lunes, 7 de diciembre de 2009

Espinosa y la explicación de la realidad como un todo

Afirmar la existencia del "cosmos" como algo organizado y humanamente comprensible, frente al "caos", fue el punto de partida de la filosofía griega. Desde entonces, las antiguas interpretaciones míticas o religiosas han sido relegadas por las representaciones racionales sobre nosotros y cuanto nos rodea.



Estas representaciones han seguido lo que parece una linea dominante a lo largo de la historia de la filosofía; la que enfatiza lo individual y concreto, como el modo más adecuado de conseguir interpretar de una manera racional lo más universal. La realidad es lo concreto, el yo, el individuo, al que se le atribuye un carácter autónomo respecto del todo. Y es que la explicación racional de la realidad concebida como un todo, al modo de la antigua concepción mítica, siempre ha resultado mucho más problemática y difícil. Intentada por algunos pensadores del siglo XIX Shopenhauer, Nietzsche, Freud, cuyos planteamientos fueron tildados por ello de irracionalistas, es ahora reivindicada por las ruidosas divulgaciones abstractas de la teoría científica moderna.


Su expresion mejor lograda se encuentra en el pensamiento de Baruch Espinosa, quien exacerbando la idea de sustancia cartesiana -paradójicamente uno de los presupuestos del racionalismo filosófico- llegó a esta indigesta conclusión para su tiempo: "Lo que verdaderamente existe y es real es el todo y no las partes".

Sustancia es aquello que es en sí y se concibe por sí, esto es, aquello cuyo concepto para formarse no precisa del concepto de otra cosa”. Sustancia es pues, lo que existe por sí mismo y es conocido por sí mismo.
Las dos implicaciones de esta metafísica racionalista en estado puro, son: Primera, la idea de que una sustancia creada es contradictoria, pues en tanto que sustancia ha de ser definida y conocida por sí misma, sin necesidad de recurrir a la idea de otra sustancia. Y segunda, la exclusión de cualquier otra sustancia, la definición de sustancia incluye necesariamente la idea de Dios y de todo lo existente. No hay pues pluralidad de sustancias, existe una sustancia única infinita que se identifica con la totalidad de lo real: las partes no son autosuficientes solamente lo es el todo.

No somos más que una parte del gran todo de la naturaleza, una parte que no puede ser concebida por si misma, sino que sólo se comprende en relación con el resto de la realidad, y en este sentido, debemos asumirnos como pasivos. No dictamos nuestras determinaciones a la naturaleza, sino que padecemos las que nos impone y a partir de las cuales estamos configurados.
Cada uno de nosotros existimos, sin ningún propósito distinto a la simple inmanencia de nuestro ser y en ello coincidimos con Dios o la Naturaleza, de cuya sustancia única formamos parte. Todos los ¿por qué? referidos a las opciones de nuestro comportamiento desembocan en la misma respuesta: a fin de ser del modo más pleno y fuerte posible, colmando ese deseo, que "no tenemos" sino que "nos tiene constitutivamente".
Para la pregunta ¿por qué queremos ser?, no hay respuesta racional, porque no se trata de una verdadera pregunta, sino de la ilusión imaginativa que pretende apoyar la realidad como tal, en otra realidad aún más real y así indefinidamente. " Lo único cierto es que nadie se esfuerza en conservar su ser a causa de otra cosa".

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