Para los demás, nuestra vida es una mera representación, que solo pueden comprender guiándose por nuestra actitud. En sus relaciones, cada cual se ve obligado a adoptar una actitud y una apariencia que lo identifiquen y lo puedan hacer comprensible a los demás. El resto de lo que nos sucede, existe directamente sólo para nuestra conciencia. Aunque precisamente, es de la calidad de esta conciencia - del éxito que tengamos en sacrificar nuestras más bajas pasiones a otras más elevadas- de lo que depende que nuestra representación sea elegante y resulte agradable a los demás.
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