sábado, 12 de septiembre de 2009

El mundo como representación.

Para los demás, nuestra vida es una mera representación, que solo pueden comprender guiándose por nuestra actitud. En sus relaciones, cada cual se ve obligado a adoptar una actitud y una apariencia que lo identifiquen y lo puedan hacer comprensible a los demás. El resto de lo que nos sucede, existe directamente sólo para nuestra conciencia. Aunque precisamente, es de la calidad de esta conciencia - del éxito que tengamos en sacrificar nuestras más bajas pasiones a otras más elevadas- de lo que depende que nuestra representación sea elegante y resulte agradable a los demás.

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