un bobo, todos los goces y todas las magnificencias son muy pobres en comparación con la consciencia de Cervantes, cuando escribía el Quijote en una incómoda prisión.
Es claro lo mucho que nuestra felicidad depende de lo que somos, de nuestra individualidad, mientras que casi siempre tomamos en consideración sólo nuestro destino, osea aquello que tenemos o que representamos.
Pero el destino puede mejorar; además si tenemos riqueza interior no le exigiremos mucho.En cambio, un bobo seguirá siendo un bobo y un palurdo continuará siendo un palurdo, hasta el final de sus días, aunque se hallase en el paraíso y rodeado de huríes".

miércoles, 4 de marzo de 2009

La memoria.

“Los días y las noches están entretejidos de memoria y de miedo. De miedo que es un modo de la esperanza. De memoria, nombre que damos a las grietas del obstinado olvido”. ( J. L. Borges).

Crear la memoria, recrearla es el empeño milagroso de la literatura. ¿Será esta una de las formas tolerables de instalarse en la vida?. ¿Será la felicidad una de las formas de la memoria?.
Desde luego, lanzada hacia el futuro, la felicidad suena a hueco. Por radiante que parezca, la onerosa impostura de cualquier proyecto, se nos ofrece con solo mirar su final -“ y aunque la muerte, nos libra del sol y de la luna, del amor y del recuerdo; y lo que es todo tiene que ser nada”- .
No es cierto que el paso del tiempo se lleve la dicha, pues nos trae su nostalgia, única forma que tenemos de conocerla. “Solo me queda el goce de estar triste, esa vana costumbre que me inclina al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina”. Nunca es grato prescindir de la felicidad, pero es mucho más difícil hacerlo de la felicidad pasada, que de la futura.

Pero también la memoria es movediza. No más que el nombre que damos a las grietas del obstinado olvido. Un músculo que solo a ratos controlamos y que al moverse destruye el pasado para tener que volver a construirlo. Todo lo que somos y lo que recordamos depende del éxito de unos enlaces neuronales. (La inexistencia de una simple vitamina, impide que se utilice un neurotransmisor).
“ A veces me da miedo la memoria. En sus cóncavas grutas y palacios – dijo San Agustín- hay tantas cosas. El infierno y el cielo están en ella. Para el primero basta lo que encierra el más común y tenue de tus días y cualquier pesadilla de tus noches; para el otro, el amor de los que aman, la frescura del agua en la garganta de la sed, la razón y su ejercicio, la tersura del ébano invariable.” ( J. L Borges).

martes, 3 de marzo de 2009

La idea del yo.

Jorge que había leído "El pasado efímero" (14-02-2009), y no estaba muy conforme, aprovechó una vez más, esa peligrosa propensión de Ramón y Montse a las excursiones de todo tipo, para abordar el asunto. Ya la primera tarde en su casa, después de nuestro reencuentro, lo teníamos metido, con indudable satisfacción, entre los vericuetos escabrosos de la filosofía, a la que también era aficionado.

- "La vida como un camino individual". Eso era manifestación de un soberbio subjetivismo individualita, por mi parte. Puro psicologismo derivado de mi indudable deformación profesional... etc y dispuso su discurso por el no menos soberbio camino (en el sentido de empinado y costoso) de las acotaciones filosóficas.

David Hume, reveló que la conciencia que todos poseemos de nuestra propia identidad personal se basa en la memoria. Gracias a la memoria, reconocemos la conexión existente entre las distintas impresiones que se suceden. A su entender no hay impresiones constantes e invariables que fundamenten la idea del yo individual y es un error confundir sucesión con identidad.
El psicólogo Nicolai Hartmann, realizó algunos experimentos que prueban, este particular “ modus operandi” de la memoria humana, que funciona a base de sucesivas capas, en un ininterrumpido proceso de destrucción ( olvido) y reconstrucción, como el que se hace al pintar y repintar una pared.

Sin embargo, en el cerebro, al revés que en el mundo presentado por los sentidos, ninguna percepción se da aislada, sino que tan patente como la misma percepción, o aun más, es el hecho de su conexión con otras percepciones. La relación, el nexo, la unidad, integrativa y orgánica, son el hecho predominante en la mente humana. “ El todo” en la vida espiritual es antes que las partes.

Aciertan por tanto, quienes como Spinoza, Schopenhauer o Nietzsche, interesados en la liberación subjetiva de la persona (es decir, en la investigación filosófica de la ética), tienden a primar este aspecto relacional y unitario de la realidad mental, frente a las selecciones metodológicas, propuestas por las ciencias naturales, interesadas en los fenómenos individuales.

lunes, 2 de marzo de 2009

Una rosa.

Este poema apareció esta tarde en el buzón de María dentro de un sobre con matasellos de Venecia .
La imagen del amor como una rosa
abre sus encendidas ilusiones
y sobre el tallo esbelto resplandece
su oscura primavera deseada;
el naciente reflejo de su sombra
nubla el claro contorno de la vida
y nos absorbe su letal aliento
cual la luz a la cautiva mariposa.
Alas llevo rondando el escondido
deseo de mi amor, ansiosas alas
me sirven como un velo trasparente
ante el divino rostro que enamora,
y en la locura de ese vuelo incauto,
quemándome las alas cual se ajan
las dulces vestiduras de mis sueños.
¿Me acerco al ser extraño que está abriendo
sus abismadas aguas de belleza,
o cada vez más cerca de su vida
me alejo del misterio deseado?
Juan Gil-Albert

domingo, 1 de marzo de 2009

Instigacion.


Si a fuerza de paciencia, a fuerza de velar… el mundo que era letra muerta para mí, se hace vivo y divino ¿ No velaré siempre? ¿ No me haré vigilante desde este momento?.

Habla María:
Cuando llegué a casa, me sentí responsable de mi nueva relación con Agilulfo. No podía dejar que el cansancio, la debilidad, el olvido acarrearan el desamor. Mi vida tenía un por qué, y ahora parecía coincidir con el de la suya. Puse en mi mesa la foto del Caballero Andante, junto a la advocación, que acabáis de leer. Pensé que la mejor forma de conservar mi propósito durante el resto de mis días sería continuar con mi hábito de la escritura diaria. ¡Porque escribir es recordar!.