jueves, 30 de abril de 2009

Advocación

"Sentirse agradecido es ya una manera de creer en la Divinidad". (Los dardos Fallidos). José María Herrera.


¡Quisiera alcanzar el equilibrio entre el reposo y la actividad, entre el callar y el hablar, entre el hacer y el contemplar. Esa jubilosa actitud, que a pesar del incesante cambio, pretende afirmar nuestra estabilidad, es la que más me corresponde como persona, como sujeto único de “un privilegio divino”: percibir, auque sólo sea por un instante, la armonía en este mundo!.

miércoles, 29 de abril de 2009

Tolerancia

Delphos: Tesoro de los Atenienses
Para educar en la tolerancia, no se debería fomentar continuamente el entusiasmo por lo propio frente a lo ajeno, como si “lo nuestro” de un absoluto se tratara. Creo que nuestras más sagradas costumbres, incluso la propia religión, por muy arraigada que esté en la nación que domina, deberían mostrarse como algo relativo. A fin de cuentas, la religión es un producto cultural humano, como la lengua, el arte y el estado. Como estos, son diversas las religiones de los pueblos y ninguna es más verdadera que otra. Todas las representaciones de “lo divino” por verdaderas y hermosas que nos parezcan, son – por expresarlo de algún modo- mera aproximación a una realidad inenvistigable.

lunes, 27 de abril de 2009

Origen y fundamento del Islam

Mohamed nació en La Meca a finales del siglo VI, su madre que era viuda murió cuando el pequeño tenía seis años. El niño fue acogido bajo la hospitalidad de unos parientes, que eran caravaneros. La Meca era una pequeña ciudad en un valle que no tenía agua, surgida junto a un santuario donde se adoraba una piedra negra, “ La Caaba”, un meteorito que cayó del cielo. La inmensa península de Arabia era entonces un desierto, poblado de nómadas, dedicados al pastoreo y a combatirse entre sí. Las ciudades escaseaban y el nivel cultural de las tribus era muy primitivo. Su religión se limitaba a una vaga creencia en un dios llamado Alá, y la idolatría estaba muy extendida, los beduinos adoraban los astros, creían en demonios, y en el siglo VI todavía practicaban sacrificios humanos rituales. Los comerciantes de La Meca vivían del almacenaje y la venta de las provisiones que vendían cada año, cuando el santuario era visitado por una enorme cantidad de peregrinos durante los periodos de tregua sagrada. La pobreza y la crudeza de la vida en el desierto eran extremas.
A los veinticinco años Mohamed se casa con Kadicha, una rica viuda de un comerciante, quince años mayor que él. Se dedica de lleno al oficio de las caravanas, recorre el desierto desde La Meca a Damasco. Allí tiene algunos contactos con los judíos y los cristianos de Siria, oye los rudimentos de sus religiones. En sus viajes con las caravanas, en el silencio infinito del desierto, Mohamed se forjó la convicción de que sólo existe un Dios, al que el hombre deberá rendir cuentas un día, siendo recompensado o castigado en la vida eterna según sus actos terrenos. Hay una pregunta que le obsesiona: ¿ Cómo puede un hombre escapar del castigo eterno, del que oyó hablar a los ascetas cristianos?.
Se retiró como ellos a la soledad del desierto y vivió durante algún tiempo, en una gruta. Una noche soñó que se le aparecía el Arcángel Gabriel y le ordenaba predicar. “Oh Mahoma tú eres el profeta de Alá, anúncialo” ¿Qué debo anunciar? preguntó Mahoma. ¡Predica la existencia de Alá el todopoderoso que ha creado el mundo!”. Desde ese momento sintió la vocación de anunciar a su pueblo la grandeza de Alá y poner fin al culto de los ídolos.
La prédica de Mahoma apela a los mejores sentimientos de un pueblo rudo y violento como el de los beduinos de Arabia. Su descripción del juicio final, las emotivas visiones del infierno y del paraíso, donde los creyentes vivirán en medio de manantiales, frutas y ardientes vírgenes amorosas creadas para ellos, conecta a la perfección con los anhelos poéticos de belleza y excelsitud de las tribus del desierto. Mahoma contó pronto con gran número de seguidores y los comerciantes de La Meca se percataron de que la existencia de la ciudad estaba amenazada por una doctrina que pretendía debilitar la creencia en los dioses de La Caaba. La huida o “ Hejira” de la meca a Medina, donde predominaban sus partidarios ocurrió en el año 622 y es el punto de partida de la era musulmana.
Mahoma se constituyó en cabeza de una comunidad político-teocrática y como profeta y gobernante, no se limitó a predicar una fe, sino que organizó su comunidad bajo el Islam (que significa sumisión) llamada a sistematizar y guiar toda la conducta personal del fiel y la actitud publica de la comunidad.
Para los beduinos de Arabia el Islam fue el paso entre la oscuridad y la luz, la lengua, la cultura, el sentimiento de unidad, surgieron a la vida gracias a una fe. Un pueblo de pastores dispersos, que vagaba desconocido por los desiertos, se hace protagonista histórico.
El Islam es una fe integral, su profesión implica el sometimiento de todos los aspectos de la vida, afecta de manera especial a la conducta pública del creyente. Que aparece obligado a las cincos prescripciones coránicas: La oración, el ayuno, la limosna, la peregrinación y la guerra santa. La oración islámica cinco veces al día, es la repetición memorística de las palabras del Corán hasta el infinito. La cadencia poética de estas palabras ha formado el arquetipo de “Verdad” en el inconsciente colectivo de millones de creyentes.
Para los musulmanes el Corán no es una mera obra de Dios, como las almas de los hombres o el universo, es uno de los atributos del Dios. Cuando en el año 653 de nuestra era el piadoso Zaid ben Tabit concluyó la redacción definitiva del Corán, se mandó destruir todas las demás copias del libro. Con ello se significaba que aquel libro era perfecto, la madre del libro quedaba depositada en el cielo.
El Corán, el libro para ser leído y recitado en el momento de la oración, se convirtió en el supremo código de conducta para millones de hombres. Libro a la vez de teología, jurisprudencia, ciencia y superior modelo dietario para todos los musulmanes.
Es así como el poder “poético” de la palabra revelada, es decir basado en la sugestión psicológica del oyente y la proclamación repetida de la fe, -repetida diariamente hasta la extenuación-, han dado fundamento a la unidad lingüística y cultural de una quinta parte de la humanidad.
Las posibilidades de éxito del nuevo estado musulmán han estado siempre relacionadas con la viveza o vaguedad de este sentimiento de unidad religiosa, y cultural, frente a las disensiones tribales o de intereses.

viernes, 24 de abril de 2009

Grisha, un encantador cuento de Chejov

Anton Chejov. Dramaturgo y autor de relatos, es una de las figuras más destacadas de la literatura rusa*.
Grísha, un niño pequeño, rollizo, nacido hace dos años y ocho meses, pasea con la nana por el boulevard. Lleva un largo abriguito enguatado, una bufanda, un gran gorro de botoncito afelpado y unos chanclos cálidos. Tiene sofoco y calor, y ahí aún el sol travieso de abril le da directo en los ojos y le pellizca los párpados.Toda su figura torpe, dócil, caminante insegura, expresa una perplejidad extrema.Hasta ahora Grísha conocía sólo un mundo de cuatro esquinas, donde en una esquina estaba su cama, en la otra el baúl de la nana, en la tercera una silla y en la cuarta ardía una lámpara. Si miramos debajo de la cama, pues veremos una muñeca con la mano rota y un tambor, y detrás del baúl de la nana muchas cosas diversas: carreteles de hilo, papeles, una caja sin tapa y un payaso roto. En este mundo, además de la nana y Grísha, suelen estar la mamá y el gatito. La mamá se parece a la muñeca, y el gatito a la pelliza de papá, sólo que la pelliza no tiene ojos ni cola. De ese mundo, que se llama infantil, la puerta conduce a un espacio donde almuerzan y toman té. Allí está la silla de patitas altas de Grísha y cuelga el reloj, que existe sólo para agitar el péndulo y sonar. Del comedor se puede pasar a una habitación donde hay unas butacas rojas. Allí, en la alfombra, se oscurece una mancha por la que a Grísha, hasta ahora, lo amenazan con el dedo. Tras esta habitación hay otra aún, a donde no dejan entrar y por donde pasa fugazmente papá, ¡una personalidad enigmática en grado sumo! La nana y mamá son entendibles: ellas visten a Grísha, le dan de comer y lo acuestan a dormir, pero para qué existe papá, se desconoce. Hay aún otra personalidad enigmática, es la tía, que le regaló a Grísha un tambor. Ella ya aparece, ya desaparece. ¿A dónde desaparece? Grísha ha mirado más de una vez debajo de la cama, detrás del baúl y debajo del diván, pero ella no estaba ahí…En este mundo nuevo, donde el sol hiere los ojos, hay tantos papás, mamás y tías, que no sabes hacia quien correr. Pero lo más extraño y absurdo de todo son los caballos. Grísha mira sus patas que se mueven y no puede entender nada. Mira a la nana, para que ésta resuelva su equívoco, pero ésta calla.De pronto oye un pataleo terrible… Por el boulevard, marchando rítmicamente, se mueve hacia él una multitud de soldados de caras rojas y escobas de baño en los sobacos. Grísha se hiela todo de terror y mira a la nana de modo inquisitivo: ¿no es peligroso? Pero la nana no corre y no llora, entonces, no es peligroso. Grísha acompaña con los ojos a los soldados, y él mismo empieza a marchar al compás de ellos.A través del boulevard corren dos grandes gatitos de hocicos largos, con las lenguas afuera y las colas alzadas. Grísha piensa que él también necesita correr, y corre tras los gatitos.-¡Para! –le grita la nana, agarrándolo por los hombros rudamente. -¿A dónde vas? ¿Acaso te está permitido hacer travesuras?Otra cierta nana está sentada y sostiene una pequeña tina de naranjas. Grísha pasa junto a ella y, callado, toma para sí una naranja.-¿Eso tú para qué pues? –le grita su acompañante, pegándole en la mano y arrancándole la naranja. -¡Imbécil!Ahora Grísha levantaría con placer el cristalito que está tirado bajo sus pies y brilla como una lámpara, pero teme que le peguen en la mano de nuevo.-¡Mis respetos! –oye de pronto Grísha, casi en su misma oreja, la voz alta, densa de alguien, y ve a un hombre alto con botones brillantes.Para su gran placer, ese hombre le da la mano a la nana, se detiene con ella y empieza a conversar. El brillo del sol, el ruido de los carruajes, los caballos, los botones brillantes, todo eso es tan asombrosamente nuevo y no terrible, que el alma de Grísha se llena de una sensación de placer y empieza a reír.-¡Vamos! ¡Vamos! –le grita al hombre de los botones brillantes, halándolo por el faldón.-¿A dónde vamos? –pregunta el hombre.-¡Vamos! –insiste Grísha.Él quisiera decirle que no estaría mal llevar consigo a papá, a mamá y al gatito, pero la lengua dice no lo que hace falta en absoluto.Un poco después la nana dobla por el boulevard y lleva a Grísha a un patio grande, donde aún hay nieve. Y el hombre de los botones brillantes también va tras ellos. Evitan con esmero los terrones nevados y los charcos, después, por una escalera larga, sucia, entran a una habitación. Ahí hay mucho humo, huele a frito, y cierta mujer está parada junto al horno y fríe unas albóndigas. La cocinera y la nana se besan y, junto con el hombre, se sientan en un banco y empiezan a hablar en voz baja. Grísha, arropado, siente calor y sofoco.“¿Por qué será esto?” –piensa él, mirando.Ve un techo oscuro, una horquilla de dos cuernos, un horno que parece un hueco grande, negro…-¡Ma-amá! –dice alargadamente.-¡Bueno, bueno, bueno! –grita la nana. -¡Espera!La cocinera pone sobre la mesa una botella, dos copitas y un pastel. Las dos mujeres y el hombre de los botones brillantes chocan las copitas y beben varias veces, y el hombre abraza ya a la nana, ya a la cocinera. Y después todos los tres empiezan a cantar en voz baja.Grísha se estira hacia el pastel, y le dan un pedacito. Él come y mira cómo bebe la nana… Él también quisiera beber.-¡Dame! ¡Nana, dame! –pide.La cocinera le da a sorber de su copita. Él desencaja los ojos, frunce el ceño, tose y por largo tiempo, después, agita las manos, y la cocinera lo mira y se ríe.Tras regresar a casa, Grísha empieza a contarle a su madre, a las paredes y a la cama dónde estuvo y qué vio. Habla no tanto con la lengua, como con la cara y las manos. Muestra cómo brilla el sol, cómo corren los caballos, cómo luce el horno horrible y cómo bebe la cocinera…Por la noche no se puede dormir de ningún modo. Los soldados con las escobas, los grandes gatitos, los caballos, los cristalitos, la tina de naranjas, los botones brillantes, todo eso se mezcla en un montón y golpea su cerebro. Se voltea de un costado al otro, parlotea y, al final de todo, sin soportar su excitación, empieza a llorar.-¡Y tú tienes fiebre! –dice la mamá, tocando su frente con la palma de la mano. -¿Por qué podría pasar esto?-¡El horno! –llora Grísha. -¡Fuera de aquí, horno!-Seguro, comió demás… -decide la mamá.Y Grísha, saturado de las impresiones de esa vida nueva, recién vista, recibe de la mamá una cucharada de aceite de ricino.
*La crítica moderna considera a Chéjov uno de los maestros del relato. En gran medida, a él se debe el relato moderno en el que el efecto depende más del estado de ánimo y del simbolismo que del argumento. Sus narraciones, más que tener un clímax y una resolución, son una disposición temática de impresiones e ideas. Utilizando temas de la vida cotidiana, Chéjov retrató el pathos de la vida rusa anterior a la revolución de 1905.

miércoles, 22 de abril de 2009

Un poco más, algo menos.

"Es el mejor de los buenos
quien sabe que en esta vida,
todo es cuestión de medida,
un poco más, algo menos".
Antonio Machado


Pensaba Jorge, que el capricho de nuestro humor es aún más arbitrario que el de nuestra suerte. Que la agitación de nuestro ánimo depende menos de las llamadas "cosas importantes" que nos suceden en la vida, que de una combinación cómoda o desagradable de las pequeñeces que suceden todos los días. Tampoco la desolación profunda o el júbilo ruidoso, brotan de un goce o de un dolor presentes e inmediatos, sino de la apertura de un nuevo futuro que se anticipa a ellos. Y por eso era partidario de la calma y de la austeridad en el vivir y en el decir. En contra de la norma al uso, su tranquila vida consistía en una combinación entre simplicidad material -su frugalidad nos resultaba a veces algo espartana- y complejidad intelectual.
- "Con nada nos sustraemos tanto a la coacción de fuera, como con la coacción que nos imponemos a nosotros mismos".
Su divisa, era esta frase de Séneca: "Si vis tibi omnia subicere, te subice rationi". "Si quieres sujetar todas las cosas, sujétate tú a la razón", solía venir acompañada de buenos consejos.
Un poco más:
1. Dormir, hay que acostarse antes de las diez y media.
2. Escuchar música, es el divino consuelo de la soledad.
3 .Caminar, pero sólo para soñar y recordar( también para escribir).
4 Leer, siempre y en cualquier lugar. Pero en la butaca, al menos una hora, al día.
5 Callar y escuchar, es preferible que los otros tengan razón.
Algo menos:
1 Hablar, de tus cosas, de tus preocupaciones. ¡Nadie suele estar escuchando!.
2 Comer, hay que probar a comer un tercio menos o incluso la mitad.
3 Proyectar para "el futuro"...


lunes, 20 de abril de 2009

¡Si vas a la felicidad, lleva sombrilla!


"Más difícil que satisfacer un deseo es llegar a identificarlo". A. Schopenhauer


Los goces son y no dejan de ser negativos, creer que nos hacen felices es una ilusión; en cambio los dolores son sentidos positivamente. De ahí que su ausencia sea el criterio de la felicidad de la vida. Si a un estado carente de dolor se le agrega la ausencia de aburrimiento, entonces se ha alcanzado en lo esencial, el máximo de la felicidad a que aquí podemos aspirar; todo lo demás es quimera.

Pocas cosas desearíamos ardientemente si conociéramos del todo lo que deseamos. Antes de desear fervientemente una cosa, conviene examinar cual es la felicidad del que la posee. Muchas veces, basta esta simple cautela, para que comprendamos lo difícil que resulta llevar algo a término o tratar de imponerlo a los demás. A todos nuestros buenos propósitos, se enfrentan dificultades y fatigas sin fin. Y al cabo, después de este denodado esfuerzo, resulta que el logro no pasa del mero rechazo de una penuria. No más, que la liberación de la carga de ese deseo que motivó en nosotros el proyecto, y cuya inoportunidad había perturbado nuestra calma.
Lo único que hemos hecho, todo lo que hemos conseguido- en el mejor de los casos- es liberarnos de un deseo... y no por ello nos encontramos mejor que antes de tenerlo. Justas parecen, las palabras de Schopenhauer: "el medio más seguro de no llegar a ser muy infeliz, es no pretender llegar a ser muy feliz"





domingo, 12 de abril de 2009

El origen del horror

A juzgar por la gran cantidad de referencias y representaciones del laberinto y su terrible monstruo, la leyenda del Minotauro fue uno de los mitos de mayor impacto psicológico en la cultura grecolatina. Bestia terrorífica, feroz devoradora de hombres, divinidad de fuerza descomunal a la que hay que aplacar mediante el tributo de nueve jóvenes, cada nueve años y así evitar que salga de su recinto, sin puertas y se encarnice con la población
En su interpretacion del mito, Borges incide en algo que preferiamos olvidar, que El Minotauro o "Asterion" (el estrellado) también es un hombre. Un hombre que juega como un niño y no tiene conciencia de su edad cronológica, ni de su aterradora fisonomía; pues en definitiva, en la esencia de su espíritu se cree igual a cualquier otro mortal Se atemoriza del mundo exterior, un mundo aparente, el cual le produce un profundo sentimiento de desprecio e indefensión. Juega a ser el "otro Asterión" para evadirse de su insoportable soledad. La casa, o el laberinto, su mundo interior es su refugio, donde al menos cuenta con algunas certezas, pero es una terrible cárcel para el alma. A este "Asterión-humano", le pesa la soledad, la exclusión del mundo y sufre.
Borges pone en boca de Asterión su forma de pensar: "La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Estos conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso. Entre los Inmortales, en cambio, cada acto, (y cada pensamiento) es el eco de otros que en el pasado lo antecedieron, sin principio visible, o fiel presagio de otros que en el futuro lo repetirán hasta el vértigo. No hay cosa que no esté como perdida entre infatigables espejos. Nada puede ocurrir una sola vez, nada es preciosamente precario. Lo elegíaco, lo grave, lo ceremonial, no rigen para los Inmortales"

Nuestra muerte,la conciencia de nuestra fragilidad como individuos es lo que propicia las relaciones con los demás. Y el trato con los otros, es la única manera que tenemos para poder distinguir entre el bien y el mal. Asterión, carece de la noción del bien y el mal, porque el inconsciente, el sustrato animal de la especie, es común, no individual; es algo que no muere, que no se relaciona y que nunca descansa. ¡Algo que todos, preferimos que quede encerrado en un laberinto!.
El origen del horror estriba en que Asterión sólo tiene una forma de liberarase: procurar y procurarse la muerte. Esa es su única oportunidad de escapar del laberinto. La llegada de los nueve hombres, cada nueve años, es interpretada por Asterión como la posibilidad que él tiene de liberarlos de todo mal. Recíprocamente, soporta su terrible soledad, con la esperanza de que algún día llegará su redentor, quien se levantará sobre el polvo y lo llevará a "un lugar con menos galerías y menos puertas". Tal vez por eso, concluye Borges, en boca de Teseo,con la siguiente reflexión:
- ¿Lo creerás, Ariadna? - dijo Teseo - el Minotauro apenas se defendió.

La casa de Asterión.

"Asterión" es el nombre que recibe el rey de Creta en la mitología griega. Cuando Zeus hubo yacido con Europa, el rey la acogió en la isla y nombró herederos a los hijos que ésta, había tenido con Zeus.
"La Casa de Asterión" corresponde al título de un espléndido relato de Borges, donde se realiza una original interpretación del mito, como un símbolo del inconsciente humano.



"No habrá nunca una puerta. Estás adentro
Y el alcázar abarca el universo
Y no tiene ni anverso ni reverso
Ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino
Que tercamente se bifurca en otro,
Que tercamente se bifurca en otro,
Tendrá fin. Es de hierro tu destino
Como tu juez. No aguardes la embestida
Del toro que es un hombre y cuya extraña
Forma plural da horror a la maraña
De interminable piedra entretejida.
No existe. Nada esperes. Ni siquiera
En el negro crepúsculo la fiera".
J. L Borges.

El hombre es un ser trágico que vive desgarrándose entre su impulso innato por descifrar el misterio de la existencia y la imposibilidad fatal de conseguirlo. Dicho de otra manera, con la prosaica terminología de la genética: cada persona es un individuo irrepetible, condicionado, pero no hasta el punto de quedar liberado de tener que tomar sus propias decisiones.
En el principio de los tiempos, inventa un lenguaje a fin de nombrar a los seres y comunicarse con ellos; con el lenguaje pacta convenciones de convivencia o piensa y fabrica esquemas filosóficos o científicos o artísticos que asedien el Universo. El hombre, pues, fabrica una red cultural que es esencialmente ficticia puesto que ni la mente del hombre ni su lenguaje pueden descubrir y transmitir la realidad, sino tan sólo inventar, soñar, tejer la imagen de un mundo propio; esto es, su casa, su mito, su refugio. Fuera, más allá, persiste la creación divina, inconmensurable, incomprensible, laberinto de enigmas.
Esto es lo que expresa, según Borges, el mito de "La Casa de Asterión”: que uno, no es prisionero de puertas o cerrojos, sino prisionero de sí, de los grilletes de una individualidad insalvable. Su prisión es, pues, la más trágica, la definitiva: perderse sin remedio en el laberinto del propio yo.
"Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera (...) Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura ? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle”.

Vivir es recorrer sin remedio las galerías interminables de nuestro yo. Por sus sendas laberínticas moramos la mayor parte del tiempo, sin hallar la salida. Infelices, porque sabemos que sólo podemos sobrevivir, si logramos salir al exterior, y poner cuanto tenemos en común con los otros seres del universo. Ser soledad radical es sólo una parte de la esencia del hombre; paradójica y trágicamente, la otra es no poder soportarla y tender puentes desesperados de comunicación.

sábado, 11 de abril de 2009

Teseo y el Minotauro en la Metaforfosis de Ovidio


En Creta reinaba el poderoso Rey Minos. Su capital era célebre en el mundo por el laberinto, lleno de intrincados corredores, de los cuales era casi imposible encontrar la salida. En el interior vivía el terrible Minotauro, un monstruo con cabeza de toro y cuerpo de hombre, fruto de los amores de Pasifae, la esposa de Minos, con un toro que Poseidón, dios de los mares, hizo surgir de las aguas. En cada novilunio había que sacrificar un hombre al Minotauro, pues cuando el monstruo no satisfacía su apetito, se precipitaba fuera para sembrar la muerte y desolación de los habitantes de la comarca.
Un día, el Rey Minos recibió una trágica noticia: su hijo acababa de morir asesinado en Atenas. Minos clamó venganza, reunió a su ejército y lo envió a Atenas para iniciar el ataque. Atenas, al no estar preparada, no pudo ofrecer resistencia y solicitó la paz. Minos, con severidad dijo: "Os ofrezco la paz, pero con una condición: cada nueve años, Atenas enviará siete muchachos y siete doncellas a Creta para que paguen con su vida la muerte de mi hijo". Aquellos jóvenes serían arrojados al Minotauro para que los devorara. Los atenienses no tuvieron más remedio que aceptar aunque con una única reserva: que si uno de los jóvenes conseguía matar al Minotauro y salir del laberinto (cosa poco menos que imposible) no sólo salvaría su vida, sino también la de sus compañeros, y Atenas sería eximida de dicha condena.
Dos veces pagaron los atenienses el trágico tributo. Se acercaban ya el día en que por tercera vez la nave de velas negras, signo de luto, iba a surcar la mar. Entones, Teseo, hijo único del rey de Atenas, Egeo, ofreció su vida por la salvación de la ciudad. El Rey y su hijo convinieron en que si a Teseo le favorecía la suerte, el navío que los volviera al país enarbolaría velas blancas.
La prisión en Creta, donde Teseo y los otros jóvenes fueron alojados como prisioneros lindaba con el parque por donde las hijas del Rey Minos, Ariadna y Fedra, solían pasear. Un día el carcelero avisó a Teseo que alguien quería hablarle. Al salir, el joven se encontró con Ariadna, quien subyugada por la belleza y la valentía del joven decidió ayudarle a matar al Minotauro a escondidas de su padre. "Toma este ovillo de hilo y cuando entres en el Laberinto ata el extremo del hilo a la entrada y ve deshaciendo el ovillo poco a poco. Así tendrás una guía que te permitirá encontrar la salida". Le dio también una espada mágica.
A la mañana siguiente, el príncipe fue conducido al Laberinto, tomó el ovillo, ató el extremo del hilo al muro y fue desenrollándolo, a medida que avanzaba por los corredores. Tras mucho caminar, penetró en una gran sala y se encontró frente al temible Minotauro, que bramaba de furor se lanzó contra el joven. El Minotauro era tan espantoso, que Teseo estuvo a punto de desfallecer, pero consiguió vencerle con la espada mágica. Le bastó luego seguir el hilo de Ariadna en sentido inverso y pronto pudo atravesar la puerta de salida.
Teseo salvó su vida, la de sus compañeros y liberó a su ciudad de tan horrible condena. Dispuestos ya a reembarcar, Teseo llevó a bordo en secreto a Ariadna y también a Fedra, quien no quiso abandonar a su hermana mayor. Durante el viaje y tras una feroz tormenta tuvieron que refugiarse en la isla de Naxos. Vuelta la calma, emprendieron el retorno. Pero Ariadna no aparecía, la buscaron, la llamaron, pero fue en vano. Finalmente abandonaron la su búsqueda y se hicieron a la mar. Habían zarpado cuando Ariadna despertó en el bosque, después de caer extenuada por el cansancio. De pronto, y rodeada por monumental ceremonia se le apareció el joven más bello que nunca antes haya visto. Era Dionisios, dios del vino, quien le ofreció casamiento y hacerla inmortal. La joven aceptó y después de un viaje triunfal por la Tierra, el dios la llevó a su morada eterna.
En tanto, en Atenas cundía la tristeza. El anciano Rey iba todos los días a la orilla del mar, esperando ver a su hijo retornar. Al fin, el barco apareció en el horizonte. Pero traía las velas negras y el anciano desesperó. Es que Teseo, abatido por la desaparición de Ariadna había olvidado izar las velas blancas, signo de su victoria. Loco de dolor, el rey Egeo se arrojó al mar que desde entonces lleva su nombre. Pasó el tiempo y los atenienses reunidos en asamblea ofrecieron la corona a Teseo, quien se casó luego con Fedra y reinó por largos años.

El palacio de Cnosos

Reconstrucción hipotética.
El Palacio de Cnosos, con sus 17.000 metros cuadrados construidos y unas 1500 habitaciones, constituye el principal de los palacios cretenses y en el que se ha querido ver la sede del mítico Rey Minos. Debido a la forma de construir de los minoicos, añadiendo habitaciones progresivamente, estos corredores no guardan una disposición rectilínea, sino que están llenos de quiebros siguiendo un recorrido tortuoso.El palacio en sí se identificó como el laberinto donde Minos encerró al Minotauro, de donde viene el mito de Teseo y su lucha contra "la horrible bestia".

En el laberinto de Villa Pisani.

Este verano, visitamos en familia, la Villa Pisani en las orillas del Brenta. El esplendoroso palacio de recreo de la última familia próspera de patricios venecianos, contenía una sorpresa para los más jóvenes. ¡Nada menos, que un laberinto de floresta, de más que mediano tamaño!. Realizado en 1720 por el arquitecto paisajista Girolano Frigimelica, cuenta con nueve círculos concéntricos se setos de aligustre y contenía una célebre escultura en bronce de la diosa Minerva, situada en el centro, en el lugar que hoy ocupa la torre con escalera de caracol. Al parecer, se construyó con un propósito frívolo, favorecer el entretenimiento erótico de sus moradores.

Siguiendo a los niños y sin ninguna cautela, penetramos sin pensarlo, en la red de senderos ajardinados, todos iguales. La presencia de otras familias cuyas voces oíamos entre los altos setos, nos infundía confianza y ni siqueira nos detuvimos, a leer el cartel explicativo de la entrada. Indicaba que para evitar la sensación de angustia, y el cansancio mental que va generando, " el llegar una y otra vez a un sitio idéntico, que sin embargo no podemos asegurar que sea el mismo", se habían dispuesto un total de siete grandes esculturas de metal, con las letras de la palabra "respiro". Seguir en este orden las letras de la palabra y luego en el contrario, era la única clave que permitía entrar y salir del laberinto.
Pasamos un rato, inolvidable en compañía de nuestros amigos Alicia y José María. Y finalmente logramos salir, como todos, gracias a la ayuda del vigilante que a ratos subía para este menester, a la torre del centro del laberinto.Un lugar, desde donde siempre tiene a la vista a los desorientados "aprendices de Teseo".
Curiosamente esa sensación de extravío, esa jocosa impotencia que da el cansancio, esa confirmación de la pueril dependencia que continuamos teniendo de los demás, me hizo reparar en la importancia del mito de Asterión en su Palacio de Cnosos. Sin duda uno de los de mayor influencia en nuestra Civilización.


viernes, 10 de abril de 2009

Pilatos

Hoy viernes santo, Jorge escogió de entre sus libros este apropiado relato, del que no quiso decir su autor, dejándonos con la sospecha de que se trata de Teo, el otro autor de este blog, junto al Caballero Inexistente y yo misma, y al que todavía no conocemos.



PILATOS


A primera hora de una mañana demasiado calurosa para mediados del mes primaveral, con un manto blanco forrado de rojo sangre apareció en la columnata exterior del palacio del Pretorio Poncio Pilatos, Quinto Procurador de Judea. Era un hombre corpulento que arrastraba los pies al andar, con la piel amarillenta y esa expresión inequívoca que deja en la cara la enfermedad. Junto a la fuente, en el único ángulo sombreado del atrio estaba preparado un sillón militar. El procurador sin mirar a nadie, tomó asiento y alargó una mano en la que el secretario puso respetuosamente un pergamino. Echo una ojeada y con una mueca de fastidio preguntó:
- ¿ Que es ese jaleo ahí fuera?.
El Sanhedrín ha convocado a la plebe frente al palacio. Formula acusación en este caso, aunque ninguno de los sacerdotes ha llegado todavía, siendo víspera de pascua, prefieren no entrar en el Pretorio.
- Veo sin embargo, que el acusado es de Galilea. ¿ha comunicado el asunto al Tetrarca?
- Sí, Procurador, dijo el Secretario.
- ¿ Qué dice?.
- Se ha negado a dar su veredicto, sobre este caso y ha enviado la sentencia del Sanhedrín para su confirmación.

Una convulsión desfiguró la cara del procurador, se tocó la frente, estaba caliente, era evidente que tenía fiebre. Dijo en voz baja, que traigan al acusado.

Trató de aliviarse un poco, mojando su pañuelo en el plato de la fuente. Apenas se escuchaba el murmullo del agua, pues desde primera hora de la mañana, torturaba sus oídos el molesto zumbido de la multitud que iba agolpándose en la plaza. A lo lejos, una espesa calima cubría las colinas en torno a Jerusalén, este calor tan sofocante, presagiaba una fuerte tormenta por la tarde.
Añoraba la frescura de la primavera en la hermosa Sicilia, su tierra natal. Lamentaba no haber hecho caso a su mujer y haberse marchado, cuando todavía estaba a tiempo. Ahora el viejo Cesar había enloquecido y se había encerrado en la isla de Cáprea; su desconfianza llegaba hasta el extremo de interpretar todo cambio, como fruto de una conjura, toda visita como una amenaza. En su fobia persecutoria había dado sobradas muestras de su demencia y de su crueldad. Nadie que se acercara, o fuera llamado a Cáprea tenía garantías de salir indemne. Cerró los ojos y sé vio veinte años más joven, cabalgando sobre un pura sangre siciliano, en medio de esos inmensos trigales de la isla, que mece el viento primaveral igual que a las olas del mar. Había sido un buen jinete, durante la guerra en Germania, ganó una lanza de oro y se distinguió al mando de la caballería. Y sin embargo, ninguno de sus hijos le había sobrevivido, ni le había dado nietos a quienes enseñar a montar. Sólo le quedaba este dolor sordo, profundo, clavado en sus entrañas que no admitía réplica. Sufrió un escalofrío, estaba seguro de que pronto moriría; al menos no tendría que soportar otro asfixiante verano en Jerusalén.

Dos legionarios entraron en el jardín y trajeron ante el procurador a un joven de entre veinticinco y treinta años. El joven vestía una túnica rota azul clara, le cubría la cabeza una banda blanca, sujeta por un trozo de cuero y llevaba las manos atadas. Bajo el ojo izquierdo tenía una gran moradura y junto a la boca un arañazo con sangre seca. A pesar de mantener los ojos casi cerrados como si le molestara la luz, el joven miraba al Procurador con intensa curiosidad.
Éste permaneció un instante callado y con voz monótona, dijo en arameo:
- ¿Eres tú quien se ha proclamado rey de los judíos y ha incitado al pueblo a que destruya el templo de Jerusalén?.
El joven de las manos atadas dio un paso hacia delante y exclamó:
- Buen hombre! Créeme...
El Procurador le interrumpió sin moverse y sin levantar la voz.
- ¿Me llamas a mí buen hombre?. Te equivocas. En toda Jerusalén se dice que soy un monstruo espantoso; ¡juzga tú mismo! Y añadió: Que venga el centurión de la guardia.
Un soldado alto y fornido como un gladiador, con la cara cortada por un tajo, se presentó ante el procurador.
El Procurador se dirigió al centurión en latín:
- El reo me ha llamado “buen hombre”, llévatelo un momento y explícale como hay que hablar conmigo.
El centurión hizo un gesto con la mano al arrestado para que le siguiera. Se oyeron los pasos de las botas del centurión en el mosaico del palacio.

Al procurador comenzó a dolerle la cabeza, ya no le aliviaba ponerse en la frente el pañuelo mojado. Después de veinte años en Jerusalén, no había un solo judío a quien pudiera considerar de verdad su amigo. ¿Qué se puede esperar de un pueblo, que rehusa todo contacto con los extranjeros durante la fiesta de pascua, por miedo a quedar impuro?. Estaba harto del fanatismo religioso, del orgullo, de las continuas rencillas en las que era imposible mediar, de las insidias de los fariseos y de las intrigas de los príncipes y sacerdotes en la isla de Cáprea. Odiaba con todo su corazón a los judíos.

Después de conducir al detenido al interior del Pretorio, el centurión tomo prestado un látigo a un legionario y le dio un golpe al arrestado en el hombro. El movimiento pareció ligero, pero el hombre atado se derrumbó, como si le hubieran cortado las piernas. Se quedó sin respiración, su rostro perdió el color y sus ojos la expresión. Sin mucho esfuerzo, el centurión lo levantó del suelo y con lentitud articuló, torpemente en arameo:
- Al Procurador se le llama Excelencia. Otras palabras no se dicen. Se está firme. ¿ Me has comprendido o te pego otra vez?.
El detenido se tambaleó, pero finalmente logró dominarse, le volvió la respiración y el color de la cara y respondió, con la voz apagada:
-Te he comprendido. No me pegues.

Enseguida volvió a ser llevado ante el procurador.
- Nombre, dijo el Procurador.
- Joshua, respondió el arrestado.
- ¿Tienes apodo?.
- No.
- ¿ De dónde eres?.
- De Nazareth.
- ¿Qué sangre tienes?.
- No lo sé seguro, Excelencia, no llegue a conocer a mi padre.
- ¿Dónde vives?
- No tengo domicilio fijo, dijo el detenido tímidamente: Viajo de una ciudad a otra.
- ¡Veo que sabes decir las cosas!. Eso se puede decir con una sola palabra: “eres un vagabundo”.
- ¿Tienes parientes, o mujer?.
- Estoy solo.
- ¿ Sabes leer?.
- Sí.
- ¿Hablas otros idiomas, a parte del arameo?.
- No suelo hablar más que en arameo, aunque, puedo comprender cualquier idioma, pues me es dado leer en el corazón de los hombres.
El procurador elevó despectivamente la ceja izquierda, mostrando un párpado hinchado y enrojecido al arrestado. Y dijo:
- Además de vagabundo, eres un iluminado; mira bien lo qué dices, pues si te pillo en otras mentiras te haré corregir en el acto. Y dirigiéndose de repente en griego, al acusado le preguntó: ¿Eres tú quien ha incitado al pueblo a destruir el templo y se ha proclamado rey de los judíos?.

Una golondrina se descolgó desde el alero dorado de la columnata y tomo un poco de agua del plato de la fuente, al desplegar el vuelo una ráfaga de brisa fresca penetró en al atrio y movió los pliegues de la túnica del reo. Éste pareció recobrar la serenidad y con una voz profunda y armoniosa, que no había usado hasta entonces, respondió en griego.
- Yo Excelencia, jamás he pensado destruir el templo y jamás he incitado a nadie a cometer esa absurda acción. Lo que ocurre es que esos buenos hombres que me acusan no han entendido nada. Por eso obran mal.

El secretario levantó la cabeza completamente sorprendido, el acusado hablaba el griego Occidental de Sicilia, en la misma entonación que el Procurador; consideró prudente dejar de escribir.

- ¿ Llamas buenos hombres a esos fariseos y a los sacerdotes del Sanhedrín que piden tu muerte?.
- Sí, buen... y se interrumpió, Si Excelencia. Ellos no saben lo que hacen.
- ¿El centurión que acaba de golpearte es también un buen hombre?.
- Sí, lo que ocurre es que se siente deforme y desgraciado, y sufre por ese motivo.
- ¿Entonces crees que quien obra mal, no sabe lo que hace?
- Así es Excelencia, no hay hombres malos en la Tierra, solo ignorantes y desgraciados. Y debemos perdonarlos a todos, para que puedan demostrarlo.
- Es la primera vez que lo oigo, dijo Pilatos, sonriendo. ¡Puede que no conozca suficientemente la vida!. ¿Has leído todo eso en un libro griego?.
- No, he llegado a eso por mí mismo.

Pilatos se quedó mirando al detenido, su cuerpo parecía frágil, y desde luego, para un militar, no era el prototipo de belleza viril y sin embargo, en su mirada, en el timbre armonioso de su voz, en la convicción que ponía en sus palabras, había algo extrañamente atractivo. Algo que invitaba a seguir hablando con él, a confiarle nuestra intimidad. Se le ocurrió que quizá era este don de palabra, esta facilidad para llegar al corazón de las gentes, lo que verdaderamente temían los fariseos del Sanhedrín.

- Gente muy distinta se reúne en esta ciudad para la fiesta, entre ellos hay magos, astrólogos, adivinos y asesinos, decía el procurador con voz monótona. También hay embaucadores de la plebe y mentirosos: hay diez testigos que te han oído proclamarte “rey de los judíos”.
- Es cierto Excelencia, soy el rey de los judíos, pero mi reino no es de este mundo, sino el reino de la verdad.
- ¿ Y qué sabes tú de la verdad, vagabundo, de la que no tienes ni idea?.
¿ Qué es la verdad?. Y se arrepintió nada mas decirlo, de haber hecho esta pregunta. Pensó le estoy preguntando cosas que nada tienen que ver con la investigación. Se tocó la frente y seguía ardiendo, está claro, la enfermedad me nubla la inteligencia y no podré soportar otro verano más esta terrible enfermedad.
- La verdad, dijo el joven, es que te duele tanto la cabeza, que dudas si tendrás fuerzas suficientes para seguir este interrogatorio. Verdad es que estás solo y enfermo, que puedes morir en esta tierra hostil, a la que odias con todas tus fuerzas y no volver a ver jamás Sicilia, la isla que te vio nacer, que es lo que más deseas en el mundo.

El Secretario levantó la cabeza y dejó de escribir, no daba crédito a sus oídos, conocía demasiado a Pilatos y ahora trataba de imaginar en qué retorcida forma aparecería la ira del impulsivo Procurador, tras oír tales impertinencias. Sin embargo, Pilatos permanecía absorto, como paralizado por lo que acababa de escuchar. El joven nazareno prosiguió:
- Pero tu tormento pasará pronto, pasará la fiebre y olvidarás por hoy tú dolor, y acercándose al procurador, ante la completa pasividad de la guardia, puso sus manos sobre la cabeza de Poncio Pilatos y dijo: Ya ves todo ha terminado.
Después de un minuto de embarazoso silencio, Pilatos pareció despertar de un profundo sueño, el aspecto de su cara era mucho más saludable y con una voz ronca y cascada que no parecía la suya, dijo en latín:
- Que le desaten las manos.
Un legionario de la escolta dio un golpe con la lanza, se la pasó a otro, se acercó y desató las cuerdas del preso.
El Secretario enrolló el pergamino, decidido a no volver a escribir y a no asombrarse de nada.
- Confiesa, dijo Pilatos en griego y bajando mucho la voz, ¿eres un gran médico?.
- No procurador, no soy médico respondió el preso, frotándose con gusto las muñecas hinchadas y enrojecidas.
- ¿ Cómo has podido saber que lo que más deseo es volver a Sicilia?.
- Creo haber dicho Excelencia, que se me otorgó el don de leer en el corazón de los hombres.
El Procurador estaba completamente asombrado y confuso, se le alcanzaba el motivo de la inquina del Sanhedrin contra este joven, comprendía la prisa del intrigante Caifás por deshacerse de él a toda costa. Y en su fuero interno deseó impedirlo.

- Es eso todo lo que hay sobre él, preguntó Pilatos al Secretario.
- No desgraciadamente, dijo el Secretario y tendió ante el procurador otro pergamino más amplio. Esta es la acusación formal que ha presentado conjuntamente José Caifás como Sumo Sacerdote y Presidente del Sanhedrin y el legado de Tiberio en la Legión de Judea.
Leyó Pilatos la acusación y le pareció que la sangre se le agolpaba en las sienes y los pómulos se le encendieron de puro rojo.
- ¿Conoces a un tal Judas Iscariote? ¿Qué le has contado sobre el Cesar?
- Fue así explicó el preso con disposición: anteanoche conocí junto al templo a un joven que dijo llamarse Judas. Me invitó a su casa y me convidó.
- ¿Un buen hombre? Preguntó Pilatos, con la rabia brillándole en los ojos.
- Era un hombre bueno, y curioso- afirmó el preso. En el banquete había mucha gente, manifestó gran interés hacia mis ideas y me agasajó amablemente.
- Encendió los candiles y todo..., dijo el Procurador entre dientes, imitando el tono maravillado del preso, mientras sus ojos brillaban cada vez más.
- Sí siguió Joshua, algo sorprendido por lo bien informado que estaba el Procurador. Solicitó mi opinión sobre el poder político, esta cuestión le interesaba especialmente.
- ¡Ya lo creo que le interesaba!. Y entonces ¿qué dijiste?. Preguntó Pilatos con un tono que no expresaba ya ninguna esperanza.
- Dije que cualquier poder es un acto de violencia contra el hombre y que llegará un día que no existirá el poder, ni el de los Césares, ni el de ningún otro, porque el hombre formará parte del reino de la verdad y de la justicia, donde no es necesario ningún poder.
- ¡ Sigue!.
- Después no dije nada más, concluyó el preso; llegaron unos hombres y me condujeron a la cárcel.
Pilatos no pudo reprimir un acceso de cólera y dirigiéndose al detenido le preguntó a gritos. ¿ Y tú crees desgraciado, que acaso llegará ese reino en alguna parte?.
- Yo creo que ese reino ya ha llegado, precisamente yo he venido a proclamarlo. Ese reino habita en mi corazón y en el de todos aquellos que han escuchado mis palabras y me han seguido. Ha sido fundado sobre la compasión y del amor, incluso a los enemigos. Quien vive en él, vivirá para siempre.
Pilatos hubiera querido gritarle iluso, desdichado y hasta abofetear al joven profeta. A sus sesenta años creía conocer el mundo lo suficiente para saber lo difícil que era conseguir implantar un mínimo de orden que permitiera vivir de un modo civilizado. Definitivamente ese reino no se realizaría en la tierra. Se contuvo, porque en el atrio se había presentado su ayudante, para informarle de que Caifás esperaba en la antesala el resultado de su veredicto.
En sus veinte años de gobierno en Judea, había conocido muchísimos profetas, locos y visionarios de todo tipo; Jerusalén era una de sus mejores canteras, los producía por docenas. Pero había algo en el mensaje del joven nazareno, en la forma de proclamar la verdad de la compasión en el corazón humano, la necesidad del perdón hasta para los enemigos, que era capaz de traspasar las pieles más duras y llegar al interior. En su curtida alma de político, intuía que las palabras de este joven, no se olvidarían nunca. Que tenían la fuerza necesaria para renovarse en el espíritu humano una y otra vez, de generación en generación, hasta el final de los tiempos. ¿ Sería esto la inmortalidad?.
Pensó en la triste suerte que esperaba al reo, después del giro que Caifás había dado a la acusación al introducir en el proceso al propio legado de Tiberio en la legión, como si se tratara de un delito de rebelión contra Roma.. Y a modo de despedida, sin atreverse a mirar a los ojos al preso dijo:
- Temo que no está en mi mano cambiar tu destino.
- Tú los has dicho, contestó el preso, mi destino hace mucho que está escrito.
Una frase sin duda enigmática que en aquellos momentos de tribulación pasó completamente desapercibida para el Procurador.

Pilatos mandó que se llevaran al preso y subió a la azotea superior del palacio, pertrechado con capucha para protegerse del sol. Sólo para incomodarlo, hizo subir a Caifás y le hizo esperar unos minutos a pleno sol, mientras contemplaba el odiado panorama de Jerusalén. Las tortuosas calles de casas abigarradas, sus inseguros puentes colgantes, sus fortalezas privadas y el templo, ese montón de mármol imposible de describir, cubierto por láminas de rutilantes escamas doradas de dragón, en lugar de tejado. Abajo podía percibirse el zumbido sordo de la multitud en la plaza, sobre el que de vez en cuando se alzaban los gritos y gemidos de la plebe.
El Procurador, consciente del temor de Caifás a quedar impuro, buscó el contacto físico en el saludo al gran sacerdote, tratando de palmearle la espalda y lo invitó a que compareciera frente a la plebe en el gran balcón del palacio, donde podría resguardarse del implacable sol. Pero Caifás se excusó con delicadeza, explicando, como si el procurador, no lo supiera de sobra y lo oyera por primera vez, que no podía hacerlo en vísperas de la fiesta.
Pilatos llevaba la cabeza cubierta con la capucha y Caifás, tratando de terminar con aquella molesta situación abordó el tema sin preámbulos:
- ¿Su excelencia ha dictado veredicto, en la sentencia que le ha sido sometida a su aprobación?
- Estimado Pontífice, he examinado al reo y en su conducta no hallo delito alguno merecedor de la muerte. Si os ha ofendido en algo, creo que con una corrección será suficiente.
- Pero Caifás esperaba esta respuesta y tenía bien estudiada la suya. Comprendo que el Procurador de Roma, no considere digno de una condena a muerte, la blasfemia y el sacrilegio contra la religión judía, incluso sé que podría llegar a pasar por alto el alboroto y la provocación a la autoridad hebrea, a fin de cuentas, siempre sería un buen pretexto para blandir la espada contra los revoltosos hebreos. Ahora bien, nos preguntamos en el Sanhedrín como recibirá el Cesar, si es que la sentencia de muerte, no es confirmada, la desautorización pública ante la plebe y las autoridades locales de su legado, en un caso tan señalado, de lesa majestad y de incitación a la rebelión contra Roma.
- Observo, con notable sorpresa que conocéis de antemano el veredicto de la plebe. Sin embargo os hago notar, que no he dicho en ningún momento, que no vaya a aprobar la sentencia de muerte contra Joshua. Sólo quiero saber si el Sanhedrín, ha considerado que este joven, no es un delincuente, sino un pacífico idealista, un visionario, que no ha hecho daño a nadie. Ya que el Sanhedrín podría otorgarle su indulto de la Pascua, antes que a Barrabás convicto del asesinato de varias personas.
- Comprendiendo el valor de la indicación del Procurador de Roma, debo comunicar a su Excelencia, que el Sanhedrín ha deliberado este caso con muchísimo detenimiento, y ha decido otorgar el indulto a Barrabás.
El Procurador insistió para que se cambiara el indulto en favor del Nazareno. A la hora del mediodía, y en el balcón del palacio del Pretorio, ante la plebe de Jerusalén que gritaba histéricamente “salvad a Barrabás, entréganos a Joshua”, Poncio Pilatos representó ese breve y triste papel que le ha asignado la historia. Y tuvo que preguntar por tres veces a la chusma, y quiso que le vieran lavarse las manos antes de entregar al nazareno, y a él se le atribuye una profética maldición sobre el pueblo hebreo: “la sangre de este justo caiga sobre vosotros”. ¿O no fue así?.



jueves, 9 de abril de 2009

Reseña del Velo Pintado.

"Para rezar a Dios con devoción no hace falta creer en Dios, según los dogmas de ninguna religión".
William Somerset Maugham




William Somerset Maugham (1874-1965), alcanzó popularidad como novelista el siglo pasado, con una forma rápida y sencilla de narrar. Su estilo personal planea como un avión ultraligero y parece desligarse tanto de las complejidades psicológicas de los personajes, como del mensaje social comprometido, con un desapego que afecta incluso, a la espectacularidad de la acción, que también parece contemplar con hastío.Un estilo que renuncia voluntariamente al uso de todo énfasis literario, ya sea estilístico o contextual. Sospecho que éste es el motivo por el que muchas de sus novelas fueron consideradas "obras menores" por sus contemporáneos. En la segunda mitad del siglo XX, gran parte de la literatura sufrió este cautiverio de " lo importante", ya fuera bajo el yugo de la crítica contextual, (marxista, o existencialista), o por el de signo contrario, el no menos despiadado culto, de la originalidad (esteticismo).
Yo he leído dos obras de Somerset Maugham, “El Filo de la Navaja” (1944) y más recientemente, *“El Velo Pintado” (1925), y me parecen estupendas. En ambas con visión desencantada de la vida, irónica frente a la importancia que otorgamos al presente, se narra un viaje.
En "El Filo de la Navaja", un viaje sin retorno, el protagonista traumatizado por su experiencia en la Primera Guerra, renuncia a todo su presente, a sus amigos, a sus bienes etc, para marcharse a Oriente, a la India, en busca de un sentido para vivir.
"En el Velo Pintado", el viaje es de ida y vuelta. Según parece, Maugham se inspiró en una escena del Purgatorio de la Divina Comedia, en la que a una mujer infiel a su esposo, por amor verdadero a otro hombre, se le permite expiar su culpa acompañando a su marido hasta las entrañas mismas de la muerte.
El argumento en apariencia, es el de una novela romántica típica del siglo XIX. Kitty Garstin, una agraciada joven londinense de clase media, cumple sus veinticinco años, sin haber alcanzado el objetivo para el que fue educada por su madre: hacer una buena boda. Su limitada y “machista” educación ha hecho de ella una persona egocéntrica. Sin temor a las consecuencias y antes de que el matrimonio de su hermana menor, la reduzca a la condición de solterona pobre, contrae matrimonio con un bacteriólogo. Es un hombre inteligente, educado y moralmente intachable, que la adora pero de quien no está enamorada. Después de la boda, se trasladan a Hong Kong, donde Kitty se enamora de Charlie Towsend, un inglés apuesto y frívolo, un hombre de éxito entre la colonia extranjera, con quien será infiel a su marido. Descubiertas sus relaciones adúlteras, y traicionada por Charlie, se verá obligada a seguir a su esposo a una zona del interior de China afectada por el cólera. Kitty, incapaz de obtener el perdón de su marido, se entrega a labores humanitarias. El contacto con la muerte y con una realidad dura y penosa, harán de ella, una persona nueva.
"El Velo Pintado", está más cerca de una de las llamadas "novelas de iniciación espiritual", que de una novela romántica. El entorno exótico colonial en el interior de China, la ignota ciudad amurallada de la epidemia,"Mei Tan Fu", en la que señorea la muerte. El referente moral, de las monjas francesas que ayudan a los enfermos y acogen los huérfanos, con una fe absoluta en el valor de su entrega humanitaria. No suscitan ningún tipo de romanticismo; sino, más bien sus contrarios: el miedo, el dolor, la impotencia, la fatiga, la soledad, que apenas pueden paliarse, concentrándose en los ejemplos de esfuerzo, de valor, de abnegación, de amor al prójimo de las monjas. Una actitud que sólo es comprensible mediante la elevación espiritual, la respetuosa devoción ante el misterio del vivir, de quien trata de actuar dignamente, a pesar de nuestra frágil, de nuestra torpe condición humana.
Todo- parece decirnos Maugham- no es más que la expresión de un doloroso proceso de crecimiento espiritual y personal. De este viaje apasionante en busca de sentido, al que aludíamos, que es el verdadero motivo de esta maravillosa novela… ¡ y de la vida!.


*El título se refiere al parecer, a un soneto de P.B. Shelley: " El velo pintado al que quienes viven llaman vida". El poema alude a que tras el velo de las apariencias, la vida no esconde amor, sino miedo, desdicha y oscuridad.

sábado, 4 de abril de 2009

El río de Heráclito

“A nadie le está dado recorrer más que una parte infinitesimal del palacio. Alguno no conoce sino los sótanos. Podemos percibir unas cosas, unas voces, unas palabras, pero lo que percibimos es ínfimo”. J.L Borges

¿ Qué podemos decir o hacer con verdadero valor, en "esta desconocida y ansiosa y breve cosa que es la vida" ?.

Todo lo humano es variable. Nada más enjundioso que el empeño en desvelar la realidad de cada episodio de nuestro deambular por la tierra. ¿ Qué puede haber de hermoso en el relato fiel de nuestro penoso trasiego con los hechos y las cosas?. Sólo la alada mentira de la ficción, sobrevuela con encanto y ligereza la trabajosa explicitación cotidiana de las cosas y los hechos, tan provisionales…

Decía Borges que todo lo que se ha escrito consiste en la diferente manera de entonar cinco o seis grandes metáforas. Y dado que las tramas están limitadas por la capacidad humana de contar, solo nos queda observar las ya existentes en novelas y cuentos. Hay que leer: “La poesía es el encuentro con el libro, el descubrimiento del libro”.
Ahora bien, aún para el mismo lector, el mismo libro cambia. Cambiamos incesantemente y es dable afirmar que cada lectura de un libro, que cada relectura, cada recuerdo de esa relectura, renuevan el texto. También el texto es el cambiante río de Heráclito.