miércoles, 24 de junio de 2009

Paradojas

"Que un hombre muera por un ideal, no significa que ese ideal sea necesariamente justo o verdadero."


Nosotros, que en la Europa del Siglo XXI, tenemos nuestras necesidades cubiertas, no deberíamos perder de vista que en toda fe existe algo de irreductible, de compulsivo para la dignidad humana. Todo dogma exige una confianza ciega en su credo – en esto consiste su vigor-. La convicción personal así formada se convierte en la verdad única y total, la verdad desnuda de matices. Con estos presupuestos, como ha demostrado la historia de las religiones, se hace difícil el sutil ejercicio de la tolerancia. La tolerancia es la única posible regla de convivencia entre los hombres.
La religión es una "probable" forma de fanatismo entre los hombres, pero no es la única, en nuestros días está el fanatismo de la ciencia, de la raza, del dinero, en definitiva de lo que es propio frente a lo ajeno.
La educación (lo que queda de ella) debería tener como meta cultivar “cierto grado de escepticismo”. Para que fuéramos capaces de cubrir con el velo de la duda, “la desnuda faz de la Verdad”. Y nos acostumbráramos desde jóvenes a afrontar lo incierto, solos y sin recursos, en mitad de “esta tiniebla”; porque la verdad no tiene rostro.
Así lo expresaba Antonio Machado en un conocido pasaje del Juan de Mairena :“La verdad si es que existe, conviene que baile en la cuerda floja, de donde suele caer. Solo entonces cuando ya no sea la Verdad, podréis jactaros de saber cuanto de verdad había en ella”.
Juan de Mairena que era un hombre gris, algo diletante y con una clara vocación pedagógica, gustó siempre del estilo de la paradoja. Tuvo auténtica predilección por estas aseveraciones dichas sin confianza aparente, seductoras y deliberadamente engañosas.
“En lo paradójico -decía- hallareis la esencia de lo verdaderamente humano, si es que halláis algo”. Sin embargo advertía, en el empleo de la paradoja, conviene ser discreto, pues su abuso conduce inevitablemente a la fácil tentación de la reducción al absurdo. “Sed rigurosos, no embarulléis las cosas por afán de alborotar. Que vuestra pregunta sea la del caminante desorientado entre caminos, no el escrúpulo del pretencioso que piensa que todo es opinable”.
“ Yo, os invito a engalanar la verdad, a seducirla por el lado humano, que es el de la duda. Cuando al cabo pasen unos pocos años y halláis vivido lo suficiente, mucho de lo que ahora es verdad, ya no lo será tanto. Porque al mirar vuestro rostro desde el otro lado del espejo la vida resulta paradójica y la paradoja vida”.

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