¡Siempre hay flores en la tumba de Monteverdi!.
(Fotografía tomada en Iglesia de " Los Frares",Venecia,10 Agosto del 2008).
La madurez (o la vejez, tal es el nombre que los otros le dan) puede ser el tiempo de nuestra dicha. El animal ha muerto, o casi ha muerto, quedan el hombre y su alma.
“ De los cuatro puntos cardinales, convergen los caminos que me han traído a mi secreto centro”. Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas…
En la tarde dorada, o en una serenidad cuyo símbolo podría ser el oro de la tarde, un hombre dispone de muy de pocas cosas. Este lento devenir no debe atemorizarnos, porque se trata de una dulzura, de un regreso.
*Jose María Herrera, escritor rondeño, me ha dado a leer recientemente un interesenate episodio de las Andanzas del caballero veneciano Alvise Contarini, que se propone publicar en breve, titulado: Flores en la tumba de Monteverdi.
Il lamento de la Ninfa. ( Claudio Monteverdi)
Estoy de acuerdo con todo menos con el tono melancólico. La vida es para mí un regalo. Varias veces en mi vida he vuelto a nacer porque por un motivo u otro estuve muy cerca de la muerte. Cada día que sigo vivo es un día más que se me regala "fuera de programa" (en una comparación musical) o "dentro de la prórroga" (en una comparación futbolística). Cada día es una aventura en la que me esperan unas cuantas maravillas por descubrir.
ResponderEliminarNo vivo mi lento envejecer con resignación, sino con fruición, porque son tantas las cosas que todavía puedo hacer y aprender, pese a que el cuerpo ya no acompaña tanto como antes.
La música del lamento de la ninfa es preciosa.