La excesiva preocupación por el dinero es uno de los rasgos neuróticos más acentuados en las sociedades opulentas. Hay muchas personas que por sus ingresos, sus bienes o sus ahorros o incluso por su avanzada edad, tienen objetivamente lo suficiente para vivir, y sin embargo, esta inquietud por el dinero, las hace presas de un estado de ansiedad que las agota y les impide el goce de la vida. Estoy convencido de que incluso dentro de nuestra injusta sociedad capitalista, en algún punto entre la pobreza y la opulencia, existe la posibilidad de adquirir una sana perspectiva en nuestra relación con el dinero. Sospecho que dicha perspectiva está mucho más cerca de una vida emocionalmente equilibrada que de una cuenta bancaria equilibrada. Quiero decir, que quien realmente desea hacer algo, se preocupa tan sólo de cuanto necesita para hacerlo. En sentido contrario la gente que no tiene afición por nada suele ser aficionada al dinero.
La más perniciosa fantasía sobre el dinero es la de la “Lotería”. Es decir la creencia en que el dinero "que no se tiene" podría resolver por nosotros nuestros problemas. Esta fantasía es la madre de la indolencia y la pasividad y nos dificulta cualquier empeño que pongamos en averiguar cuales son nuestros verdaderos problemas para resolverlos. Raramente el dinero es el problema y sin embargo cuanto más opulenta y consumista es una sociedad, más suele imputar sus males a la falta de dinero. (Un ejemplo, es achacar el creciente fracaso de los matrimonios a la ausencia de dinero. Cuando debería pensarse más bien en todas las discusiones que se generan acerca de quien gasta más, en qué y por qué etc).
El dinero juega sobre todo, como símbolo de poder, como fantasía de dominio y sumisión, de perniciosas consecuencias prácticas
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