domingo, 30 de agosto de 2009

La sangre negra del inconsciente colectivo

Georg Kolbe. (Pareja de "arios" 1939)

Nunca ha llegado a olvidarse que sería absurda cualquier cosa, si su significación se agotase en su función inmediata y en su forma de manifestarse; nunca se ha olvidado que todas las cosas penetran un buen pedazo en el mundo del más allá”. Johan Huizinga

La composición emocional de nuestra inteligencia produce en nuestro pensamiento, frecuentes aboliciones en el orden mental lógico, que a duras penas nos atrevemos a reconocer. Una forma de pensar arcaica, trabada por el miedo y la superstición, que no se atiene a la causalidad, que nunca nos ha sido ajena, y que en nuestro tiempo ha tenido consecuencias desastrosas.
Fenómenos como el apogeo del nazismo de la primera mitad del siglo pasado,o el de la xenofobia actual, demuestran que el paulatino proceso de secularización que arranca en Europa con la Ilustración, en lugar de haber logrado su propósito de liberar al hombre para siempre de la tiranía del clero y de la sumisión irracional a Dios, parece haberlo conminado a desarrollar sustitutos capaces de responder a unas necesidades religiosas tal vez inextirpables, que desgraciadamente han encontrado un pernicioso aliado en la política. Los mitos y lo símbolos siguen siendo, la sangre negra que alimenta el inconsciente colectivo.
El libro de Rosa Sala “Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo” (Acantilado, 2004) es un esclarecedor análisis del nazismo como fenómeno religioso. Fue el entramado irracional de mitos y símbolos colectivos de una sociedad enferma, -en forma de obsesión morbosa sobre la supremacía de una supuesta raza aria y la defensa de su pureza de sangre- el que jugó el papel preponderante en la toma de decisiones de los dirigentes del partido nazi. Una necesaria aclaración, de como la sociedad alemana, en unas circunstancias difíciles y atenazada por el miedo y la desesperación, es incapaz de reconocer las falacias más disparatadas y aberrantes transmitidas por la propaganda nazi; de como las simplezas exotéricas más ridículas, pasan a convertirse en verdades incuestionables... "en enigmas que sería indispensable conocer y sin embargo, resulta imposible descifrar".

jueves, 27 de agosto de 2009

Dos secretos

1 Los placeres simples son el mejor refugio de los seres complejos. Y estoy convencido, de que casi cualquier cosa, se convierte en un placer, si se hace con la suficiente frecuencia.
2 Cuando las cosas van mal, convertirnos en espectadores, de nuestra propia vida, puede ser una forma de escapar de muchos de los sufrimientos que nos aquejan.

El perfeccionismo

El perfeccionismo es una siniestra fantasía asociada al modelo económico en el que vivimos. Una batalla perdida de antemano, que condiciona todas nuestras acciones. Una carga absurda y dolorosa que no permite el descanso ni la serenidad, una ocupación a tiempo total, que nos impide relajarnos
Las relaciones de dependencia en el ámbito familiar y las de jerarquía en el laboral son el caldo de cultivo de la actitud perfeccionista. La prevalencia contagia todas las relaciones de arriba a bajo iniciándose una nefasta estrategia: “la del yo critico y por tanto me pongo a salvo de ser criticado”( contraria a toda responsabilidad personal). El modelo del “guardián” en la educación de los hijos, produce adolescentes confundidos y bastante malhumorados. La corrección inmediata de todo error en el trabajo, deteriora las relaciones personales y en definitiva la efectividad laboral, pues se asume una posición de superioridad intelectual y moral, que no es fácil de tolerar por los demás.
En ambos casos, en el de los hijos y en el de los empleados resulta nefasto el modelo de corregir en el acto todas las equivocaciones. Para que los seres humanos cambien, tienen que sacar energía de algún lado. Si se sienten insignificantes y despreciados no será posible que logren reunir la fuerza o el coraje necesarios para encontrar esa solución.

lunes, 17 de agosto de 2009

Lo indefinible

"El hecho estético, no requiere ser definido. Es algo tan evidente, tan inmediato, tan indefinible, como el amor, el sabor de la fruta, el agua. Sentimos la poesía, como sentimos la cercanía de una mujer o como sentimos una montaña o una bahía. Si la sentimos inmediatamente; ¿ a qué viene diluirla en otras palabras, que sin duda serán más débiles que nuestro sentiminetos?." J.L . Borges

domingo, 16 de agosto de 2009

Terciopelo (greguería)

Gloria Grahame ("Los sobornados". Fritz Lang).

" Debajo de un traje de terciopelo negro parece que una mujer va sin ropa interior"

(R. Gómez de La Serna)

Cluny y el Camino de Santiago

La Orden Benedictina de Cluny, fue el mayor centro de difusión espiritual del cristianismo europeo medieval. Desde su fundación en el siglo X la Orden alcanza una absoluta independencia respecto de cualquier poder laico o eclesiástico. El Abad de Cluny sólo es tributario del Papado y responde de sus actos únicamente ante el Papa. Con tamaña libertad de acción, se pretendía evitar que la abadía fuera entorpecida en la tarea que se había impuesto, la reforma integral del monacato.
La intensificación decisiva del clero regular, multiplicando el número de sacerdotes entre los monjes. El predominio en la vida monástica del rezo litúrgico que quedó unificado en un solo rito “el gregoriano”. La trascendental importancia dada a la celebración coral de la eucaristía. La organización de los monasterios conforme a la jerarquía feudal , en el que los trabajos físicos son realizados por los siervos, reservando a los monjes la labor intelectual scriptoria donde se realizaban la copia de manuscritos.
Esta "inmunidad" internacional (por su directa dependencia del Papa) frente a reyes y nobles y obispos, y una estructura jerárquica y centralizadora, frente a la habitual dispersión y disgregación que los monasterios benedictinos habían tenido hasta entonces, permitieron a Cluny involucrarse en una auténtica renovación espiritual a escala europea. La gran cantidad de fundadaciones tuvo relevantes consecuencias sociales, políticas, económicas e incluso militares, en los distintos reinos. En el siglo XI, el de máximo esplendor para la Orden, la Abadía de Cluny llegó a contar entre 400 y 700 monjes, y extendía su absoluto poder sobre 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a más de 10.000 monjes, sin contar su innumerable personal subalterno.
Resulta comprensible el interés de Cluny por el Camino de Santiago, donde se fraguaban la Reconquista de la Península Ibérica y la cristianización del sur musulmán.
Desde el siglo IX, el hallazgo de “las reliquias del apóstol”, difundido por Carlomagno que veía un modo de defender sus fronteras de la presión musulmana, hizo de Compostela - en el extremo Oeste europeo- un centro de peregrinaje. Pero el verdadero apogeo de la peregrinación jacobea, se produce, cuando la orden cluniacense, convierte el Camino de Santiago en el principal eje de difusión de sus ideas. Esta pasión fundadora de "los Monjes Negros" es el factor determinante en la dinamización de la peregrinación a Jacobea.
Una labor apoyada por los monarcas peninsulares, en su deseo de romper con el aislamiento con el resto de la Cristiandad, y establecer lazos dinásticos, culturales y religiosos. Los reyes de León, de Castilla y de Navarra, favorecerán en todo lo posible la constitución y proyección de la red de monasterios cluniacenses en el norte de España y singularmente alrededor del Camino. Gracias a las generosas donaciones realizadas por los monarcas hispanos en tierras, prioratos y villas, la orden de Cluny alzó, puentes, hospitales iglesias y monasterios, como San Zoilo en Carrión de los Condes, San Isidro de Dueñas (Palencia) San Benito en Sahagún. En el siglo XII los religiosos vinculados a Cluny, elaboraron el Códice Calixtino y la Historia Compostelana.

martes, 11 de agosto de 2009

Un repaso necesario: Kant y la conciencia moral

"La repercusión de la obra de Kant, como síntesis y fundamento filosófico de la Ilustración es comparable a lo representado por la obra de Aristóteles o Cristo para la Antigüedad y el Medievo. Pensemos en la maravilla histórica, que convierte a un humilde profesor, de escasos medios, obligado a trabajar como preceptor para poder subsistir.Un hombre soltero, meticuloso y pequeño ( apenas llegaba a 1,50 m de estatura), de quebradiza salud , que vivió toda su vida sin salir de Königsberg, una apartada ciudad en lo más remoto del Oriente Septentrional europeo , en la Prusia Oriental, cerca de la frontera con Rusia y Finlandia , en los mismos límites de la Europa culta de entonces... Este hombre, con su sólo esfuerzo mental, escribió, cuando contaba ya 57 años, su “Crítica de la razón Pura”, el libro de filosofía más comentado, más discutido, más formidable de todos los tiempos". Stefan Zweig

Aunque en su "Critica a la Razon Pura" Kant, habia eliminado del idealismo la cosa “en sí” que es absolutamente inaccesible a ningún conocimiento teorético y por consiguiente, la metafísica nunca podrá ser objeto de un conocimiento científico.Esto no significa que para Kant, la metafísica sea un saber absolutamente injustificado.Muy por el contrario pensaba, esta tendencia hacia lo unitario y lo incondicionado que aparece en la metafísica, es una de las características de la propia razón."La razón hace funcionar incansablemente su capacidad de síntesis, saliéndose de los límites de la experiencia. No le basta con una panorámica sucesiva de vivencias y trasciende al “yo como sujeto de conocimientos” sintetizando el cuerpo y el alma en el yo vivencial; unifica los distintos objetos en una globalidad, el universo; y termina por romper la inacabable cadena de causas y determinaciones de los fenómenos en una causa originaria e incausada, con la ilusión de evitar que todo nuestro conocimiento quede colgado de una incógnita".
Kant ubica la metafísica dentro de la actividad espiritual humana que podemos condensar con el nombre de conciencia moral. Le parece obvio que la actividad de conocer es sólo una de las actividades que el hombre ejecuta. Es evidente la realidad histórica de de la conciencia moral. Y puesto que continuamente, a lo largo de nuestra vida, además de a conocer, tenemos que aplicar nuestra razón a saber como hemos de obrar, hay juicios morales que contienen principios tan claros y evidentes como los de la lógica racional. A estos principios se aplica una parte de la razón, lo que él llama razón práctica. Y es esta razón aplicada a la acción, a la moral, la única que puede conducir al hombre a los objetos metafísicos.
El análisis de estos principios conduce a que los calificativos morales no pueden predicarse de las cosas. Pues esta razón no va encaminada a la determinación de lo que las cosas son. Las cosas son indiferentes al bien o al mal, el mérito o demérito sólo pueden predicarse del hombre, de la persona humana. Por tanto, para determinar la calidad moral de un acto, no habrá que estar al contenido efectivo del mismo, sino a la voluntad del hombre. El problema, queda pues, planteado en ¿Cómo determinar si una voluntad es buena o mala?. Examinando esta cuestión, Kant advierte que todo acto voluntario se presenta a la reflexión en la forma de un mandato, de un imperativo. Todo acto aparece en nuestra conciencia en la forma de un mandamiento (tengo que hacer esto, debo evitar esto otro).
Este imperativo en el que se especifica todo acto voluntario puede ser de dos clases: hipotético y categórico. Hipotético es aquel en que el mandamiento mismo queda sujeto a una condición. Por ejemplo: si quieres sanar de tu enfermedad toma la medicina. En este tipo de mandamiento que es el de todas las éticas existentes hasta entonces, la maldad o la bondad humana dependen de algo que se considera el bien supremo para el hombre (ya sea el placer, la felicidad, la santidad, la salvación), y por tanto es condicional y heterónomo, puesto que el mandato se recibe desde fuera de la propia razón.
El imperativo Categórico, es aquel cuyo cumplimiento no está sujeto a ninguna condición, salvo el deber racional. Kant pretende fundar una ética estrictamente universal y racional, por ello descarta que la misma pueda tener una base empírica y heterónoma. La ética debe ser a priori y autónoma, el sujeto ha de darse a sí mismo la ley, y por tanto tampoco la ética puede ser material, sino formal, es decir vacía de contenido. La ética no puede establecer un fin que haya de ser perseguido, y tampoco nos dice lo que debemos de hacer, sin tan solo como debemos actuar; y en este sentido un hombre sólo actúa moralmente cuando lo hace por deber. (* La ética Kantiana plasma los ideales morales de la Ilustración, la libertad y la igualdad y subvierte las consideraciones éticas prevalentes hasta entonces que en gran medida derivaban de la religión, alcanzando plena preponderancia las decisiones de la voluntad individual.)
Kant se limita a describir con ejemplos tres tipos de acciones humanas, según sean contrarias al deber, conformes al deber y por deber, sólo estas últimas poseen valor moral. El valor moral de una acción no radica pues, ni en su contenido, ni en algún fin que pretenda conseguir, sino en el móvil que la impulsa, en la máxima moral. Nada tiene de extraño que sea una máxima la formulación que usa Kant para expresar el imperativo categoríco: “ Obra de manera que puedas querer que el motivo que te ha llevado a obrar sea una ley universal.”
Solamente es autónoma aquella formulación de la ley moral que pone en la voluntad misma el origen de la propia ley. Y es precisamente esta autonomía de la voluntad la que abre una pequeña puerta, fuera del mundo de los fenómenos, fuera de la tupida red de condiciones que el acto de conocer ha puesto sobre todos los materiales con que el conocimiento se hace: Porque la voluntad moral pura es voluntad autónoma y esto implica el postulado de la libertad de la voluntad. ¿ Cómo podría ser autónoma una voluntad si no fuera libre?.

Así pues al igual que ocurrió con el hecho del conocimiento científico Newtoniano, del hecho de la conciencia moral tendremos que extraer también las condiciones de la posibilidad de la misma y la primera de ellas es que postulemos la libertad de la voluntad. Ello no implica ninguna contradicción con las leyes causales de la naturaleza, pues estas afectan únicamente a los fenómenos. Mas la conciencia moral no es conocimiento, sino un acto de valoración que nos pone en contacto con otro mundo (también racional) donde espacio, tiempo y categorías no tienen ningún uso.
Para Kant, también la inmortalidad del alma es un postulado de la conciencia moral, una condición que la hace posible(aunque no sea demostrable racionalmente). Su justificación es la siguiente: La razón nos ordena aspirar a la virtud, es decir a la concordancia perfecta y total de nuestra voluntad con la ley moral, esta perfección es inalcanzable en una existencia limitada, su realización solo tiene lugar en un proceso indefinido, infinito, que por tanto exige una duración ilimitada, es decir la inmortalidad.
Por último el tercer postulado de la razón práctica es la existencia de Dios. Dios vendrá a ser la garantía de que en este mundo tiene que identificarse el ser y el deber ser. La característica de nuestra vida moral concreta en este mundo fenoménico es la tragedia, el dolor, el desgarramiento profundo que produce en nosotros esa distancia ese abismo, entre el ideal y la realidad. Quisiéramos ser virtuosos y somos pecadores, quisiéramos que prevaleciera la justicia social y muchas veces prevalece la injusticia y el crimen. Por lo tanto es necesario que tras este mundo en un lugar metafísico esté realizada esa plena conformidad entre lo que es y debe ser. Y esa unidad sintética de lo más real que puede haber con lo más ideal que puede haber la llama Kant, Dios.
Vemos pues, que es la actividad de la conciencia moral el único camino por el que podemos llegar a los objetos metafísicos que en la Crítica de la razón Pura, Kant había declarado inaccesibles para el conocimiento teorético.

Kant termina su sistema filosófico declarando la primacía de la razón práctica sobre la razón pura. Es decir todo el conocimiento que el hombre ha logrado, necesita recibir un sentido. Al poner todo el conocimiento teorético científico al servicio de la moral, toda la historia, todo el desarrollo de la vida humana desde los tiempos más remotos hasta hoy, adquiere un nuevo sentido: el de progreso. A la luz de esta primacía de la razón práctica aparece ahora en el S XVIII, la idea histórica de progreso, los objetos metafísicos aparecen como ideales, es decir focos hacia los que la realidad histórica se encamina. La realidad histórica entonces puede calificarse como más o menos próxima a estas “realidades” ideales, adquiriendo un sentido valorativo. Podemos decir esta época, este régimen político, esta sociedad, es más justa, mejor que otra. La historia aparece como el nuevo horizonte problemático de la filosofía.

Sin embargo, ¡ay!, nadie, ni nada nos puede explicitar previamente cual sea este deber, precisamente esta es la tarea encomendada a la razón individual, aplicada al caso concreto. La razón práctica, como se verá en el dramatico acontecer de los siglos XIX, XX y XXI, no es una prospectiva que permita intuir los objetos metafísicos, para situarlos al frente de una ética individual y mucho menos de nuevos sistemas metafísicos