La convivencia matrimonial se sostiene sobre la base de un buen equilibrio psicológico personal. No es creíble que alguien pueda estar a gusto con otro, si antes no es capaz de estar a gusto consigo mismo.
Tener una personalidad bien estructurada es una operación laboriosa, lenta de artesanía, en la que uno va talando y podando lo que no es útil y añadiendo elementos positivos que la irán haciendo más madura.La capacidad para controlar y dominar los sentimientos y las pasiones es un signo de madurez. Esta facultad consiste en esencia en el continuo ejercicio de “aplazar recompensas” y de “ampliar la visión”, lo que sin duda resulta difícil en una sociedad como la nuestra, donde todo tiene que ser rápido y hacerse sobre la marcha.
Tener una personalidad bien estructurada es una operación laboriosa, lenta de artesanía, en la que uno va talando y podando lo que no es útil y añadiendo elementos positivos que la irán haciendo más madura.La capacidad para controlar y dominar los sentimientos y las pasiones es un signo de madurez. Esta facultad consiste en esencia en el continuo ejercicio de “aplazar recompensas” y de “ampliar la visión”, lo que sin duda resulta difícil en una sociedad como la nuestra, donde todo tiene que ser rápido y hacerse sobre la marcha.
La convivencia es un arte que necesita dedicación y orden mental. Se sostiene sobre distintos elementos que conviene cuidar: el lenguaje verbal y el no verbal ( los gestos, el contacto ocular, el tono y el timbre de la voz, la expresión facial, la postura), el contenido de la comunicación ( lo que se dice, la expresión de los sentimientos positivos o negativos, el saber pedir ayuda, disculparse, iniciar y sugerir relaciones sexuales), el aprendizaje del diálogo ( saber escuchar y decir de forma clara y concreta lo que se quiere decir, ser positivo y flexible, no confundir la sinceridad con las expresiones duras y descalificadoras...). Las técnicas para adquirir las habilidades de la comunicación conyugal persiguen “la asertividad” – el decir y hacer lo más conveniente para eludir el enfrentamiento en cada caso y constituyen un inmenso campo de aprendizaje.
La convivencia en armonía precisa una atenta observación de los fallos, los defectos y los errores que se van produciendo y la búsqueda de soluciones para los conflictos. No hay que perder de vista que sus grandes enemigos son el cansancio del día a día, la falta de novedades de una vida monótona, lánguida e insulsa, y el hecho de no compartir cosas, ni intercambiar conductas gratificantes.
La convivencia en armonía precisa una atenta observación de los fallos, los defectos y los errores que se van produciendo y la búsqueda de soluciones para los conflictos. No hay que perder de vista que sus grandes enemigos son el cansancio del día a día, la falta de novedades de una vida monótona, lánguida e insulsa, y el hecho de no compartir cosas, ni intercambiar conductas gratificantes.
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