sábado, 3 de octubre de 2009

Postulado: la inmortalidad

La vida en su conjunto no se toma la muerte en serio. Ríe, baila, juega, construye cosas, amontona tesoros y ama; a pesar de la muerte.

Sin embargo, llega un momento en que la muerte nos toca de cerca y su vacío nos mira fijamente, y somos presa del pánico y la desesperación. No hacemos pie en el incierto fondo de nuestra existencia, y perdemos de vista el conjunto de la vida, del que la muerte creíamos que solo era una parte. Aunque hasta entonces, no se nos ocultaba, la triste realidad de la vejez, la convivencia humillante con el dolor, el miedo a la soledad, eran ese tipo de asuntos, a los que preferíamos no dedicar nuestra atención.
Llegado ese momento, nuestra vida se nos representa como un juego azaroso que habíamos procurado disfrazar con un “orden mental”. Un orden que visto desde éste “punto sin retorno”, no es más, que una sucesión de gestos, cabriolas y humoradas con escaso sentido y turbio significado.
Cuando contemplamos un trozo de tela al microscopio, se nos aparece como una red. Si nos fijamos en los grandes agujeros; a través de ellos, creemos adivinar el frío eterno. Pero nuestros ojos no están hechos para mirar mucho rato el vacío de la trama, sino la misma red. Eso nos permite olvidarnos del dolor y la desdicha y alcanzar un poco de paz. Eso y la creencia de que la muerte no es la realidad última. Parece negra, como el aire parece azul; pero no transmite su color a nuestra existencia, como tampoco el aire colorea al pájaro que lo atraviesa volando.






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